Oligarquía

Tres puntos para entender por qué el tabaco mata a un paraguayo cada dos horas y media

Un bajo impuesto al tabaco no es malo sólo para la salud, también es malo para la democracia

Reportaje Maximiliano Manzoni · Edición jazmín acuña · Ilustración robert báez ·

Cada 31 de mayo, la Organización Mundial de la Salud celebra el Día Mundial sin Tabaco. Las estadísticas mundiales muestran que el tabaco mata cada año el equivalente a toda la población de Paraguay. Y en nuestro país, las cenizas de los cigarrillos más baratos del mundo –gracias al impuesto más bajo de la región– afectan la salud de nuestros pulmones, nuestros bolsillos y la democracia. 

1· La vidas y el dinero que las tabacaleras nos deben

El actual impuesto al tabaco, con un tope del 22%, ni siquiera alcanza para cubrir el costo directo de enfermedades que produce en salud pública. Se recaudan 60 millones de dólares al año cuando para empatar se necesitan al menos 300 millones. Estos «son nada más los costos directos, sin entrar a medir la baja de productividad. Con esto se podría duplicar o hasta triplicar los costos» advertía en 2019 el epidemiólogo Guillermo Sequera, director de vigilancia de Salud y uno de los autores de la investigación sobre el costo del tabaco en salud pública. Ese impacto en la productividad de todo el país, además de la cantidad de fumadores pasivos y la presencia del humo de tabaco en la contaminación del aire que respiramos son problemas que atañen a todos y todas, no solo a quienes fuman.

Nueve paraguayos mueren por día como consecuencia de enfermedades asociadas al tabaquismo. Son 3.300 muertes por año, tres veces más que las ocasionadas por accidentes de tránsito. 

2· Son muertes que el Congreso decidió no evitar a base de mentiras

«Azúcar, ron, y tabaco son bienes que para nada son necesidades de la vida, y que se han vuelto objetos de casi consumo universal, y que por lo tanto son extremadamente apropiados para ser sujetos de un impuesto

No lo dijo Marx. Ni Fidel Castro. Ni Chávez. Lo dijo Adam Smith.

A principios de abril de este año, la Cámara de Senadores volvió a rechazar la suba del impuesto al tabaco con votos colorados, liberales llanistas y de Patria Querida. La propuesta era aumentar el impuesto para pagar el costo de la pandemia. El senador Stephan Rasmussen, de PQ, argumentó por el rechazo diciendo que la suba del impuesto favoreció el contrabando en países como Brasil y Uruguay, y que en esos países «se fuma igual». Lo cual es mentira.

Tanto países como Brasil y Uruguay redujeron el número de personas que fuman gracias, en parte, al aumento de impuestos al tabaco. Aún teniendo en cuenta el contrabando.

En el caso de Brasil, datos oficiales indican que la tasa de fumadores bajó gracias a medidas como el impuesto al tabaco: pasó de ser el 15% de toda la población mayor de 18 años en 2006 a el 10% en 2017.

En Uruguay pasó lo mismo. La aplicación de impuestos más altos al tabaco en fue en 2006, para el 2019 unas 300 mil personas dejaron de fumar.

Como explica la investigadora Clara de Iturbe, los impuestos selectivos al consumo no sólo sirven para recaudar, sino para incentivar o no el consumo gravado. La evidencia científica muestra que impuestos más altos al tabaco reducen el consumo al bajar la tasa de nuevos fumadores, fumadores casuales y quienes tienen menos ingresos.

Dicho de otro modo: un impuesto bajo al tabaco incentiva a fumar más.

Rasmussen también dijo que un «aumento al impuesto no necesariamente se reflejó en aumento de presupuesto Instituto Nacional del Cáncer», lo cual es cierto en el periodo que eligió comparar, entre 2015 y 2018. Pero no en la actualidad. 

En 2018 hubo una nueva suba del impuesto al tabaco con una ley que obligaba a que la mitad de esa recaudación fuera a Salud. El presupuesto 2020 del Instituto Nacional del Cáncer subió en relación a 2015, quedando en 200 mil millones de guaraníes, un monto que igual sigue siendo insuficiente.

3· Una democracia con olor a tabaco (y sin chanel)

Es imposible hablar del tabaco en Paraguay sin hablar de Horacio Cartes y cómo los impuestos bajos al consumo están ligados a sus negocios y finalmente, a su dominio político. 

Según la extensa investigación The Many Criminal Heads of the Golden Hydra, Paraguay «es el centro de gravedad de los negocios ilícitos en la Triple Frontera. Por su estructura política y distribución de autoridades y mandatos, Paraguay está constitucionalmente estructurado para favorecer la corrupción y el tráfico ilícito (…) Es el origen del lavado de dinero que afectan a los otros dos países (Argentina y Brasil)». En el centro de todo, según describe la investigación, están Cartes y su tabacalera, Tabesa.

De acuerdo a la misma investigación, Tabesa produce 20 veces más cigarrillos que la demanda local. El bajo impuesto al tabaco en Paraguay le sirve para blanquear esa producción que termina de contrabando en un 95% en Brasil y Argentina. Cartes fue acusado de «manejar la estructura política que garantiza el negocio ilegal en la Triple Frontera: depósitos de mercadería estatales y fuerzas de seguridad». Son varios los casos de puertos clandestinos en los cuales se encontraron mercaderías de Tabesa.

La acusación más grave de la investigación, sin embargo, es el uso del contrabando de cigarrillos de Cartes para el lavado de dinero y el financiamiento de grupos criminales como el PCC, cuyo copamiento de las penitenciarias en Paraguay es cada vez más preocupante. 

Además de un mayor impuesto, una ley que permita trazar el origen y destino de los cigarrillos fue propuesta –y rechazada– por el Senado en 2018. La trazabilidad sería un gran paso para eliminar sospechas de lavado de dinero en un país con exiguo control sobre el financiamiento político de candidatos.