Soberanas

Las terapias de las Iglesias que torturan a jóvenes LGBT en Paraguay

Religiosos y pseudo profesionales de la salud mental ofrecen terapias de conversión sexual, una forma de tortura, con total impunidad.

Reportaje Juliana Quintana · Edición jazmín acuña · Ilustración lorena barrios & jazmín troche ·

Cuando iba al colegio, a Pilar le dijeron que la homosexualidad es una perversión y no la dejaban ir al baño con sus amigas. A la mamá de Derlis López, la pastora de su Iglesia le dijo a su mamá que tire sus jeans y shorts porque no era «ropa de hombre». Cuando Juan Manuel Talavera le confesó a un sacerdote que le gustaban los hombres, le recomendó el libro de un psicoterapeuta que escribía sobre conversión de la homosexualidad. A Osmar Ortiz, en sus círculos religiosos, le hacían repetir que Dios lo creó para casarse con una mujer y tener un hijo. 

El término «terapias de conversión» es la expresión paraguas más común para referirse a cualquier esfuerzo sostenido por modificar la orientación sexual, la identidad o la expresión de género de una persona, según el último informe de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA World). Como la mayoría de estos esfuerzos fueron concebidos a mediados del siglo XX como una respuesta a lo que en gran medida se consideraba una «patología», se enmarcaron y administraron en el campo de la salud mental como «terapias». 

Bajo el viejo paradigma, la heterosexualidad y la alineación del sexo asignado al nacer con la identidad de género se entendía como «la norma biológica» y cualquier forma de diversidad sexual se caracterizó como una desviación, una perversión o una enfermedad mental que podía curarse, cambiarse o «convertirse» con un «tratamiento» específico.

En Paraguay existen antecedentes de tortura con electroshock para supuestamente curar la homosexualidad en Filadelfia, en el Chaco. Pero las mal llamadas terapias no siempre se manifiestan así. La conversión también es un discurso médico-patologizante que, en alianza con grupos religiosos, logra penetrar con fuerza en las familias y en la cultura. 

En 2011, la Sociedad Paraguaya de Estudios sobre Sexualidad Humana emitió un comunicado en el que denunció las terapias de reorientación sexual que se desarrollaban en el país. En 2017, la Sociedad Paraguaya de Psicología publicó otro comunicado recordando que la Asociación Americana de Psiquiatría eliminó la homosexualidad de la lista de trastornos mentales ya en 1972 y la OMS la sacó de la lista de enfermedades mentales en 1990. La transexualidad también dejó de ser considerada un trastorno mental. 

El experto independiente de la ONU sobre orientación sexual e identidad de género, Víctor Madrigal-Borloz, publicó un informe en mayo de 2020 donde asegura que las terapias de conversión “pueden equivaler a formas de tortura” y pidió a los Estados que colaboren con prohibirlas. 

Pero en Paraguay, las terapias no están prohibidas. 

Por el país han pasado varios referentes religiosos y pseudo-psicólogos repetidas veces con el fin de «restaurar la homosexualidad». «Nos vemos en abril amigos de Paraguay», anunciaba en su cuenta de Facebook Everardo Martínez Macias. El hombre se define como «psicólogo especialista en desarrollo de la heterosexualidad».

La radio Voz del Chaco publicitó en 2012 la visita de José y Silvia Cinalli, una pareja argentina que tenía a su cargo el seminario «Restauración Sexual». En el país vecino fueron denunciados por sus prácticas. La invitación citaba a líderes, pastores y miembros de las diferentes iglesias de Filadelfia, Villa Choferes y Loma Plata. 

El uruguayo César Yamandú, radicado en Paraguay, fue representante de Exodus, una prominente organización estadounidense que por más de tres décadas promovió la supuesta efectividad de las terapias de conversión, que fue expuesta con fuerza. En 2012 su presidente, Alan Chambers, confesó que no servían y decidió cerrar la organización al año siguiente. Pero algunos de sus ministerios siguen operando hasta hoy. 

