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Cómo hicimos el reportaje sobre violencia sexual en desalojos en el campo

Las decisiones que tomamos para narrar violencia de género por parte del Estado

Jazmín Acuña

Escribir sobre violencia sexual es una de las coberturas más difíciles de encarar. Como mujeres periodistas, documentar los testimonios de las sobrevivientes significa dejar que te atraviesen sus historias. Es imposible escribir sobre una violación que pudo ocurrirle a una misma y que no te afecte de manera muy personal. Y por el lado de las víctimas, aunque cada caso es distinto, un elemento siempre está presente, que es la dificultad que tienen de hablar de lo ocurrido. Por eso, cuando nos enteramos que un grupo de mujeres campesinas decidieron contar cómo policías abusaron de ellas en un desalojo hace 19 años en Caazapá, no hubo un segundo de duda. La decisión colectiva de ellas de revivir juntas la violencia de género infligida por agentes del Estado es de una importancia histórica y regional. Y nuestro rol era claro: el de narrar su denuncia. En este espacio queremos compartir nuestro proceso de producción del trabajo, con los aprendizajes y desafíos.

Nos acercamos a las sobrevivientes a través de personas de su confianza

Antes de la cobertura de campo, realizamos un pre reporteo con la secretaria general de la FNC, Teodolina Villalba, y la coordinadora de la Brigada de Mujeres de la organización, Dora Flecha. Esto sirvió para comprender que lo ocurrido en Caazapá no era un hecho aislado, sino algo recurrente en operativos estatales desde la dictadura. Y que la violación se usó contra ellas como se la usa en las guerras: como un arma para humillar, infundir terror y reubicar a poblaciones. Teodolina y Dora tendieron el puente para hablar con las sobrevivientes, que de forma colectiva decidieron contar lo que pasó casi 20 años después. Sin la mediación de estas dirigentes, hubiera resultado muy difícil concretar el trabajo.

Escuchamos más y preguntamos menos en las entrevistas

En julio de este año, viajamos con la fotógrafa Leonor de Blas hasta el asentamiento 11 de Mayo de San Juan Nepomuceno. Allí realizamos la cobertura de campo, que incluyó entrevistas a diez mujeres y cuatro varones víctimas del desalojo. La entrevista más desafiante fue con la sobreviviente de una violación sexual, a quien identificamos con el nombre ficticio de María Bogado para resguardar su identidad. María tiene la enfermedad de Parkinson, por lo que temíamos que se altere más al revivir episodios traumáticos. Por eso en la entrevista antes que preguntar, nos limitamos a escuchar. Le aclaramos desde el principio que estábamos allí para eso, para escuchar lo que ella había decidido contar. Para esto fue muy útil la guía Cómo hacer reportajes sobre la violencia sexual compartida por la Fundación Gabo sobre cómo abordar a una sobreviviente de violación y pensar el reportaje. 

La cobertura de campo en el 11 de Mayo de San Juan Nepomuceno incluyó entrevistas a diez mujeres y cuatro varones víctimas del desalojo. Foto Leonor de Blas.

Pero más allá de la preparación con lecturas previas y consultas con profesionales como una psicóloga, lo más importante fue creer en el relato de las víctimas. Y que ellas se sientan seguras de eso. En ocasiones anteriores ya dieron sus testimonios a otros periodistas que finalmente no les creyeron. La crueldad a la que fueron sometidas las mujeres por parte de policías les resultaba inverosímil, pese a que la FNC realizó las denuncias ante la Fiscalía y el Congreso. 

Ceñirnos al lenguaje de las sobrevivientes y mantener el foco en ellas, uno de los mayores desafíos

El guaraní fue clave para mantener una conversación cercana con ellas. Pero tuvimos el desafío de traducir ciertas expresiones al castellano porque no tenían equivalente. Tratamos de ceñirnos al relato de la forma más fiel posible, pero también omitimos algunos pasajes tanto o más crueles de los que describimos en el reportaje. 

