Hablar de bosques valiosos en Sudamérica es pensar, sin mucho esfuerzo, en el Amazonas. Pero otra gigantesca masa boscosa de gran valor cubre territorios enteros de Argentina, Brasil y Paraguay: el Bosque Atlántico. Fue parte de las grandes formaciones latinoamericanas de bosque denso, empezando en el océano Atlántico y extendiéndose hasta el centro del continente. La zona que cubre en nuestro país se conoce como Bosque Atlántico del Alto Paraná (BAAPA), y abarca diez de los 14 departamentos de la región Oriental. Al igual que el Amazonas, el bosque Atlántico es vital para mantener el equilibrio del clima del Cono Sur y en particular de Paraguay. Para especialistas, se trata de una de las regiones más biodiversas del mundo.
Fátima Mereles, una botánica, curadora, exploradora y profesora de la Universidad Nacional de Asunción que se especializa en el estudio de la flora paraguaya, sabe que en el BAAPA existen especies endémicas de la zona. Es decir, árboles, plantas, flores y animales que solo viven en este territorio y no están en ninguna otra parte del mundo.
Cerca de 20.000 especies de plantas y al menos 2.000 especies de animales se encuentran en todo el Bosque Atlántico, según datos de WWF-Paraguay. Allí conviven el jaguar, el perezoso, el tamarino y el tucán. Más de 30 especies de mamíferos, nueve especies de aves y alrededor de 100 especies de ranas se han descubierto desde 1990, y en uno de sus reportes científicos, la fundación registró al menos 443 especies de árboles en solo una hectárea de este bosque. Para la organización Guyra Paraguay, de un poco más de 700 especies de aves que se registran en Paraguay, el BAAPA aporta hábitat para más del 80%. Pero el avance de las actividades humanas, como grandes extensiones de cultivos y la deforestación asociada, apeligran la permanencia de esta ecorregión: se calcula que apenas el 16% de todo el Bosque Atlántico original se mantiene en pie, y solo 9% de la parte que cubre nuestro país.
El alcance de la destrucción en el BAAPA
La botánica como rama científica llegó a Paraguay a finales de la década de los 70, años en los que también empezaba la deforestación a gran escala en la región Oriental. Por esta razón, nadie puede saber con rigor la biodiversidad que se extinguió porque no se tienen suficientes estudios. «Es imposible determinar la cantidad de especies que se perdieron en esas épocas de devastación», explica la profesora Mereles.
Pero datos históricos de las últimas décadas dan cuenta de la magnitud del ecocidio. Según un análisis de pérdida de masa boscosa de Global Forest Watch (GFW), de 2001 hasta 2021 toda la zona de influencia del BAAPA ha perdido 1.438.495 hectáreas de bosques, una superficie equivalente a todo el departamento de Caaguazú y Cordillera. El Instituto Forestal Nacional (Infona), en un informe oficial, indica que entre 2017 y 2020 todo el país perdió 756.967 hectáreas de bosques. De esta cantidad, unas 89.000 hectáreas corresponden a la región Oriental, donde se asienta el BAAPA y donde, en teoría, rige la ley de Deforestación Cero. El Infona señaló en su informe que el narcotráfico es un elemento que amenaza la conservación de los bosques. En el periodo 2017 y 2020, al menos 10.000 hectáreas fueron destruidas en la región Oriental a causa de plantaciones de marihuana.
En 1984, el BAAPA cubría gran parte de Canindeyú, San Pedro y Amambay (imagen 1). Para 2020, la deforestación arrasó con gran parte de los bosques (imagen 2).
Pero no todo lo que se ha perdido en el BAAPA ha desaparecido por completo. Según Rodrigo Zárate, investigador y coordinador de programas de conservación de sitios de Guyra Paraguay, otro fenómeno se ha dado con varias especies de animales: la extirpación o extinción local. Esto ocurre cuando especies definidas en un lugar van desapareciendo del mismo o, en algunos casos, migran a otros lugares por haber perdido su hábitat natural.
«En la región sur, los depredadores grandes como el jaguareté (Panthera onca) han sufrido extinción local. También los macro mamíferos como el mborevi (Tapirus terrestris), o el ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus). Hay varias especies importantes dentro de la fauna del Paraguay que han sufrido esta extirpación o extinción local», explica Zárate.
Investigadores de Guyra Paraguay dejaron de tener registro de aves que todavía se encontraban en la región del BAAPA hace 30 años. «Nosotros ya no tenemos registros de una especie de alto valor que es la jaku apetĩ o yacutinga (Pipile jacuting). Hay registros históricos de la presencia de esta ave, pero desde hace 15 o 20 años ya no. Nuestros investigadores no pudieron evidenciar su presencia», asegura el investigador.
