Oligarquía

Por qué se va la luz

Cuatro puntos para entender que la solución a los cortes de luz es más complicada que el cableado subterráneo.

Reportaje Maximiliano Manzoni · Edición jazmín acuña & juan heilborn · Ilustración robert báez & jazmín troche ·

Cuatrocientas mil personas se quedaron sin electricidad el fin de semana en Paraguay, el país con mayor cantidad de energía limpia por habitante del mundo. ¿Cómo es posible? No hay respuesta corta para las causas. Vamos por partes. 

Dónde está el problema

Para simplificarlo mucho, podríamos pensar que un sistema eléctrico tiene tres patas: la generación de energía –cubierta de sobra por las hidroeléctricas– la transmisión de energía –las líneas de 500 kv y las subestaciones– y la distribución de energía –el tendedero eléctrico, transformadores y conexiones que llevan la electricidad al usuario.

Tanto Juan Encina, ex presidente de la Unión de Ingenieros de la ANDE y docente de Ingeniería UNA, como Fabián Cáceres, ingeniero de la ANDE; la investigadora Cecilia Vuyk, especializada en soberanía energética; la ingeniera Mercedes Canese, investigadora y ex viceministra de Minas y Energía; y José Pineda, del Sindicato de Trabajadores de la ANDE (Sitrande) concuerdan que el problema en Paraguay está en la distribución de energía.

La mayor  inversión en los últimos años ha sido en la transmisión de energía en vez de en la distribución. ¿Por qué? Una razón que señalan Encina, Cáceres y Pineda es que las obras de transmisión son mejor negocio para empresas licitadoras. «Cuando hablamos de obras de transmisión, hablamos de millones de dólares. Cuando hablamos de distribución, hablamos de millones de guaraníes», explica el ingeniero Encina. «Es una autocrítica que nos hacemos», dice Pineda de Sitrande. «Aunque ahora empezamos a invertir más en distribución. Este nivel de inversión lo necesitamos unos tres o cuatro años más». El ingeniero Fabián Cáceres calcula la necesidad de una inversión de 300 millones de dólares durante ese tiempo, «entendiendo que sí o sí se debe cubrir el crecimiento vegetativo, que la gente cada vez equipa más sus casas. También las leyes ambientales, alternativas con menos contaminación».

El fracaso es público y también privado

La ANDE tiene una baja ejecución del dinero que debería ser para infraestructura. Usó menos del 40% presupuesto que tenía para invertir en 2019. Las causas son varias, como que la empresa estatal no tiene independencia para gestionar su presupuesto y debe pasar cada licitación por Contrataciones Públicas. «Tiene la misma burocracia comprar una resma de papel que un transformador”, dice el ingeniero Fabián Cáceres, técnico de la empresa estatal. Estar sujeto a Contrataciones hace que en cada licitación, los posibles proveedores protesten o judicialicen».

La investigadora y ex ministra Mercedes Canese explica que «hacer todas las compras de un año tiene sentido si sos un ministerio. Pero a la ANDE le obligan a comportarse como un ministerio para comprar insumos que deben ser renovados constantemente». En su carta orgánica, la empresa estaba definida como autárquica, pero perdió su estatus en 1990.

José Pineda de Sitrande ilustra el problema señalando lo que pasa con la innovación. «La tecnología en el mercado eléctrico se renueva constantemente. Para cuando terminamos una licitación, el producto que compramos a veces ya es obsoleto», dice. Para Pineda, hay conflicto entre la necesidad de transparencia en las contrataciones por un lado, pero también la necesidad de agilidad. La solución que tanto él, Canese y Encina concuerdan es la creación de un ente, como un Ministerio de Energía, que verifique en qué gasta la ANDE, pero que permita a la empresa estatal hacer uso de sus recursos de manera más libre de acuerdo a lo planificado. 

Encina descarta desmonopolizar o privatizar el ente como una solución. «La ANDE es la empresa pública que más trabajo da al sector privado. El fracaso de la ejecución de la ANDE es también un fracaso del sector privado», dice Encina. «Se piensa que es una empresa estatista, pero todo lo licitado en distribución va con empresas privadas. Falta rigurosidad en el control de los trabajos». Acota la necesidad de un control más robusto a los tiempos en los que se realizan las obras, posible causa de no llegar con las metas.  

