Así viven la cuarentena las personas mayores

Son una de las poblaciones más invisibles para la sociedad paraguaya, de las más afectadas por la pandemia y el encierro que les aleja de sus familias.

Beatriz Rivarola tiene 66 años y es psicoanalista. Vive con su pareja, una de sus tres hijas y un nieto de 8 años. Hace unos años trasladó su consultorio a su casa y eso hizo que la transición al encierro obligatorio no fuera demasiado difícil. Trabaja intensamente desde su casa para acompañar las angustias de sus pacientes.

«Para nosotros y nosotras, temas como la muerte, la vejez y la enfermedad entran a nuestras vidas a partir de una realidad, que estamos envejeciendo»

Foto

Beatriz Rivarola
Asunción

Ante tanta incertidumbre, el pasado se vuelve el único lugar seguro para muchos. Teresa Díaz, de 76 años, es bioquímica jubilada. Con un grupo de amigos en redes sociales comenzaron a compartir fotos de su infancia en Encarnación.

Tiene tres hijos y cinco nietos. Desde que inició la cuarentena se volvió ama de casa, y aunque disfruta trabajar en su jardín, ver películas y leer libros, extraña los encuentros familiares los domingos.

«Lo más difícil fue no verles más a mis nietos. Ellos entraban y salían en cualquier momento, todos tienen las llaves como si fuera su casa. Eso es lo que más extraño, también las reuniones de amigas de la infancia. Ahora nos empezamos a ver de lejos, vienen hasta el portón o entran y estoy a tres metros y conversamos».

Foto

Teresa Díaz
Encarnación

La situación se agrava cuando también atraviesan el encierro en soledad. Graciela Bareiro es madre soltera. Tiene 76 años y cuatro hijos. Hace 50 años que vive en una casa en Mbuyapey, Paraguarí. Ahí crió a sus hijos.

Se mantiene ocupada con la huerta, preparando dulce de guayaba y pensando en sus hijos, pero siente mucha ansiedad. Los primeros días de cuarentena no podía dormir, sentía miedo porque hace seis años está con tratamiento del corazón y tiene que tomar medicamentos de por vida.

«Gracias a Dios que la semana pasada vino mi hija y me trajo los remedios justo cuando se estaban acabando. Tengo hinchado el corazón pero yo digo que me estoy curando porque nunca más me dio ningún ataque. Hablo todos los días con mis hijos por teléfono y cuando no me llaman, yo los llamo, tengo que saber cómo amanecieron y cómo están.»

Foto

Graciela Bareiro
Mbuyapey

La pandemia tocó fibras muy profundas en las subjetividades de las personas mayores. Solo en diciembre del año pasado homenajeaban a Agustín Núñez, director del centro de teatro El Estudio por sus 50 años trabajando en las artes.

Hace una semana, Agustín anunció que tenía que dejar el local que por más de dos décadas significó un espacio de formación para actores, actrices y directores de la escena local.

«Fue algo muy doloroso pero a la vez algo muy valioso para mí porque me demostró la solidaridad, el cariño, el afecto, el sentido de grupo de muchísima gente del país y de afuera. No obstante, fue un golpe muy fuerte. Tenemos que salir de vuelta haciendo cosas mejores, en una mejor versión de lo que estábamos haciendo, no podemos seguir iguales.»

Foto

Agustín Núñez
Villarrica

El escritor y periodista, Antonio Pecci, de 76 años, tuvo distintos encierros en su vida. Estuvo preso durante la dictadura desde un día hasta un año, y lo que más le duele son las desigualdades sociales. Ahora vive con su pareja y trata de mantenerse comunicado con su familia.

«Uno que está viviendo en esta época con un grado de libertad individual para moverse y la oportunidad de vivir, disfrutar de la cultura. Me gusta ir al Jardín Botánico con mis nietos. Esta es una prueba distinta, muy fuerte, que hace que uno tenga que apelar a distintos recursos. Entre ellos, estos instrumentos que nos da la tecnología para estar cerca de la familia.»

Foto

Antonio Pecci
Asunción

Liz Paola Cortaza es activista trans y también sobreviviente de la dictadura estronista. Si bien la mantienen ocupadas las actividades que organizan desde Casa Diversa, el refugio para personas LGBT en situación de violencia, por momentos se siente sola y encerrada.

«Yo sigo ejerciendo el trabajo sexual y esto me vino re mal porque a mí nadie me mantiene, me mantiene mi trabajo y se cortó la clientela, no hay plata, nada. Tengo que pagar alquiler, luz, tengo que comer. Menos mal que estoy acá con Casa Diversa y ellas me ayudan con lo que pueden.»

Foto

Liz Paola Cortaza
Asunción

Las personas mayores LGBT son las más expuestas al incumplimiento de sus derechos, y no solo a raíz de la situación de emergencia de la covid-19, sino también de la violencia, la pobreza, el hambre, el desempleo, la injusticia e impunidad.