Oscar Rodas, director de cambio climático y políticas de WWF-Paraguay, cuenta que en lugares como Santa Rosa del Aguaray, una localidad del departamento de San Pedro perteneciente al BAAPA, se encontraba el hábitat de aves como el guyra campana, el ave nacional y el mboi ro’y, una de las mayores especies de boa que existe en Paraguay. Pero sucesivos incendios en los bosques de la estancia Paso Kurusu, de la empresa XT Paraguay del brasileño Ulises Rodríguez Teixeira, han puesto en peligro esta biodiversidad. La estancia, de unas 22.000 hectáreas, hoy es un desierto de tierra roja y de plantaciones de grano.
¿Cómo se mide el valor de un bosque?
Una de las primeras lecciones de ciencias en las escuelas es hablar de los árboles. El proceso mediante el cual los árboles purifican el aire, absorbiendo dióxido de carbono para liberar oxígeno y así permitir que la vida continúe su curso, ha dejado a generaciones de niños y niñas absortos.
Pero esa fascinación inicial no ha sido suficiente para que el sentido común adulto se decante por el cuidado irrestricto de los bosques. Se han diseñado otras maneras de calcular su valor, y por ende, medir el alcance de su pérdida. En el BAAPA, la extinción de los bosques se puede evaluar en términos estrictamente económicos. Para Fátima Mereles, con un manejo adecuado, esta potencia forestal podría haber retribuido con ingresos multimillonarios a todos los sectores económicos y comunidades del país.
La ingeniera ambiental Natalia Peralta Kulik ha usado un sistema de medición para llegar a la valoración económica de un bosque. Su tesis se centra en el BAAPA y ella calcula que cada hectárea tiene un valor de G 16.619.622 como mínimo (2300 dólares aproximadamente). Para el cálculo se tuvo en cuenta que en estos momentos el BAAPA se considera un bosque degradado. Es decir, el valor puede ser muy superior en un bosque en estado de conservación.
Los servicios ambientales también aproximan un valor económico, pero con limitaciones. Desde 2006, en Paraguay se encuentra vigente la ley N° 3001 de Valoración y Retribución de Servicios Ambientales, un mecanismo de compensación para aquellos propietarios que fueron privados de derechos de uso de sus bosques por la ley de Deforestación Cero. La ley busca compensar la rentabilidad que el propietario dejaría de obtener en actividades productivas como la agricultura o la ganadería extensiva, a cambio de conservar sus bosques.
La profesora Stella Mary Amarilla, ingeniera forestal y magister en socioeconomía ambiental, lideró una investigación sobre el pago de estos servicios ambientales en Paraguay. En ella explica que, a la hora de dar la certificación de servicios ambientales, se puede calcular la pérdida económica que pudo haber sufrido el propietario al no utilizar ese territorio. Pero el problema es que no se cuantifica el daño ambiental que se pudo ocasionar a partir del uso de esos bosques. Según su investigación, es necesario hacer una mejor reglamentación de otras formas de certificación a la hora de aplicar estos servicios ambientales.
En 2020, un informe de la consultora Boston Consulting Group (BCG) dio a conocer un cálculo del valor monetario que tendrían los bosques en todo el mundo: entre 50 y 150 billones de dólares.
Para el cálculo, tuvieron en cuenta cuatro elementos: la función de los bosques como reguladores del clima; los beneficios ambientales como la depuración del agua y el aire; el valor comercial que dan los recursos como la producción de papel y; el valor social, que tiene que ver con cómo los bosques son medio de subsistencia de millones de personas y que siguen siendo sitios de hogar de miles de comunidades en todo el mundo.
Sin embargo, la consultora advierte que existe un riesgo altísimo de que, para el 2050, la masa boscosa del planeta pierda su valor en un 30%.
En Paraguay, pese a las leyes creadas para evitar la destrucción de bosques como el BAAPA, lo concreto hasta hoy es la impunidad. Empresarios del agronegocio junto a autoridades nacionales, departamentales, locales y judiciales han logrado que todos los casos donde se investiga grandes deforestaciones terminen en la nada. Un caso emblemático es la destrucción de los bosques en estancias de Ulises Teixeira, donde el empresario solo tuvo que pagar G 150 millones en multa años después de grandes incendios que arrasaron con bosques y pastizales en una superficie de más de 7.000 hectáreas, o casi dos tercios del tamaño de Asunción. Los casos así son comunes. Un informe de la Dirección Ambiental de la Corte Suprema de Justicia revela que, de 167 causas abiertas entre 2019 y 2021 por la tala ilegal o la quema de bosques, apenas cinco de ellas llegaron a juicio oral. De esta cantidad, en apenas un caso la justicia ordenó reparar el daño ambiental ocasionado.