Más recientemente, el autodenominado profeta Joshua de Nigeria, también conocido como «liberador de espíritus homosexuales», tuvo su recorrido por Paraguay en 2017. El diputado colorado Bernardo Villalba propuso entregarle la máxima distinción que otorga la Cámara legislativa.

Mientras que Bob Fife de Canadá, autodenominado «ex-gay», vino al país para dar su testimonio de «redención» en septiembre de 2019 en el Centro Evangélico Mennonita de Teología Asunción (CEMTA) y en la Iglesia Menonita Concordia.  

El canadiense Bob Fife, autodenominado «ex-gay», vino al país para dar su testimonio de «redención» en septiembre de 2019 en el Centro Evangélico Mennonita de Teología Asunción (CEMTA) y en la Iglesia Menonita Concordia.

El Ministerio Restauración Argentina, una organización que dice proveer ayuda a personas con problemas sexuales, anunció que llevarían a cabo una conferencia en la Iglesia Raíces de Fernando de la Mora –donde se congregaba el ex presidente Nicanor Duarte Frutos y su familia– para restaurar, entre otras cosas, «trastorno de identidad de género, homosexualidad/lesbianismo». Era el año 2011. Osmar Ortiz conoció personalmente a uno de los pastores de ese Ministerio, Mauricio Montión. 

En entrevista con El Surtidor el psicólogo Maximino Vera confirmó que fue él quien invitó a  Montión a traer el Ministerio de Restauración a Paraguay hace casi diez años. Hoy en día, el psicólogo realiza seminarios en diversas iglesias y congregaciones. «Lo sexual tiene que ver con la desviación del comportamiento sexual», dice al referirse a su trabajo en esta área. Según él, las «desviaciones sexuales» pueden estar relacionadas con experiencias en la niñez o adolescencia. «Podría empezar, en algunos casos, en la zoofilia, experimentando con animales», asegura. 

Su invitado, Montión, vino con su esposa, su hijo y su cuñada, una supuesta «ex lesbiana». En ese momento, Osmar Ortiz creía en un Dios que señalaba y condenaba. Comenzó a acompañar el proceso de creación del Ministerio en el país, con Montión a la cabeza. 

Ese mismo 2011 se realizó un segundo encuentro en la Iglesia Emanuel donde hubo cerca de cien personas. Además de los testimonios de «ex-gays y lesbianas», en el evento se ofrecieron herramientas para recibir acompañamiento psicológico. En los ejercicios le pedían a Osmar que repitiera: «Dios me creó hombre», «Dios me creó a su imagen y semejanza».

«Yo también tenía ese discurso, le decía a la gente que podía cambiar, que Dios les sanaba. Pero era una mentira que yo me creaba a mí mismo», cuenta. Para entonces, Osmar ya le había contado a Maximino Vera que era gay. 

Mauricio Montión, del Ministerio Restauración, una organización que dice proveer ayuda a personas «con problemas sexuales», vino a Paraguay a ofrecer charlas en las que proponía «restaurar» la homosexualidad y la identidad de género.

La búsqueda de una cura para una enfermedad que no existe

En la primera Iglesia en la que se congregó Osmar Ortiz, Piedras Vivas, los domingos eran para aprender los versículos: se memorizaban los textos y hasta habían competencias bíblicas. Tenía 16 años y su búsqueda personal recién empezaba. En el 2011, comenzó a congregarse en la Iglesia Sanidad Divina, de Caaguazú. Allí se involucró en el ministerio juvenil por primera vez. A la par, se acercó al Grupo Bíblico Universitarios en Asunción. 

Tuvo unos mentores estadounidenses a los que les comentó de su «lucha interna». Le hicieron leer un manual de un programa de sanidad y discipulado, Aguas Vivas, y un libro titulado Fortaleza en la debilidad: Superando el quebranto sexual y relacional. «Cuando me empezó a tocar todo eso me di cuenta que, si había personas que pudieron cambiar, yo también podía», recuerda Osmar. 

El libro tiene ocho capítulos y habla de un «proceso de sanidad». Entre los motivos que señala como factores que provocarían la homosexualidad están el abuso sexual, la ausencia de un padre y la sobreprotección de una madre. «Para mí era tal cual, yo tenía un papá ausente, una mamá que me sobreprotegía. Todas eran características que supuestamente partían de un lugar de trauma», señala. 

