Futuros

Barrios inflamables

Pobladores del barrio Jara y barrio General Díaz repiten una imagen cuando hablan de la invasión de estaciones de combustible en Asunción. Las imaginan explotando.

Reportaje Juliana Quintana · Edición Jazmín Acuña · Ilustración Naoko Okamoto, Lorena Barrios & Jazmín Troche · Fotografía Gerardo Morínigo ·

«No sé quién puso el nombre de la calle aquí», dice Rosalía Ciciolli riendo mientras se ubica para la foto. La palabra «Schinini» está escrita a mano alzada con pintura negra sobre un pedazo de madera. Pasan autos y camionetas, bocinan y salpican agua estancada de los baches. «Este lugar es el barrio de toda mi vida. Es donde quisiera vivir toda mi vida. Pero cada vez más, los factores externos, hechos que no podemos dominar y sobre los cuales ni siquiera nos consultan, hacen que cada día nos sintamos más invadidos». 

Las calles que rodean su casa en barrio Jara son angostas y están llenas de pozos. Según el programa Asunción Escondida, a mediados del siglo XX, en la capital ya estaban bien constituidos lo que el diplomático, escritor y docente universitario, Hipólito Sánchez Quell, llamó «Barrios Nuevos». Estos barrios estaban marcados por la presencia de chalets de tejas rojas, calles con sombra y mucho verde. 

Hoy en día, en la cuadra de Rosalía, se erigen al menos tres edificios eclécticos que están allí desde antes de la década del ‘50. Uno de estos edificios está sobre Schinini casi avenida General Santos. Y al lado se está construyendo una estación de combustible Petrobras. 

A cien metros de esa Petrobras, sobre las avenidas Artigas y General Santos se encuentra la escuela N 18 República De Cuba, una histórica institución del barrio. Y al frente hoy quedan apenas los escombros de  la vieja casona del ex Molino San Luis. El 3 de septiembre comenzaron a demolerla para construir, en su lugar, otra estación de combustible: una Petrosur. 

Los obreros de la empresa comenzaron los trabajos de demolición en horas de la noche, cuando ya casi no había movimiento de personas. Aunque la Secretaría Nacional de Cultura (SNC) anunció que tomarían acciones legales para proteger el inmueble, continúan las obras.

Rosalía Ciciolli es periodista y vive en barrio Jara desde pequeña. A la vuelta de su casa están construyendo una Petrobras sobre Schinini casi avenida General Santos y a una cuadra, donde antes estaba la histórica casona del ex Molino San Luis, una Petrosur.

Para Rosalía, el barrio Jara tiene varios sitios emblemáticos además de la Costanera y la escuela de Cuba. Su abuela conocía a los antiguos dueños de la casona del ex Molino San Luis, la familia Talavera. Allí compraba braseros, sartenes, fuentes, tijeras de podar y otros elementos para la casa. «Ahora, ese vetusto edificio que estuvo ahí a lo largo de mi vida, ya fue derrumbado para construir otra innecesaria estación de servicio».

Las vías del tren son de los espacios que más significado tienen en el barrio porque su abuelo y su tío fueron ferroviarios. Pero no solo para ella, también significan mucho para  vecinos y vecinas porque el tren atravesaba la zona y lo escuchaban pasar. «El tren marcó nuestras vidas y la del barrio. Siempre paraba un rato sobre la avenida General Santos para alzar pasajeros», dice Rosalía. Una de las paradas ahora es un local de Biggie, una cadena de minimercados que en los últimos años se han ubicado en numerosos puntos de la capital.

«La zona se va a convertir en una bomba de tiempo, con dos estaciones de servicio, una casi frente a otra. Viviremos con miedo de que pase algo y explote todo, porque aquí nadie te ofrece garantías ni seguridad de nada»

En la zona ya existe una gasolinera Enex que antes pertenecía al emblema Puma. Está ubicada a menos de trescientos metros de las futuras estaciones Petrosur y Petrobras. Y al frente del hospital La Costa se proyecta una nueva Enex que está siendo construida por Jimenez Gaona y Lima, empresa constructora de grupo del expresidente Horacio Cartes. Todas las estaciones están a menos de quinientos metros del hospital.

No hubo una comunicación oficial de parte de las empresas constructoras de las estaciones. Rosalía se enteró por los vecinos. Para ella, no son necesarias más estaciones de servicio.

«Me indigna que quieran acabar con el lugar en donde nací que, hasta hace pocos años, era un sitio tranquilo donde los niños jugaban en la calle», continúa, pero aclara que lo que más le preocupa es la seguridad. «La zona se va a convertir en una bomba de tiempo, con dos estaciones de servicio, una casi frente a otra. Viviremos con miedo de que pase algo y explote todo, porque aquí nadie te ofrece garantías ni seguridad de nada». 

Una investigación de El Surtidor reveló que el Ministerio del Ambiente proveyó licencias ambientales a dieciocho estaciones de combustible nuevas sin plano de control de incendios. Una de ellas es la Petrosur del barrio de Rosalía.

