Durante un programa emitido por Telefuturo, el 19 de abril pasado, el director de Vigilancia de la Salud, Guillermo Sequera, dijo que la meta no es detener la pandemia del coronavirus y que es necesario mantener el nivel de contagio actual para generar inmunidad de grupo. En la entrevista sostuvo que es necesario flexibilizar la cuarentena y que «tenemos que contagiarnos», pero dentro de un índice controlado. «La meta no es parar la epidemia, sino enfermarnos a este ritmo, inclusive a uno más rápido», dijo.
La inmunidad de rebaño –inmunidad colectiva, de grupo o vacuna social– es la estrategia que eligió el gobierno alemán al relajar las medidas de restricción por coronavirus. El proceso se da cuando una cantidad suficiente de individuos están protegidos frente a una determinada infección (el coronavirus, en este caso) por la presencia de un elevado porcentaje de individuos inmunes, los recuperados de la infección. En teoría, cuando se produce el brote avanza la epidemia y aumenta el número de individuos inmunes, también disminuye la probabilidad de contacto entre un susceptible y un infectado, hasta que llega un momento en el que se bloquea la transmisión del agente infeccioso.
Pero Paraguay no es comparable con Alemania por múltiples factores. En ese momento, en el país europeo había unidades de cuidados intensivos (UCI) semi vacías porque se obtuvo diagnóstico temprano a gran escala y se contuvo la epidemia. Allí, el número de reproducción (R, una medida clave para contener la propagación del virus) se mantuvo por debajo de 1. Aún en ese contexto, los especialistas se preocuparon por el posible ascenso en el número de reproducción y la consecuente aparición de una segunda ola de casos.
¿Se previene la infección o se genera una vacuna social?
Elena Candia, presidenta de la Sociedad Paraguaya de Infectología, en una entrevista a Última Hora explicó que la inmunidad de rebaño para la Covid-19 «no tendría gran efecto en nuestro país, a no ser que sea mediante una vacuna». Para que el procedimiento sea efectivo, una gran cantidad de personas que se infectaron, deben haberse recuperado y haber generado inmunidad pero, según refirió Candia, para la covid-19 «se requiere que, al menos, un 70% de población» haya pasado por ese proceso.
Los datos existentes sobre las respuestas de anticuerpos a SARS-CoV-2 y coronavirus relacionados son aún limitados. De acuerdo a un artículo publicado el 11 de mayo en el Journal of the American Medical Association (JAMA), los autores exponen que la respuesta inmune a la covid-19 aún no se comprende completamente y faltan datos definitivos sobre la inmunidad postinfección. Lo que sí existen son ensayos modelo en animales pequeños, que demuestran que la recuperación de la covid-19 podría conferir inmunidad contra la reinfección, al menos temporalmente.
Pasaportes de inmunidad
En países como Chile, Estados Unidos, Alemania, Reino Unido y España, se habló de un documento para identificar a las personas que estuvieron infectadas de coronavirus y ya no son vulnerables de contagiarse ni capaces de transmitir el virus. El objetivo es que las personas puedan retomar sus actividades laborales para disminuir el golpe a la economía sin que implique riesgos de contagio.
Sobre este punto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que los «pasaportes de inmunidad» son un riesgo por la ausencia de una evidencia que pruebe la inmunidad ante una reinfección. Esas pruebas requieren una mayor validación para determinar su nivel de fiabilidad y la exactitud de sus resultados. Además, el organismo internacional añade que los tests serológicos rápidos aún no son lo suficientemente fiables para saber con garantías quién tiene anticuerpos y quién no.
Como conclusión del artículo antes mencionado de JAMA, los especialistas consideran que, en medio de la incertidumbre de esta crisis de salud pública, la ciencia reflexiva y rigurosa será esencial para informar las políticas, la planificación y la práctica de salud pública.
De dónde viene la desinformación
El 25 de marzo, un sitio web conservador llamado The Federalist publicó un artículo ampliamente desacreditado por expertos en salud pública y economistas. En él explicaba por qué los jóvenes estadounidenses sanos deberían infectarse deliberadamente con coronavirus, como parte de una estrategia nacional de «infección voluntaria controlada» destinada a desarrollar la «inmunidad colectiva». Según el artículo, esta elección inmune permitiría reabrir negocios, volver al trabajo y salvar la economía estadounidense. Pero este enfoque puede tener consecuencias severas.
En respuesta a esto, la historiadora de la universidad de Stanford, Kathryn Olivariu publicó el 12 de abril unotro artículo el 12 de abril en The New York Times en el que invocó a la historia para trazar un paralelo entre lo ocurrido en el siglo XIX en Nueva Orleans (Estados Unidos) con la fiebre amarilla y la actual pandemia. Alertó sobre los peligros del «privilegio de la inmunidad», que podría profundizar la discriminación racial y la división entre ricos y pobres: «La inmunidad caso por caso permitió que la economía se expandiera, pero lo hizo de manera desigual: en beneficio de los que ya están en la cima de la escala social y a expensas de todos los demás».