Los migrantes contienen la pandemia en albergues, a costa de su salud

La cuarentena obligatoria de paraguayos que llegan del exterior permite contener la covid-19. Pero quienes están en albergues se exponen a contagios y discriminación.

Isaac Velázquez esperó cuatro días en el puente de la Amistad hasta que pudo ingresar a Ciudad del Este. Al igual que él, cerca de cien paraguayos llegan al puente todos los días desde Brasil, el epicentro actual de la pandemia. El joven de 28 años cumple cuarentena obligatoria en una cancha techada con zinc, uno de los 55 albergues que el gobierno habilitó para el aislamiento de quienes retornan del extranjero. Isaac decidió volver a su Capiibary natal porque se quedó sin trabajo en Sao Paulo. Cuenta que allá movía mercaderías en los comercios, lo que en portugués se conoce como «estoquista».

«Me gustaría que la gente entienda que no nos fuimos porque queríamos. Las personas se van a trabajar: mandan dinero para comprar remedios, zapatos para su hermano, el uniforme de la escuela o aunque sea para la galleta. La gente dice “se van a vagar”. No saben la realidad. Acá entre los 86 que estamos no hay ningún haragán. ¿Cómo podría un haragán vivir en un país ajeno si no trabaja?»

Foto

Isaac Velázquez
28 años, Capiibary

Imagen

Isaac dice que se contagió de covid-19 en el albergue de Ciudad del Este. Lo mismo Matías Domínguez, de 22 años, oriundo de Guairá. El joven, que se considera un emprendedor, trabajaba en la terminación de ropa para los talleres de costura en Sao Paulo, hoy la ciudad más afectada en la región con más de 5.000 muertos. Consiguió montar su propio negocio, pero tuvo que cerrar por la pandemia. Matías quiere traer sus máquinas para trabajar en su país.

«Estuve seis días en el puente de la Amistad. El día que llegué éramos como 300 personas. No sé ni como explicar, es una cosa que nunca en mi vida imaginé que me iba a pasar. Mucho frío tuve, difíciles están las cosas»

Foto

Matías Domínguez
22 años, Guairá

Para el Ministerio de Salud Pública, la cuarentena obligatoria de paraguayos que ingresan del exterior resulta eficaz contra la propagación de covid-19. Esto se refleja en los números: de 588 casos activos al 19 de mayo, 99% se concentra en albergues. Pero la estrategia tiene su costo. El doctor Guillermo Sequera, director de Vigilancia de la Salud, reconoce que al menos 20% de las personas se contagia en los albergues. Define el modelo así: «Exponer al riesgo a pocos para evitar el riesgo a muchos».

Imagen

Hasta el 12 de mayo había 90 personas en el albergue del Parque Mercosur de Ciudad del Este. Un denunciante, que pidió resguardar su identidad, reclama que le hicieron la prueba de covid-19 casi veintidós días después de iniciar el aislamiento obligatorio. Según Sequera, desde el 28 de abril los test se hacen dentro de las 48 horas, lo que no se aplicó a quienes ingresaron antes de esa fecha.

«Acá prácticamente estamos todos encimados. Por más que estemos distanciados en cuanto a las camas, compartimos el mismo baño. No hay cómo no infectarse si alguno tiene el virus. Queremos respuesta certera de cuándo vamos a salir o si nos van a volver a hacer la prueba. Al entrar al albergue ya tenían que hacernos, no 22 días después. Es una locura.»

Foto

Comerciante
Ciudad del Este

En los albergues están en juego la vida y salud de las personas. La abogada Mirta Moragas, especialista en derechos humanos, considera que el Estado es responsable de que se den las condiciones para los contagios en esos espacios, donde más de 1.600 paraguayos y paraguayas cumplen la cuarentena.

Jorge Ozuna estudia Ciencia Política en la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (Unila) de Foz de Iguazú, Brasil, que cerró en marzo por la pandemia. Dice que le tomó cuatro días cruzar la frontera y que durmió en el puente de la Amistad. Lleva más de veinte días en el albergue. Cuenta que duermen en colchones inflables, que hace frío y hay mucha humedad. También que se organizan en grupos de doce para limpiar el lugar.

«Nosotros prácticamente ya nos autogobernamos acá en el albergue. Estamos organizándonos para armar clases de oratoria, política, porque hay mucho desánimo por nuestra situación. Queremos que la gente de afuera nos vea como un albergue modelo.»

Foto

Jorge Ozuna
22 años, Caaguazú

Hace seis años, Marcelo Sánchez dejó Presidente Franco para buscar trabajo en Sao Paulo. Cuenta que era vendedor en una tienda de electrónicos en el centro de la ciudad y que ganaba bien. El local cerró por la pandemia. Para el joven de 25 años ni siquiera el desempleo es tan desesperante como la incertidumbre que viven las 86 personas de su albergue hace casi un mes.

«Cuando nos dieron los resultados de las pruebas llamaron una pequeña lista de 14 personas y dijeron: “Estos dieron negativo, el resto son positivos”. Todo el mundo se quedó flotando en el aire. Nunca se nos entregó ningún papel del resultado. Prácticamente el mundo se nos cae encima. ¿Qué va a pasar ahora? ¿Nos van a separar? ¿Vamos a ir al hospital? ¿Qué síntomas vamos a sentir?¿Será que alguien aquí va a morir?.»

Foto

Marcelo Sánchez
25 años, Presidente Franco

La falta de información y de mecanismos de consulta permanente son los principales reclamos que relevó la Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay (Codehupy). Óscar Ayala, secretario ejecutivo de la organización, dice que si bien la estrategia de salud pública busca preservar a la sociedad de un potencial contagio masivo, para quienes están en los albergues significa una restricción de derechos que no se atiende.

Javier Alarcón, de 22 años, era jornalero en un campo de frutas de Rio Grande do Sul, Brasil. Oriundo de Tembiaporã, volvió al país a mediados de abril y fue enviado a un albergue de Ciudad del Este. Se fugó a los trece días de cuarentena. El caso acaparó la cobertura mediática, mientras en las redes difundían la foto de Javier llamándole «bomba de contagio». Algunos pedían «meterle bala». El joven regresó al albergue tras ser detenido por la policía. La fiscalía le imputó por violación de la cuarentena y un asalto ocurrido en 2019.

Imagen

A Javier no le molestan tanto el linchamiento judicial ni mediático como sí le afecta que su mamá se haya enterado por los medios que su hijo tenía covid-19 y que haya sido ella quien le cuente el resultado. Los médicos no resguardaron la identidad del paciente como dispone Salud.

«Me hicieron la prueba y me entregaron, pero después de publicarse en todos lados, de que la gente escribió cualquier cosa. No me respetaron. ¿Para qué subieron al Facebook en vez de esperar y entregarme mi resultado? Eso era para que yo le cuente a mi familia nomás. No hacía falta que se entere todo el país, si ya en mi zona nosotros estamos muertos. La gente nos rechaza a todos los que estamos acá.»

Foto

Javier Alarcón
22 años, Tembiaporã

Este rechazo toma formas violentas como ocurrió en Capitán Bado, donde desconocidos balearon un polideportivo que serviría de albergue. El ministro Federico González, asesor de Asuntos Internacionales del presidente, reconoce que la negativa de la gente a la instalación de refugios incluso obligó a suspender veinte operativos de retorno. Afuera, más de 3.600 paraguayos solicitaron volver.

Imagen