Carlos Gamarra es conductor de Uber y Bolt. Trabaja once horas al día. Es uno de los cientos de laburantes que encontraron en las apps una salida laboral, aunque bastante precaria.
Mi nombre es Carlos Gamarra. Tengo 24 años y soy de Villa Elisa. Me hice uber porque renuncié a mi trabajo por la poca paga y porque no me quedaba bien el lugar, tenía que tomar tres colectivos para llegar. Sigo independiente, trabajo mejor, me rinde la plata. Soy «mi propio jefe».
Empiezo a las 6 de la mañana de forma continuada hasta el mediodía, que es cuando vengo a mi casa a almorzar. Reviso si tengo algún pendiente que hacer en la computadora y vuelvo a salir a las 3 de la tarde hasta las 8 de la noche. Así es mi jornada diariamente.
La desventaja de ser tu propio jefe es que sos jornalero. Tenés que salir a buscar la plata todos los días y con esta crisis es un poco más difícil juntar, a diferencia de cuando trabajás en una empresa: sabés que a fin de mes tenés plata segura en tu cuenta.
Los sábados y domingos ni por error me conecto. Son los días de más «viajes mboriahu» como yo le digo: grupos de cinco o más personas que quieren irse cerca por un monto mínimo. Y si cancelás muchos de estos viajes, la app te bloquea.
Mi queja contra Uber y Bolt es que como no están reguladas, hacen lo que quieren. La SET tampoco hace nada para exigir la emisión de facturas por cada viaje como sí hace Muv.
Uber te quita más de 40% en comisiones, por eso nadie quiere el pago de tarjeta porque es llevar gratis a los pasajeros, literal. Y Bolt es tan barato que degenera el mercado. Bloquea cuentas por cancelación de viajes realizadas por los pasajeros, cosa que escapa a los conductores de la app.
La diferencia es que lo que hacés en Bolt es 100% para vos.
Algunas veces quiero que se haga un pacto de no agresión con los taxistas para poder eliminar Bolt y Uber. Con esto me refiero a hacer gremios y exigir la suspensión de estas empresas que prácticamente no pagan impuestos.
Pero ahora mi preocupación más urgente es que vuelvan a las restricciones de «fase 0». Por más de que nosotros podemos circular, los pasajeros no. Así casi no hay oportunidad de viajes.
El manejo del gobierno es un mamarracho. Las improvisaciones constantes atentan contra la salud mental de muchas personas porque con cada decreto solo queda la incertidumbre de lo que se puede y no se puede hacer.
Y ante la merma de viajes, tocará buscar otros rubros a qué dedicarme.