En la Iglesia Sanidad Divina estaba a cargo del grupo juvenil. En ocasiones, iba a casas de oración donde le imponían mano para «quitarse lo de homosexual». Durante una supuesta liberación, las hermanas oraban en voz alta y él caía al suelo gritando que ya se había curado. 

«Quizás lo tenía guardado porque días antes miré a un tipo o me gustaba mucho alguien de la Iglesia. Pero, a la larga, me daba cuenta de que me seguían gustando los chicos. Era una frustración con la que me chocaba todo el tiempo», cuenta Osmar. 

En el 2016, un pastor de la iglesia Kadosh dijo en televisión que podía curar la homosexualidad y el VIH. La ONG SomosGay los denunció por usurpación de funciones del Ministerio de Salud. Su director, Simón Cazal, relata que fueron hasta la Fiscalía: «Intentamos que la fiscalía diga lo que nosotros ya sabemos: uno, que la homosexualidad no es una enfermedad y dos, que estaban actuando de mala fe». 

Cazal conoce la forma de operar de algunas iglesias que inhiben y castigan la identidad de género y la orientación sexual que divergen de la heterosexualidad. Puede comenzar con un adulto que inventa un ritual, un juego o cuenta una historia que es traumática con respecto al cuerpo, en general, o al sexo, en particular. Se genera un vínculo íntimo entre las familias y los líderes de las iglesias, quienes les aconsejan sobre cómo pueden «corregirse». En ocasiones, se involucra también a un psicólogo o psicóloga que sostiene la misma línea. 

También rememora algunos de los episodios más trágicos que vivió la comunidad LGBTI en las últimas décadas. En los 90, cuando el VIH empezó a adquirir cierta relevancia, las personas no recibían apoyo del Estado. Cazal cuenta que muchas personas LGBT, en especial mujeres trans, iban a morir a una clínica de la capital. 

«Vos tenías la desgracia de caer en esa clínica y, mientras estabas ahí, no había un minuto que no se te recuerde que eras un enfermo que tiene que cambiar. Se le daba la eucaristía a la gente enferma y era una tortura. A las chicas trans, especialmente, cuando ya estaban a punto de fallecer, les hacía aceptar a Cristo y desconocer “su vida de pecado”, borrar su identidad para morir como hombre que vino al mundo», rescata Simón Cazal de testimonios que llegaron a él. 

En 2011, la Coalición LGBTI de Paraguay lanzó en el país la campaña regional llamada Curas que matan. Buscaban oponerse a cualquier terapia que pretendiera curar la orientación sexual y la identidad de género. Aireana, grupo por los derechos de las lesbianas, formó parte de esta campaña y, en diálogo con otras organizaciones y profesionales de la salud mental, se organizaron para que las sociedades de psicología y psiquiatría se pronuncien sobre el tema.

Una forma de tortura 

Cuando Luciano salió del closet, en el 2007, tuvo que irse de su hogar. Describe ese momento como traumático. Iba de casa en casa buscando refugio en sus amistades. «Todo ese tiempo que estuve alejado, ellos buscaron algún tipo de solución para mi problema», dice, refiriéndose a sus padres. 

A sus 23 años viajó con su papá a una semana de retiro en Guadalajara, México,  organizado por Courage Latino, un apostolado de la Iglesia Católica que según su página web, se dedica a brindar «atención espiritual a personas que experimentan Atracción al Mismo Sexo» (AMS). Promueven, «inspirados por el llamado del Evangelio, por propia voluntad», la castidad acorde a enseñanzas de la Iglesia sobre la bondad y lo que entienden como propósito de la sexualidad humana. El retiro fue impartido por Everardo Martínez. 

Martínez es un supuesto psicólogo mexicano, fundador de VenSer, una clínica de psicólogos cristianos dedicada a «rescatar» personas de la homosexualidad. Vino a Paraguay al menos en dos oportunidades. Un informe de ILGA World expuso las violaciones al derecho de identidad sexual al que se somete a miembros de la población LGBT en las «terapias de conversión». En el informe figuran las «terapias» de Everardo Martínez. 