El concreto de las estaciones se impone en una capital que se jacta de ser “verde”

A cinco kilómetros de barrio Jara se encuentra otro barrio tradicional de Asunción: el General Díaz. Vecinos y vecinas recuerdan cómo era la vida hace más de una década atrás. El movimiento del bar Carioca, los riquísimos mbejú del restaurante Futuro y el bullicio de la centenaria Escuela General Díaz. Sobre Blas Garay (hoy calle Roma o cuarta proyectadas) al 106, en la esquina de la calle Independencia Nacional, se encuentra Ediciones Técnicas Paraguayas (ETP), una editorial cuyo marcapáginas lleva el eslogan «Si no leo me aburro» y es marca registrada.

En el barrio General Díaz, una de las nuevas estaciones de combustible que se proyectan en la capital derribó árboles frutales, impactó en la biodiversidad de aves que paraban en la zona, cercenó las veredas y afectó hasta la seguridad de la parada de buses utilizada por niños y niñas del colegio cercano.

El barrio General Díaz de Asunción se conformó en las primeras décadas del siglo XX con la expansión de la ciudad en los alrededores del centro histórico. Es conocido también como «barrio italiano» por la presencia de inmigrantes de ese país y que se refleja en el nombre que tomaron las calles: Milano, Lugano, Sicilia, etc. 

Vanessa Valverde se crió en la casona de ETP, un edificio que perteneció a su bisabuelo. La revolución del ‘47 tuvo un punto neurálgico en la zona, y cuenta la familia que se protegían poniendo cuerpo a tierra durante la guerra. Por eso, las paredes de ETP son de sesenta centímetros. El edificio tiene tres pisos, un museo con artículos de la época y se especializan en la producción de libros de medicina, ingeniería, arquitectura y psicología.

«Reaccioné con resignación porque no se puede accionar si no se sabe. Creo que la gente se iba a agrupar e iba a actuar de alguna forma si hubiese sabido que se trataba de una estación de servicio»

Luis Vitale tiene 65 años y hace 31 trabaja en Ediciones Técnicas Paraguayas. Después de los días de Semana Santa en marzo, sobre Nuestra Señora de la Asunción casi Roma, a menos de una cuadra de ETP y en lo que antes era un terreno con árboles y plantas, se comenzó a construir una estación Petromax. «No se nos avisó, se ocultó inclusive. El barrio quería averiguar qué se iba a hacer, nadie sabía nada. Más o menos tuvimos una idea porque no estaban cavando cimientos. Como ya entendemos que hay muchas estaciones se nos ocurrió que era eso».

A Luis Vitale le gustaba fotografiar gorriones, pitogüés, cotorras y pájaros carpinteros que se posaban en los árboles de un terreno baldío. Muchos desaparecieron luego de la tala que hubo allí para la construcción de una estación de combustible del emblema Petromax.

Pastora Torales, una vecina del Gral. Díaz trabaja en Ediciones Técnicas Paraguayas desde hace 28 años, el mismo tiempo que lleva viviendo en el barrio. En sus palabras, la Petromax se instaló «demasiado rápido». Trataron de averiguar qué era la construcción pero en tres meses ya estaba prácticamente terminada. 

El modus operandi de las nuevas estaciones es el mismo: comienzan a construir sin antes advertir a los vecinos del barrio. Es más, lo ocultan y proceden rápidamente para que no puedan reaccionar. Cuando se enteran de que es una estación de combustible ya es demasiado tarde. 

«No había información, nadie contaba nada. Pusieron un cartel después pero decía solo el nombre de la empresa que iba a construir algo. Yo reaccioné con resignación porque no se puede accionar si no se sabe. Creo que la gente se iba a agrupar e iba a actuar de alguna forma si hubiese sabido que se trataba de una estación de servicio», dice Vitale. 

A él le gustaba fotografiar aves que se posaban en los árboles. Gorriones, pitogüés, cotorras, pájaros carpinteros. Muchos desaparecieron luego de la tala que hubo en el terreno para la construcción de la estación de combustible.

Jazmín López trabaja en Ediciones Técnicas Paraguayas (ETP). Solía comer la fruta de los árboles que se encontraban en el espacio verde que hoy ocupa la gasolinera Petromax. Varios de ellos desaparecieron.

«Cuando yo era chico ahí había azufre y la gente de la municipalidad utilizaba (el espacio) para sus equipos. La heladería París también usaba parte de esa propiedad para sus camiones. Aquí lo que más lamento es lo que se perdió de la vegetación de los animales», reflexiona Vitale. 

Antes, donde hoy se encuentra la Petromax, había árboles de mango, guayaba y mora, también varias especies de flores y distintos tipos de lapachos. Vecinos y vecinas cuentan cómo se echaron los árboles pero el caso no fue tan fulminante como el del Biggies. Allí no dejaron ni un solo árbol. Jazmín López, también trabajadora del ETP, valora la iluminación del minimercado, los guardias de seguridad que se instalaron y el movimiento en la zona. Cree que eso puede ayudar a que disminuyan los accidentes, pero no es el caso de las estaciones de combustible.