Otro desafío fue conseguir que las mujeres hablen más de ellas y no en función a una lucha por la tierra marcada por hombres mártires. Si bien son conscientes de la importancia que tienen, cuesta mucho que lo digan. Algo que nos recordó a La guerra no tiene rostro de mujer, de Svetlana Alexiévich, en el que las mujeres soviéticas que combatieron durante la Segunda Guerra Mundial insistían en que las entrevistas las debían dar los hombres para contar «las glorias» de la guerra. 

Para no revictimizar, socializamos las decisiones del contenido del reportaje con las sobrevivientes

Omitir el nombre de María pero identificar a sus compañeras fue una decisión consensuada con cada una de ellas, así como las fotografías. En la cobertura diaria de una violación u otro tipo de violencia sexual, la regla es no dar detalles que permitan identificar a la sobreviviente para evitar una revictimización. Sin embargo, aquí lo hicimos porque las sobrevivientes y la FNC tomaron la decisión política de dar a conocer lo que consideran la represión más cruenta contra la organización campesina, impune hasta hoy pese a que presentaron denuncias en el año 2000. Por eso tampoco buscamos la versión de ex autoridades que las mujeres responsabilizan del operativo. La importancia de este reportaje está en el relato de ellas. 

La fotógrafa Leonor de Blas hizo retratos de las mujeres que accedieron a revelar su identidad.

Después del reporteo de campo, la organización para escribir fue clave para arrancar (y terminar) el texto 

Luego del reporteo en campo, el rol de la edición es clave porque se sientan las bases del reportaje. Es bueno pensar en esta etapa como cuando se diseña una casa. Sin una buena proyección, corre riesgo toda la construcción. 

Primero tratamos de responder de qué trata esta historia, o sea definir el ángulo. Podríamos haber puesto el foco en la valiente decisión de las campesinas de hablar sobre lo que les pasó hace tanto tiempo. Este ángulo nos hubiera permitido profundizar en las razones por las que las mujeres callan luego de una violación sexual. 

También teníamos la opción de destacar un sólo testimonio, el de María Bogado, y construir el reportaje en torno a ese único relato que tiene fuerza en sí mismo. Pero en ambos ángulos se perderían el rol protagónico del Estado en el crimen perpetrado por sus agentes y la riqueza de las historias de las demás mujeres. Finalmente decidimos narrar a través de los múltiples testimonios cómo representantes del Estado paraguayo, sus agentes policiales, ejercieron violencia de género para dirimir un conflicto de tierras; de la misma manera que ha ocurrido en países como México y Guatemala. 

El «esqueleto» que sostiene el cuerpo del reportaje

En esta etapa también diseñamos lo que llamamos el esqueleto de un texto. Es un ejercicio que consiste en esbozar las principales ideas o sub-temas que sostienen el ángulo de la historia. Esto permite visualizar mejor la publicación y evitar que se pierda el foco o se torne disperso con anécdotas o conceptos secundarios. También es una excelente guía que facilita la redacción, sabiendo que escribir puede generar mucha ansiedad. Cuando una está perdida en sus propias palabras, siempre es útil volver a mirar el esqueleto del texto. El nuestro lució así:

Así quedó un primer esbozo del “esqueleto” del reportaje, luego del trabajo de campo recogiendo los testimonios de las mujeres de Kagueti. Acá pensamos en la idea principal del texto y las ideas que apoyan a la idea central y ayudan a sostener el reportaje. Con esto se facilita mucho escribir.

