La lucha de las mujeres indígenas por sobrevivir a la pandemia

Pueblos indígenas son los últimos en acceder a agua potable o atención médica. Para las mujeres, el coronavirus solo empeoró todo lo que ya estaba mal.

La gripe no abandona a los Ava Guaraní Paranaense de Tekoha Sauce, la comunidad de Alto Paraná que hace 38 años fue desterrada durante la construcción de la represa Itaipú. Unas 40 familias acampan en un húmedo camino de tierra entre la reserva Limoy de la hidroeléctrica y cultivos de soja, tras el desalojo de 2016 cuando volvieron a reclamar sus tierras. Elsi Martínez, 28 años, vive bajo una carpa con sus 2 hijos y su pareja. Dice que tener atención médica nunca fue fácil.

«Yo he visto que la gente que va al hospital, necesita terapia. Para los indígenas no hay esa posibilidad. Incluso antes de esta pandemia no teníamos ese privilegio, por así decir, de que nos den una cama. No nos atienden como a los demás. Si le falta un remedio a los otros, jamás nos van a dar a nosotros. Somos los últimos, si sobra algo nos van a dar (…) Hablamos que si a uno le agarra acá, es mejor quedarse en casa y morir.»

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Elsi Martínez
Ava Guaraní Paranaense de Tekoha Sauce

La relatora especial de la ONU sobre Derechos de los Pueblos Indígenas, Victoria Tauli-Corpuz, dice en su informe sobre Paraguay que el racismo y la discriminación están en la raíz de muchos de los problemas de los pueblos indígenas. El resultado: siete de cada diez viven en la pobreza.

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En Sauce no hay dinero para comprar comida, menos para alcohol en gel o tapabocas. Por la cuarentena, no pueden salir a hacer changas. Pero Elsi tiene triple trabajo ahora que todos están en casa: además de cuidar a su familia y hacer «las cosas de la casa», debe dar clases a sus hijos.

En Paraguay, las enfermedades respiratorias causaron 120 muertes en 2019. Angelina Barrientos, lideresa de la Organización de Mujeres Guaraní Occidental, cuenta que hace tres años varias personas murieron de neumonía en la comunidad Macharety de Boquerón, Chaco, a unos 500 km de Asunción. Pide al Ministerio de Salud equipar con respiradores el hospital regional de Mariscal Estigarribia para atender casos graves de covid-19, así no deben trasladar pacientes a la capital.

La lideresa de 42 años dice que la pandemia empeoró las cosas para las 200 familias que viven en Macharety, donde no llueve lo suficiente desde noviembre. La sequía mató los cultivos de maíz, poroto y zapallo que eran para autoconsumo.

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«Nosotras como mujeres hemos trabajado en un sistema de aljibes familiares donde se almacena el agua de lluvia. En eso solo tenemos para consumo humano, no se puede usar para bañarnos o lavar ropa. Tenemos que administrar bien para que nos pueda aguantar ocho meses sin lluvia en la zona. Algunas comunidades consumen todavía agua sin tratar de los tajamares.»

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Angelina Barrientos
Guaraní Occidental de Macharety, Boquerón

Hasta 1950 no había sistema de distribución de agua potable en Paraguay. Setenta años después, el 40% de la población indígena sigue sin poder acceder a este derecho básico.

El acceso al agua es un problema en el pantanal, el humedal más grande del mundo. Nancy Vierci, lideresa ishir de la comunidad Karcha Bahlut de Alto Paraguay, dice que tampoco tienen buena conexión eléctrica. Si alguien se queda sin batería en el celular, debe hacer 17 km de camino de tierra en moto hasta Bahía Negra. Casi media hora solo para cargar el teléfono. Por eso, a fines de abril compró a cuotas un generador eléctrico de Asunción.

«Agua potable no tenemos, pero conseguimos un tanque con motor que usa gasoil. Cada casa recibe agua del tanque, que es del río Paraguay. Tomamos natural, sin cloro, nada. Por suerte estamos vivos todavía. Cuando termina el sulfato de aluminio, hay que consumir naturalmente.»

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Nancy Vierci
Ishir de Karcha Bahlut, Alto Paraguay

Los ishir también deben ir a Bahía Negra cuando enferman. La gripe es lo más frecuente, sobre todo en los niños. Y la sequía que afecta al Chaco afecta a la comunidad. No se puede cultivar, pescar ni cazar para consumo. Por ahora, las ollas populares salvan del hambre.

La comunidad Santa Rosa del pueblo Qom cerró la ruta Transchaco el 28 de abril para reclamar víveres a la Secretaría de Emergencia Nacional. Para la lideresa Bernarda Pesoa, era la única manera de que les hagan caso después de casi dos meses. Los alimentos llegaron ese mismo día.

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«Nos tenemos que quedar en casa en la comunidad y es casi imposible porque la gente se dedica a la artesanía, a la venta de yuyos. Pero tampoco una puede salir en busca de su comida porque no hay gente, ya no hay venta. Eso nos golpeó mucho. Estamos haciendo ollas populares y trueques. El que no tiene sal, aceite o yerba consigue con el vecino.»

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Bernarda Pesoa
Qom de Santa Rosa, Chaco

Unas 70 familias viven en Santa Rosa, ubicada en Cerrito, Presidente Hayes, a casi 50 km de Asunción. A diferencia de otras comunidades del Chaco, aquí tienen los servicios básicos cubiertos, incluido un puesto de salud.

Otra comunidad que accede a servicios básicos es Redención, en la zona urbana de Concepción. Es de las pocas que tiene un médico en su puesto de salud. Aquí el problema, como en otros lugares, es que la mayoría de las 160 familias está sin trabajo. Jacinta Pereira, lideresa sanapaná, dice que por eso hacen ollas populares de lunes a lunes.

«La mayoría de nosotros vendíamos telebingo, todos los bingos, y el diario. Ahora paramos por la enfermedad. Pero, gracias a Dios, recibimos un poco de ayuda de la ciudadanía concepcionera. Los víveres del Indi no alcanzan para un mes.»

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Jacinta Pereira
Sanapaná de Redención, Concepción