Un estudio de la Universidad Nacional de Asunción encontró MTBE, un aditivo presente en las naftas, en pozos de hasta 200 metros bajo tierra donde se encuentra el Acuífero Patiño. 

Todos los días lleva a su hijo de 9 años a la Escuela Graduada Nº5 Gral. José Eduvigis Díaz. Antes de que se instale la Petromax, acostumbraba a comer mango del árbol que estaba al lado de la parada de colectivo. Pero ahora esa parada está en medio de la estación y perdió la sombra que antes tenía. Le preocupa el calor que van a pasar los chicos cuando salgan de clases y tengan que esperar a que llegue el bus. Especialmente, en verano.

El miedo latente de Jazmín López es el movimiento automovilístico que la nueva estación de combustible traerá a la zona. A dos cuadras se encuentra la escuela General Díaz, donde acude su hijo de 9 años.

«Para la escuela es peligroso», comenta Jazmín, «porque es una entrada y una salida rápida de autos. Yo siempre camino para ir con mi hijo a la escuela, por ejemplo. Andan como locos acá. También había leído unos estudios que se hicieron sobre cómo los depósitos subterráneos de las estaciones contaminan las afluentes de agua. Esa es otra parte que a mí me preocupa». 

Se refiere al estudio de la Universidad Nacional de Asunción que encontró metil terc-butil éter (MTBE), un aditivo presente en las naftas, en pozos de hasta doscientos metros bajo tierra donde se encuentra el Acuífero Patiño, la principal fuente de agua potable de Central, Villa Hayes, Paraguarí y Cordillera. Cerca de tres millones de personas toman esa agua. 

La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos concluyó que, en altas dosis, es un potencial carcinógeno para los humanos.

Pastora Torales, al igual que varios de vecinos y vecinas del barrio General Díaz, no fueron notificados de que allí se instalaría una Petromax. Trataron de averiguar de qué se trataba la construcción pero en tres meses la estación de combustible ya estaba casi terminada.

«Yo no sé hasta qué punto eso está bien supervisado», dice Carmen Gómez Antola, de 67 años. «Que no sea que un día pase lo que pasó en el mercado 4. Con lo cerca que están uno del otro, mirá si explotan. La otra estación está a dos cuadras de la Petromax, en Quinta y Yegros. Está muy cerca».

Esa estación de combustible pudo haber sido una plaza

También siente miedo Eva Vallejo, que es gerente general de ETP. La casona, al ser una editorial, es sumamente inflamable. También piensa en el riesgo al que se exponen niños y jóvenes, y en la erosión de la memoria de los barrios. «Vamos a hablar de una institución educativa que tiene más de mil alumnos en la esquina. Han tirado árboles, eso era un pulmón del barrio. Estamos rodeados de casas que son patrimonio cultural. Hay que cuidar eso por la fisonomía y la historia del país». Vallejo milita hace cuarenta años la promoción de la lectura. 

«No tenemos identidad cuando tenemos edificios altos», sostiene, y recuerda cuando el escritor argentino Ernesto Sábato vino a Paraguay. «Sábato cuando vino dijo: ‘qué preciosura esta ciudad, no tiene edificios’. Si hoy viniera Sábato le daría un infarto porque perdimos nuestra identidad y nuestros patrimonios están abandonados. No hay incentivos por parte del municipio para que se mantengan los edificios».

Para ella hubiera sido mejor convertir el patio baldío en una plaza, y no en una estación de combustible más. A la fecha, hay 156 estaciones en la capital, lo que supera el número de plazas. 

En 2019, la Corte Suprema de Justicia suspendió la resolución del Ministerio del Ambiente (MADES) y en 2021 la ordenanza municipal de Asunción que exigían una distancia mínima de mil metros entre nuevas estaciones y las ya existentes, y cien metros con centros de circulación masiva de personas para otorgar licencias a expendedores de combustible. La acción fue promovida por la Cámara de Distribuidoras Paraguayas de Combustibles (Cadipac), entre cuyos emblemas se encuentra Enex, propiedad del expresidente Horacio Cartes.

De las 36 estaciones que la Municipalidad de Asunción aprobó desde 2021 hasta junio de 2022, once son de Enex, del grupo Cartes. El emblema lidera el ranking de las empresas beneficiadas con la suspensión de las normativas ambientales, poniendo en riesgo el agua del que bebe la población y la calidad de vida en los barrios. 

La Petromax del barrio General Díaz también se aprovecha de la derogación de distancia. Se encuentra a menos de cien metros entre un surtidor y una institución educativa; está en diagonal a la Escuela Nacional de Comercio N°1, a dos cuadras de la escuela General Díaz y a dos cuadras, también, de dos jardines de infantes.