Luego de identificar los sub-temas, anotamos qué fuentes consultar, como la abogada feminista Mirta Moragas, los trabajos de Lilian Soto sobre mujeres y dictadura y bibliografía sobre el uso de la violencia sexual como arma de guerra en conflictos. Esto último fue fundamental para enmarcar la denuncia de las mujeres de Caazapá dentro de un fenómeno más amplio, estudiado y juzgado a nivel regional e internacional como los casos de Sepur Zarco en Guatemala, Atenco en México y Ruanda. También buscamos demostrar que lo que ocurrió en Kagueti no fue un hecho aislado, sino un patrón de conducta de las fuerzas de seguridad en Paraguay. Para eso recurrimos a denuncias similares hechas por la Federación Nacional Campesina en otras ocasiones. Y en la historia reciente, nos remitimos al registro de la Comisión de Verdad y Justicia donde está consignado cómo la dictadura reprimió a las mujeres con violencia sexual. 

Edición versión uno, edición versión dos, edición versión tres…

Una vez escrito, el texto pasó por tres ediciones. La tarea principal fue la de balancear la historia entre las voces de las denunciantes y los insumos bibliográficos y las reflexiones de expertas. Pero siempre buscamos que los testimonios de las campesinas dirijan todo el reportaje. Una decisión importante fue ubicar la mayor cantidad de testimonios de agresiones al inicio. Con el efecto de la acumumulación buscamos que quede establecido el terror y la crueldad calculada que vivieron las mujeres de Kagueti a manos de los policías. 

Sobre el tono del reportaje, apostamos por un lenguaje sencillo y sobrio, ya que los relatos son de por sí muy potentes. A la hora de narrar abusos sexuales, preferimos ceñirnos a las palabras de las sobrevivientes, parafrasearlas evitando arreglos narrativos rebuscados. Simple y directo siempre es mejor para coberturas como estas. 

Por último, antes de publicar, le pedimos a colegas y especialistas en violencia de género que nos den un retorno sobre el reportaje. Como instancia de revisión es clave porque es el primer testeo de solidez de lo investigado. Recibimos sugerencias y recomendaciones sobre lenguaje, elección de casos y atención a cuestiones de privacidad de algunas sobrevivientes. 

Cómo ilustrar es una decisión política

Como todos los reportajes de El Surtidor se publican con una versión ilustrada de la historia en formato afiche o scroll, parte de nuestro trabajo es discutir con el equipo gráfico cómo representar los temas. En este caso, decidimos trabajar exclusivamente con las mujeres del equipo por ser un fenómeno que nos toca de una forma muy personal. La diseñadora, Jazmín Troche, se encargó de buscar referencias para ilustrar violencia sexual. Optamos por representar a las mujeres de Kagueti unidas, dignas y determinadas. Podíamos elegir que la ilustración se centre en la escena del desalojo y la violencia perpetrada, pero preferimos destacar a las mujeres y transmitir con sus rostros sus sentimientos. Y Lorena Barrios, la ilustradora, usó las fotografías de Leonor de Blas para dibujarlas.

Referencias que usamos para la ilustración de las mujeres de Kagueti.

Las fuentes que nos sirvieron para construir el reportaje

Para terminar, compartimos los textos que usamos para hacer este trabajo: 

• La guerra contra las mujeres de Rita Segato

• La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Alexiévich

• Mujeres, dictadura y resistencia de Lilian Soto

• Informe Sombra del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de Codehupy

• Informe Chokokue 1989 – 2013 de Codehupy

• Informe final de la Comisión de Verdad y Justicia

• Violencia sexual como crimen de lesa humanidad: los casos de Guatemala y Perú

• La violencia sexual relacionada con los conflictos, un documento del Consejo de Seguridad de la ONU

Este post, parte de el blog de El Surti, un espacio para conversar sobre el periodismo que hacemos. Fue escrito por Jazmín Acuña, cofundadora y editora. Ella  cubre cómo es ser mujer en el país más católico de Latinoamérica, aunque ahora mismo enfocada 24/7 en informar sobre la pandemia en Paraguay y la región. Es licenciada en Relaciones Internacionales de Connecticut College y forma parte de la Red de Periodistas Feministas de Latam y de Latam Chequea.  Seguíla en Twitter aquí.

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