Oligarquía

Los genocidas amigos del dictador

Criminales nazis, fascistas, terroristas y un dictador centroamericano encontraron en Paraguay un refugio de impunidad durante la dictadura de Stroessner.

Reportaje Romina Cáceres · Edición jazmín acuña · Ilustración robert báez & jazmín troche ·

Cuando aquel cliente que solo hablaba inglés entró a su relojería en el centro de Asunción, Sonia Tauber sintió que lo conocía de algún lugar. El señor, que vestía ropa elegante, pidió ver uno de los relojes. Sonia extendió su brazo izquierdo para pasárselo, dejando expuesto el tatuaje que le hicieron cuando era prisionera en Auschwitz: 29458. El extraño se quedó pálido. Dijo que olvidó la billetera en el auto y huyó del local. Ella lo reconoció: era el doctor Josef Mengele.

Paraguay no solo acogió a supervivientes del holocausto judío, también a criminales nazi como Mengele, conocido como El Ángel de la Muerte, quien asesinó a cuatrocientos mil prisioneros en el campo de concentración de Auschwitz, Polonia. La dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989) otorgó refugio a nazis y fascistas que huyeron al Cono Sur tras la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial. También abrió las puertas a ultraderechistas franceses, croatas y españoles que llegaban al país escapando de la justicia, al igual que su par nicaragüense, el dictador Anastasio Somoza.

El nazi que se convirtió en paraguayo gracias a Stroessner

En la rampa de Auschwitz, el doctor Mengele decidía qué tipo de muerte le deparaba a cada prisionero. Si movía su bastón a la izquierda, era la cámara de gas; a la derecha, los trabajos forzados. O podía ser su laboratorio, donde experimentaba sobre gemelos las teorías raciales nazis. Al finalizar la guerra, como otros criminales buscó refugio en Sudamérica, donde las dictaduras de derecha estaban en auge y el nazi fascismo tenía simpatizantes. Vivió un tiempo en Argentina y luego huyó a Paraguay.

El médico alemán obtuvo su cédula paraguaya con el nombre de José Mengele el 24 de octubre de 1959. La policía estronista le expidió un certificado de residencia en el que constaba que vivía en el país hacía más de cinco años, lo que era falso porque solo había venido de visita en ocasiones. Con estos documentos, Mengele consiguió la naturalización paraguaya un mes después. El periodista Andrés Colmán Gutiérrez detalla el episodio en su libro Mengele en Paraguay, una amplia investigación sobre la conexión nazi con la dictadura estronista.

Mengele se escondió en la granja de un líder del clandestino partido nazi en Hohenau, Itapúa. Allí vivió con el nombre de Francisco Fritz. Solía ayudar a los peones a curar a las vacas y cerdos que criaban en el lugar. Hacia 1960 su apacible vida campesina terminó cuando un comando israelí capturó en Argentina a Adolf Eichmann, uno de los artífices de lo que los nazis llamaban la «solución final», que era el plan para exterminar a los judíos. Mengele huyó a Brasil, donde murió ahogado en una playa de Sao Paulo en 1979. Tenía 67 años.

Un actor clave que facilitó la venida de criminales como Mengele entre 1950 y 1970 fue el coronel nazi Hans Ulrich Rudel, que visitaba Paraguay de forma constante. El dictador se refería al militar alemán como «amigo personal» en una carta al embajador en Madrid al que le pedía un pasaporte para Otto Skorzeny, un coronel de una unidad de élite de las SS –la escuadra de protección del partido nazi– que rescató al dictador fascista italiano Benito Mussolini. En su libro, Colmán Gutiérrez refiere que Rudel también se dedicaba al tráfico de armas con la complicidad de Stroessner y que incluso el dictador llegó a enviar armas a la Sudáfrica del apartheid, un régimen racista dominado por una minoría blanca. También menciona que Ulrich operó como intermediario entre el dictador y el presidente argentino Juan Domingo Perón en las negociaciones para la construcción de Yacyretá hacia 1973.

Otro criminal nazi que llegó de Argentina fue Eduard Roschmann, comandante del gueto de Riga, responsable de la muerte de treinta mil judíos. En su caso no hay indicios de que haya recibido protección del régimen. Murió pobre y solo en el Hospital de Clínicas el 10 de agosto de 1977, un mes después de haber llegado a Asunción.

El narco francés que puso en aprietos al dictador

Auguste Ricord, un excolaborador de la Gestapo francesa –a policía secreta nazi– y líder de una organización que traficaba heroína a Estados Unidos, encontró en Paraguay un paraíso de oportunidades. En 1967 abrió un hotel en la zona de Itá Enramada que le servía de fachada para el narcotráfico. Tres años después, cayó un avión en Miami con cien kilos de heroína provenientes de Paraguay. Uno de los pilotos detenidos trabajaba para Taxi Aéreo Guaraní, propiedad del general Andrés Rodríguez. Las autoridades norteamericanas reclamaron la extradición de Ricord, pero Stroessner se negó.

En 1972 el presidente Richard Nixon dio un ultimátum al dictador para que entregue a su protegido, condicionando la ayuda norteamericana a la extradición. Stroessner cedió y Ricord fue condenado a veinte años de cárcel en EEUU. Un artículo sobre el caso («The Hunt for Andre») publicado en Selecciones, la versión en español de Reader’s Digest, vinculaba la «conexión estronista» con el floreciente negocio de las drogas. El gobierno intentó evitar la circulación de la revista confiscando los ejemplares, pero de nada sirvió. Ricord conmutó su pena y regresó a Paraguay en 1983, donde murió dos años más tarde.