Luciano recuerda el testimonio de un seguidor que era gay. Decía que su papá llegaba alcoholizado a la casa y que lo obligaba a practicarle sexo oral. En muchos pseudo-tratamientos, se utilizan testimonios buscando vincular situaciones de abuso como causantes de la homosexualidad. «Había una dinámica en la que mi papá tenía que ocupar mi lugar y yo el suyo. Yo tenía que defender la idea de corregir y enderezar mi vida y él tenía que tratar de convencerme de que ser gay estaba bien. Pero él no quiso hacerlo», rememora. 

Cuando volvieron a Paraguay, el papá contrató a Everardo Martinez para que le diera sesiones de consejería por Messenger. Cobraba 20 dólares por hora y se encontraban dos veces por semana. Pero él ya sabía que no iba a funcionar. Eventualmente, dejó de asistir. «Varias veces me pregunté por qué no me quedé callado», dice refiriéndose a salir del clóset con sus padres, «pero me quité un gran peso de encima. Cambió mi vida».

El  Ministerio de Restauración que intentaron establecer en Paraguay perdió fuerzas. Pero Osmar Ortiz continuó una intensa búsqueda personal de algún tipo de contención por su orientación sexual en las iglesias. Conoció un grupo para varones homosexuales llamado Grupo de Amor, Aceptación y Perdón (GAAP). 

Ese grupo lo lideraba el mismo psicólogo encargado de redactar y producir los contenidos de la revista de «Decisiones», Joel Cirian Rodríguez. «Decisiones» es una revista que contiene información falsa sobre salud sexual que durante al menos siete años se produjo con dinero del Estado y se repartió a miles de estudiantes en Paraguay, según una investigación de El Surtidor. 

En ese grupo, que tenía encuentros una vez por semana en el Jardín Botánico de Asunción, conversaban sobre los pecados de la homosexualidad y trataban de «adquirir modales masculinos» a través del fútbol. Allí también tenían que confesar si se masturbaron, si miraban pornografía, si pensaban en hombres. Osmar Ortiz fue por siete meses y con el tiempo, el grupo se dispersó. Cuenta que uno de los jóvenes que asistía a las reuniones se suicidó en 2014. 
Casi simultáneamente a los encuentros con el GAAP, se inscribió en un curso online que dictaba Libres en Cristo, que consistía en «60 días de sanidad interior», en el que recibía acompañamiento de un mentor. A Osmar le tocó el supuesto profeta Luis Chavarría Acuña que, el primer día, le pidió que contestara el siguiente cuestionario:

También se puso en contacto con Exodus Internacional. Así conoció a César Yamandu, que  de Exodus coordinaba un Ministerio de Terapias Reparativas y citaba a jóvenes en su casa junto a su librería Oasis, en la ciudad de Villa Elisa. Los recibía los sábados de mañana, oraban y le contaban cómo se sentían. Yamandu les hacía repetir una y otra vez frases como «Dios nos hizo a imagen y semejanza». «Para nosotros, en el contexto religioso, decir que éramos homosexuales era decir una mentira», asegura. El Surtidor intentó contactarse con Yamandu pero no hubo respuesta.

Osmar lo vivió todo como una tortura: «Lo más doloroso era el martirio y la tortura psicológica. Vos te torturabas diciendo que todo lo que hacías estaba mal, te hacía sentir indigno. No decirte que eras una persona limpia, sin pecado, porque te gustaba un tipo». 

También comenzó a congregarse en el Centro Familiar de Adoración (CFA) – una de las iglesias evangélicas más grandes del país – que cuenta con un plantel de psicólogos. Se convirtió en «líder de célula», un grupo de jóvenes. Cada uno tenía sus 12 discípulos y, a su vez, dependían de otras 12 cabezas. 

