Una guía gráfica para entender por qué se seca el segundo río más largo de Sudamérica
El 30 de julio, el abogado ambiental argentino Enrique Viale caminaba sobre el lecho del Paraná. No era un acto bíblico, sino la peor bajada del río en 77 años. En algunos sitios, el río había retrocedido hasta 17 metros.
Argentina y Paraguay declararon emergencia hídrica en la cuenca. El gobierno de Abdo decidió disponer de 147.000 millones de guaraníes, excedentes de préstamos y deuda pública para dragar el río.
La sequía es un evento extremo que tiene como parte de su causa al fenómeno de La Niña, que perturba el nivel de precipitaciones en diversas partes del mundo.
Pero son varias las fuentes, como el ingeniero Roger Monte Domecq, investigador especializado en recursos hídricos, que apuntan a que el resto del problema se encuentra en la deforestación de la Amazonía y el Bosque Atlántico para ganadería y soja.
Te lo explicamos con dibujitos.
La Amazonía es la fábrica de lluvias de Sudamérica.
Allí, en el bosque tropical más grande del mundo, se mezclan los vientos del Atlántico norte con la transpiración de los árboles nativos. Esa evaporación se traslada a niveles bajos de la atmósfera.
Son los ríos del cielo. Ríos voladores que recorren 2500 kilómetros. Al llegar a cierta altitud, el vapor se enfría y se condensa en forma de nubes.
Si la Amazonía es la fábrica, la cordillera de los Andes hace de autopista. Los ríos del cielo se aceleran al chocar con la cordillera, trasladando su humedad al sureste que se convierte en la lluvia que alimenta al Paraná y al río Paraguay.
Pero la fábrica de lluvia ha sido atacada por las Naciones del Fuego: Brasil, Paraguay y Argentina aceleraron en la última década y media el cambio de uso de suelo, de bosques y selvas a tierras para la agricultura. En 2020, Paraguay tuvo una de sus peores temporadas de incendios. El delta del Paraná argentino ardió por días. Un estudio de Nature concluyó que hoy, la Amazonía emite más CO2 del que captura.
Y sus paradas de recarga, como el Bosque Atlántico, sufren una deforestación sostenida relacionada a cultivos legales como los de la soja e ilegales como los de la marihuana. Desmonte que entre 1990 y el 2000 estuvo vinculado en un 80% a grandes propietarios.
Sabemos además que los incendios forestales, tanto en la Amazonía como en el Chaco o la Región Oriental, intervienen en el proceso de formación de nubes de lluvia.
Incendios que a su vez se producen debido a la vieja práctica de limpieza de pastizales para el agronegocio, principales emisores de gases de efecto invernadero de Paraguay.
Es imposible tener estudios concluyentes que establezcan una relación entre el cambio climático con la sequía del Paraná hoy. Probarlo lleva tiempo.
Pero sabemos muchas cosas. Como explica la física y meteoróloga española Isabel Moreno: Sabemos que eventos extremos pueden ocurrir cada cierto tiempo, sí. Pero también sabemos que olas de calor o sequías como las que tenemos hoy no son como las de hace décadas.
Sabemos que todos los eventos que alimentan al cambio climático – deforestación tanto para pastura y agricultura extensiva e incendios forestales – alteran el proceso de formación de lluvias, además de aumentar el promedio de temperatura en el suelo.
Sabemos que Paraguay ha sufrido ciclos extremos de inundaciones o sequías desde 2019-2020, lo que provocó incluso una recesión económica. Para el 2021, los pronósticos de sequía son similares o aún peores que los del año pasado.
Sabemos que la falta de lluvias amenaza la producción de energía hidroeléctrica y la navegación en barcazas de la misma soja que podría alimentar la bajante.
Por todo lo que sabemos, es insostenible una discusión entre desarrollo y ambiente. La sequía del Paraná es otra prueba más de que la crisis climática también ya es una crisis económica.