Hola, les saludo desde Sharm El-Sheikh, Egipto: a 11.460 kilómetros, tres escalas de avión y cinco horas de diferencia con Paraguay. Estoy en la Conferencia del Cambio Climático de la ONU, más conocida como COP27.
En una edición anterior de esta bitácora contaba que técnicamente estamos en otoño acá, pero el sol del Sinaí se siente potente en cabezas y cuellos. Ese mismo sol es la fuente del proyecto «verde» que Sharm, como cada ciudad a cargo de alojar una COP, debe impulsar. Así es que en medio del marrón y la arena, uno puede ver toda una sección de 15 kilómetros de pérgolas, paseos peatonales (sin demasiada gente), bicisendas (nunca vi a alguien andando en bici en una), plantaciones nuevas de pasto (como las que puso la Municipalidad de Asunción para Odesur) y un alumbrado público que funciona con paneles solares.
Me explicaron aquí que conseguir financiamiento para los proyectos de alumbrado público con energía solar es la cosa más sencilla en el mundo. Es una medida de mitigación clara en países donde la energía no viene de fuentes renovables y hay poco margen para la corrupción. Uno puede visualizar arriba de cada lámpara el pequeño panel, sin cables rompiendo la vista sobre el Mar Rojo. «Es el tipo de proyectos que consiguen si o sí dinero del Fondo Verde del Clima», me dijeron.
En los últimos días de la COP27, ha habido mucho esfuerzo para mantener las luces prendidas, como hacen los paneles solares. Las negociaciones empiezan antes que salga el sol y duran a veces hasta la media noche. Los borradores que debían aparecer a más tardar el sábado pasado recién vieron la luz el martes o el miércoles. Todo aparece entre corchetes, lo que en lenguaje de las Naciones Unidas significa que son textos que no representan el consenso, y el consenso es una obligación para que salga cualquier cosa de esta Conferencia.
El agotamiento sopesado con café de los distintos pabellones ya está haciendo mella también en los periodistas. En la sala de prensa se ha vuelto normal ver a alguien dormido sobre su escritorio. No confirmo ni niego haber roncado un ratito en mientras esperaba que empezara un evento.
Es probable que el agotamiento se agudizó por la somnífera espera de avances en la Conferencia, prácticamente ausentes durante gran parte de la segunda semana. A excepción de la venida de Lula da Silva, la que sin lugar a dudas tuvo un efecto despabilante. El Lulapalooza significó una recepción de rockstar: anunció que su país «está de vuelta» y prometió reducir la deforestación en la Amazonía.
El tono conciliador que Lula maneja en Brasil, obligado por la representación mayormente conservadora del Congreso y una población polarizada, contrasta a las palabras que usa para dirigirse a los líderes de países desarrollados. «He vuelto también para cobrar las promesas», dijo, refiriéndose a la expectativa de que el Norte Global financie acciones climáticas de países en desarrollo. Pero Lula no es Petro: el presidente brasileño tiene una buena relación con la Unión Europea y se juntó en la misma mañana con la delegación de China y de Estados Unidos. También fue ambiguo. Hizo mucho énfasis en parar la deforestación, pero muy poco en qué hará con Petrobrás y la expansión petrolera.
Quienes también están intentando mantener las luces prendidas de esta COP27 son países como Pakistán y Antigua y Barbuda. En teoría, hoy viernes debería haber terminado la Conferencia y todavía persiste una fiera batalla por la creación de un [fondo] [mecanismo] [inserte eufemismo acá] que cubra las pérdidas y daños ya causados por los desastres inducidos por el cambio climático. Sherry Rehman, la ministra pakistaní que vio al 30% de la población de su país afectada por una inundación este año, aseguró que «la distopía que vino a nuestra puerta vendrá a por todos».
El primer borrador de texto sobre daños y pérdidas acaba de salir y hay varias opciones pero, realmente, las que importan son dos. La primera es que se cree el fondo de financiamiento ahora y trabajar en cómo funcionaría hasta 2024. Es la opción de todo el Sur Global, incluyendo Paraguay. La segunda es crear un «grupo de expertos» para analizar «mecanismos de financiamiento» y en base a eso decidir qué hacer en 2024. En otras palabras, tirar la pelota para adelante. Esto es lo que apoya Estados Unidos.
La presidencia de la conferencia ya avisó a las delegaciones que extendieron los servicios como comida y buses hasta el domingo. Es un modo pasivo – agresivo de decir que ese es el deadline, como cuando en los quinceaños empiezan a sonar polkas paraguayas. Las negociaciones entraron en modo «Rápido y Furioso» entre los ministros presentes. El de Ambiente de Paraguay, Ariel Oviedo, no llegó por problemas con su vuelo. Lo que se viene son borradores de textos para cada tema cada 30 minutos, a horas del plenario final, que es como una larga sesión del Congreso, mientras que la COP27 se juega su legado: ¿es el momento de la justicia climática o es «una traición» a los países del Sur, como dijo un ministro?
Posiblemente, ninguno de las dos cosas. Pero pase lo que pase, hay una historia que contar, y es que este año el Sur también existió.
Concretamente, en lo que a mí respecta, esto significará mantener las luces prendidas las próximas 48 horas.
Espero no terminar roncando.