Futuros

La lucha de vecinos por conservar el bosque de su barrio

Pobladores de San Vicente se oponen a la construcción de un supermercado en su barrio. Temen la pérdida de uno de los últimos espacios verdes en Asunción.

Reportaje Juliana Quintana · Edición Romina Cáceres · Ilustración Lorena Barrios, Willyam Matsumoto, Naoko Okamoto & Jazmín Troche ·

Un jueves 18 de abril, maquinarias de la empresa Box S.A. entraron a un terreno ubicado sobre la avenida Félix Bogado y 21 Proyectadas para talar los árboles del lugar conocido por los vecinos como bosque San Vicente. El objetivo: construir un supermercado mayorista. 

La propiedad pertenece a la caja de jubilados de la Ande, quienes alquilaron el terreno a los dueños del supermercado. Pero vecinos y vecinas buscan proteger el lugar y convertirlo en un parque público. En una carta abierta, apelaron a la empatía de los miembros de la caja para que ese espacio verde siga al servicio de la comunidad. 

Los vecinos presentaron un amparo contra la Municipalidad de Asunción y el Ministerio del Ambiente el 19 de abril. Aunque el juzgado lo rechazó, gracias a que plantearon este recurso, descubrieron que la municipalidad había autorizado el destronque de 117 árboles. Varios de ellos son nativos, albergan distintas aves y tienen entre 30 y 100 años, cuentan los pobladores. 

Once días después, diputados votaron de manera unánime a favor de un proyecto que permite la expropiación del bosque San Vicente. La diputada por capital y proyectista, Johanna Ortega, quien acompañó el proceso desde el año pasado, celebró la media sanción. 

«En la capital no existe planificación de desarrollo territorial y urbano. Entonces, se talan árboles acá, otros allá, no se planifica en qué zonas se pueden instalar edificios y qué bosques hay que proteger. Por mí que se haga el supermercado, pero no donde haya 120 árboles, por favor», dijo Ortega a El Surtidor.

En cuatro horas, los vecinos juntaron 200 firmas el 2 de mayo para pedir a la municipalidad que deje sin efecto el permiso de derribo de árboles y de la obra. Días después de que Diputados aprobara la expropiación, también consiguieron que la Comuna suspenda la tala hasta que el Senado resuelva la sanción de la ley.

Desde agosto de 2023, los pobladores mantienen conversaciones con autoridades de la Caja de Jubilaciones de la Ande, el Mades, la municipalidad y la firma Box S.A., para buscar una alternativa, algo que no pudieron acordar hasta hoy. Lo que más les preocupa es que la empresa pretende instalar su supermercado sin considerar el impacto ambiental y destroncar todos los árboles de la zona. 

Pero esta no es la primera vez que vecinas y vecinos se movilizan por un bien de su barrio. Entre 2008 y 2010, ya habían trabajado por recuperar el arroyo Ferreira, que se encuentra a unos 20 metros del bosque San Vicente. Buscaron rescatarlo de la contaminación y convirtieron al bosque en un espacio de uso comunitario. 

Rosa Vacchetta, líder vecinal de San Vicente, vive en el barrio desde 1998. Fue presidenta de una comisión llamada Yo cuido el arroyo Ferreira. En ese tiempo, se organizaron para construir toboganes, barandas, asientos con hierro, plástico y madera que rescataron del arroyo para que niños y niñas puedan jugar. 

«Imaginate, los vecinos retrocedían sus casas, cedían parte de sus espacios para hacer las plazoletas, conscientes de que eso podía ser un parque lineal, que era lo que queríamos», dice Vacchetta.

Recuerda que ese lugar feo, sucio y lleno de malezas, se convirtió en tres plazoletas. Le pidieron a la Ande que construya unas casitas de luz y, por la noche, los vecinos salían a jugar con sus hijos, tomar tereré y compartir. Vacchetta dice que llevaba a sus hijas a recorrer el arroyo cuando eran pequeñas. «Fue muy fuerte que nos dijeran que el bosque se iba a convertir en un páramo de cemento», expresa. 

Judith Cikel, vecina de San Vicente hace 43 años, cuenta que los trabajadores se sientan a comer el almuerzo sobre un tronco debajo de esos árboles. También que muchas personas que esperan al colectivo bajo el sol se refugian unos minutos en el bosque para recuperarse, armarse de fuerzas y luego volver a la espera. 

«Nosotros veíamos con horror la construcción de supermercados, farmacias, estaciones de servicio. Lo único que quedaba era el bosque», dice Cikel. Afirma que entre diez y quince años atrás, hubo un boom inmobiliario que transformó al barrio San Vicente respecto a como antes lo conocían.

Diego Segovia, también defensor del bosque, cuenta que, cuando se acercan a hablar con otros pobladores sobre la construcción de un supermercado, se imaginan uno más. Pero cuando les hablan de un parque, les brillan los ojos. Desean que el espacio se convierta en un parque público. 

El proyecto de construcción de este supermercado en el barrio San Vicente reabre el debate sobre el modelo de desarrollo de Asunción, una capital que necesita más espacios públicos para la gente. Y más árboles.

La capital verde tiene cada vez menos árboles

Un bosque en una ciudad ayuda a mejorar la calidad del aire y a aplacar el efecto de las islas de calor. Los árboles también actúan como «esponjas», controlando las inundaciones por raudales, que son cada vez más frecuentes y destructivas en la capital y el departamento Central.

Según datos del Infona de 2022, Asunción tiene 336 hectáreas de bosque nativo. El arquitecto urbanista Fernando Maidana analizó estos datos y encontró que la masa boscosa se concentra en el Jardín Botánico y el Cerro Lambaré. En Central, se concentra en las periferias del área metropolitana.

«Las más pobladas, efectivamente, no están planificando su territorio y los gobiernos municipales no están haciendo ningún esfuerzo por salvar al verde en sus ciudades», expresó Maidana.

La falta de árboles en ciudades como Asunción, que tiene más estaciones de combustibles que plazas ―según demostró una investigación de El Surtidor― y prioriza construcciones que no se adaptan al clima, contribuye a que se formen islas de calor. Este es un fenómeno que se produce en las zonas urbanas que experimentan aumentos en la temperatura producto de la falta de espacios verdes y la construcción de edificios que no se adaptan al clima. 

En entrevistas que realizamos para una investigación sobre el impacto del calor en la salud y seguridad de los repartidores, la mayoría de los trabajadores coincidió en que el centro histórico de Asunción es una de las áreas más calurosas para hacer sus recorridos.

Preservar los últimos bosques de la capital hoy moviliza a muchas vecinas y vecinos en defensa de sus barrios. Como explica la activista y vecina de San Vicente, Nilda Sosa, la lucha demuestra, una cosa: cuando las personas se unen y se organizan, se pueden lograr cambios positivos.