El investigador Andrew Nickson en La Guerra Fría y el Paraguay señala que el caso Ricord mostró la importancia que seguía teniendo la ayuda económica y militar de EEUU a la dictadura, pese a haber transcurrido dos décadas. También resalta que las relaciones entre ambos gobiernos volvieron a la normalidad pese a la probada injerencia militar en el narcotráfico. El apoyo norteamericano fue uno de los factores que posibilitó la longevidad del régimen estronista.

El magnicida frustrado del presidente De Gaulle

El historiador Claudio Fuentes, presidente del Comité Paraguayo de Ciencias Históricas, identifica tres oleadas de ultraderechistas franceses que llegaron a Paraguay. Primero, los colaboracionistas de la Segunda Guerra Mundial –como Ricord– , luego los opositores a la independencia argelina y a partir de 1980 aquellos que migraron tras la asunción del presidente socialista François Mitterrand.

En 1965, como parte de la segunda ola, llegó Georges Watin, más conocido como »El Chacal» por sus atentados fallidos contra el expresidente francés Charles de Gaulle. Era miembro de la Organización del Ejército Secreto (OAS), pro-fascista, que rechazaba la independencia de Argelia de la colonización francesa. Murió de un infarto a los 71 años en su casa de las afueras de Asunción en 1994.

Terroristas croatas al servicio del dictador

Una noche de película en el Cine Splendid, ubicado en el centro de Asunción, durante la primavera de 1961 terminó en tiroteo, muerte y heridos. El polaco y excolaborador nazi Pedro Prokopchuk, informante de «La Técnica» –el centro clandestino de detención y tortura de opositores–, fue asesinado por Batrick Kontic, un terrorista croata que trabajaba para el departamento de Investigaciones de la policía. Para el historiador Juan Marcos González, autor de El Crimen del Cine Splendid, este episodio puso de relieve el internismo: «La misma policía monitoreaba a la policía».

Explica que la Técnica, cuyo jefe era Antonio Campos Alum, informaba al ministro del Interior y al presidente sobre el «actuar delictivo» del jefe de Investigaciones que era Juan Erasmo Candia. «Campos Alum fue uno de los pocos funcionarios que Stroessner no tocó porque era la policía política del régimen, mientras que Erasmo Candia fue reemplazado tras el crimen del cine». Los ultraderechistas croatas que se refugiaron en Paraguay siguieron trabajando, en su mayoría, como instructores en las FFAA y la policía.

Los negocios de ultraderechistas españoles prófugos

Los ultraderechistas españoles también hicieron de Paraguay su escondite. Uno de ellos fue Emilio Hellín Moro, condenado por el asesinato de la dirigente estudiantil y militante comunista Yolanda González (19). Huyó de su país aprovechando un permiso para salir de la cárcel. Una investigación de las periodistas Ter García y Ana Álvarez de El Salto revela que el prófugo montó una empresa de informática llamada «Computadores y Accesorios SRL» en pleno centro asunceno en 1988. También era socio del Centro de Estudios Profesionales de Asunción (CEPA), fundado por el ultra Juan León Cordón en la capital. El informático además consiguió trabajo en la Cooperativa Militar, Naval y Aeronáutica, por recomendación del ministro de Justicia y Trabajo Eugenio Jacquet, uno de los integrantes del Cuatrinomio de Oro. Hellín fue extraditado a España en 1990.

En la academia de León Cordón, amigo de Jacquet, eran instructores otros militantes de ultraderecha prófugos como Arturo Barea Sánchez, Ramón Francisco Gismero Menoyo y José Manuel Peña Canencia. En 1985 la justicia española pidió la extradición, pero el gobierno paraguayo se negó porque los consideraba refugiados políticos. Sus abogados los presentaban como «militantes anticomunistas» que se vieron obligados a huir «por la persecución de grupos marxistas y separatistas».

Las tierras malhabidas para un dictador centroamericano 

Tras ser derrocado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), el dictador nicaragüense huyó a Paraguay en agosto de 1979. Era el último dictador de la dinastía Somoza que gobernó Nicaragua durante más de cuarenta años. La guerra civil de más de un año y medio había devastado al país centroamericano, dejando una población hambrienta, la economía destruida y 50.000 muertos para un país que entonces tenía 2.797.000 habitantes.

Tres meses después de refugiarse en Asunción, Somoza fue adjudicado con 8.000 hectáreas de tierras fiscales en el Chaco el 18 de febrero de 1980. El informe de la Comisión de Verdad y Justicia señala que el exdictador no podía ser adjudicado con tierras de la reforma agraria.

Somoza murió el 17 de septiembre de 1980 en un atentado perpetrado por seis miembros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), un comando liderado por el argentino Enrique Gorriarán Merlo, quien había combatido junto a los sandinistas en Nicaragua. Los guerrilleros dispararon un lanzagranadas contra el Mercedes Benz en el que viajaban el exdictador, su chofer y un asesor, quienes también fallecieron en el ataque.

Paraguay, un refugio de impunidad 

Para el historiador Juan Marcos González, a estos personajes les seducía la propaganda de «campeón mundial anticomunista» de Stroessner. Pero lo que más les atraía de Paraguay era algo bastante práctico: la facilidad para conseguir documentos. «Toda una industria de la policía para la compra-venta de cédulas y pasaportes. Todavía hace falta una investigación seria sobre quiénes estaban detrás de ese negocio», dice. 

Mientras la dictadura tejía redes para facilitar la venida de sus amigos, más de 3.000 paraguayas y paraguayos eran exiliados de su propio país.