Cuenta que en el seminario de sanidad que se imparte a los nuevos convertidos, los fieles deben llenar unas «hojas de renuncia». En ellas aparecen la lujuria o la mentira como pecados. También figura la homosexualidad. Al final del rito, los líderes les piden que se deshagan de la culpa y que rompan las hojas. 

Con el tiempo, y sin darse cuenta, Osmar Ortiz se había convertido en un referente para muchos homosexuales que se congregaban en el CFA. Su líder de célula sabía que era gay y, sin embargo, le había dado la tarea de ayudar a restaurar a otros. Varias personas se le acercaban y le pedían consejo. «Yo no sabía qué aconsejarles porque yo mismo no sabía qué hacer. Recién cuando conocí a alguien que me gustó realmente me di cuenta de que me estuve negando todo este tiempo. Pero lo más horroroso fue que me seguía yendo al CFA, que yo seguía siendo líder de célula y me seguía yendo a Exodus», confiesa.

Emilio Abreu, quizás el pastor más mediático del CFA, decía que quienes se sintieran indignos de participar de la Santa Cena, no debían hacerlo porque estarían consumiendo condenación. «En ese momento yo ya tenía novio, pero no era feliz porque no podía entender que Dios no me acepte como yo era. Lo peor era cuando mi mamá se iba conmigo a la Iglesia», relata Osmar Ortiz. 

Otro pastor del CFA, Miguel Ortigoza, uno de los principales voceros del movimiento anti-derechos en Paraguay, habló el 9 de diciembre de 2020 en una conferencia titulada «Defensa de la vida y familia, prioridades máximas en el Paraguay», en la sede del partido de gobierno, la Asociación Nacional Republicana (ANR). «Nadie nace gay», aseguró, «es un problema de identidad que puede ser perfectamente resuelto. Esta gente sufre mucho y las estadísticas demuestran que son elevados los índices de suicidio entre ellos». 

Lo acompañó en su intervención el ex presidente de Paraguay, Horacio Cartes, quien se refirió a la comunidad LGBTI como «los de la bandera multicolor» y, en tono desafiante, invitó a sus seguidores a «salir a pelear». «Nosotros queremos a Dios, al Paraguay, a nuestra familia y a nuestros hijos», insistió. 

Juan Manuel Talavera, de Cristianos Inclusivos, una comunidad de cristianos de varias denominaciones que tienen una mirada incluyente a la diversidad sexual, explica lo que ocurre en los jóvenes que acuden a las iglesias: «Mucha gente que termina yendo con Emilio Agüero o Abreu son casos de ex católicos que van luego de algún problema; en esa desesperación buscan actualizar su fe. Uno de esos problemas de desesperación es la orientación sexual. Uno convive con un discurso estigmatizante y con la culpabilidad»

Antes de salir del clóset, Juan Manuel quería ser cura. Tiempo después, se dio cuenta de que le atraían los varones. El sacerdote que lo confesaba le recomendó la terapia de un psicólogo de nombre Gerard van den Aardweg, un holandés que conduce «terapias reparativas». «Mi detonante fue cuando caí en depresión y comencé a tener ideas suicidas». Desde ese momento, inició un largo proceso con su psicóloga para alejarse de la idea de que ser homosexual es un trastorno. 

El quiebre definitivo de Osmar Ortiz se dio cuando asistió al «I Encuentro Ecuménico de la Diversidad Sexual» de Cristianos Inclusivos. Ahí escuchó por primera vez en su vida a un pastor y a un sacerdote hablando con un mensaje de amor y contención. Escuchó que Dios ama a todos tal cual son. Escuchó que la diversidad puede estar acompañada de la fe. «Recién a mis 32 años salí del clóset y me sentí libre. Pude decir con franqueza: –Soy gay, creo en Dios y puedo participar de la santa cena». 

*Algunos nombres fueron cambiados para resguardar la identidad y la integridad de las víctimas.

El especial «Niéguese a sí mismo» es una serie de reportajes investigativos coordinados por la Agência Pública de Periodismo de Brasil en alianza con Ojo Público en Perú, El Surtidor en Paraguay, Mexicanos contra la corrupción y la impunidad de México y la reportera Desirée Yépez de Ecuador.