Un grupo de madres no se resignó a los diagnósticos médicos sobre sus hijos, aquejados por distintas dolencias como la epilepsia y el autismo. Se negaron a aceptar que la única solución para aliviarlos fuese sólo más droga sintética. Insistieron, preguntaron, investigaron y probaron. Así encontraron una respuesta: el aceite medicinal de cannabis, una planta utilizada hace miles de años y perseguida hace menos de cien. Al hacerlo, también se toparon con un enemigo de tres caras en la industria farmacéutica, el Estado y el narco. Pero no se rinden. Si de algo se arrepienten, es de no haber probado antes.