Sin técnicos, sin apoyo estatal ni recursos suficientes

La ANDE sufre de un efecto Schrödinger con la parte paraguaya de Itaipú. Es dueña y al mismo tiempo no lo es. Es una historia larga que la contamos en este especial pero, en resumen, lo que hay que entender es que la ANDE compra energía a Itaipú. El 60% de esa tarifa es por una deuda considerada espuria, que proviene del préstamo inicial por la construcción de Itaipú, subsidio de energía a la industria brasileña y un acuerdo de Wasmosy para cambiar la moneda de lo que se debía, como explica la politóloga e investigadora Cecilia Vuyk. Es además una deuda cuestionada. Según auditorías internacionales, Paraguay ya la saldó. Esa deuda se paga con tu factura mensual y es dinero que podría ir a inversión.

Por otro lado, ANDE no recibe los beneficios de la renta eléctrica, una de las principales exportaciones del país. «La compensación del acuerdo Lugo-Lula se va en fondos como Fonacide, royalties para municipalidades, Cámara de Diputados y Senadores, programas sociales y no tan sociales», dice José Pineda, de Sitrande. 

Mercedes Canese señala que el Estado paraguayo, en vez de usar la renta eléctrica para realizar inversiones en el área, la utiliza para subsanar la ausencia de un sistema de impuestos justo y progresivo, donde los que tienen más, pagan más. «Se usa esa plata para primera infancia. Y nadie, claro, va a estar en contra de invertir en primera infancia. Pero se usa esa plata para no cobrarles impuestos a los que más tienen. Es una pereza impositiva para no tocar privilegios. La renta eléctrica es una ganancia extraordinaria y temporal. Sirve para realizar inversiones grandes que de otro modo se deberían hacer endeudándonos». Pese a la reforma tributaria del 2019, el Estado paraguayo sigue sosteniéndose casi 50% con impuestos como el IVA, que afecta más el bolsillo de quienes menos tienen.

La ANDE, por ejemplo, tiene que pagar IVA al Estado, pese a ser una empresa del Estado. Es uno de los mayores contribuyentes del país. «No tenemos ningún beneficio tributario ni con Hacienda ni con municipalidades», dice el ingeniero Fabián Cáceres. No sólo eso, sino que por ley, debe aportar todos los años parte de sus ganancias –que este año se proyectan en rojo por los subsidios de pandemia– a las arcas de Hacienda. En 2020, el aporte de la ANDE a la vaquita pública fue de 150.000 millones de guaraníes. La ANDE también subsidió por mucho tiempo el costo de energía a otros entes estatales como el Banco Central y a empresas como Cervepar y Cargill. Lo hacía al venderles la energía por debajo del precio de costo. Es lo que se intentó cambiar con la modificación del tarifario en 2017-2018. Pero una de las empresas que se beneficiaba del esquema, Clyfsa, que compra energía de la ANDE para distribuirla en Villarrica, accionó contra esa modificación y sigue pagando el precio antiguo hasta hoy. La empresa pública pierde dos millones de dólares anuales con la venta de energía a Clyfsa.

Cáceres nombra otros tres problemas que arrastra la empresa estatal desde los 90: «Primero, que cuando en 1990 se eliminó el dólar preferencial (un dólar subsidiado por el Estado) el costo de nuestras deudas por importaciones de materiales se cuadruplicó. Segundo, en 2003 se eliminaron los consejos, que tenían representantes sindicales, técnicos y también de la UIP (Unión Industrial del Paraguay). Todas las decisiones pasaron a ser exclusiva responsabilidad del presidente de la ANDE, lo cual es ineficiente. Y tercero, que hemos aumentado nuestra cantidad de usuarios sin aumentar nuestro personal».

En 2016, Sitrande calculó que cada funcionario estaba atendiendo al doble de usuarios que en 1989. Hay 1.631.602 usuarios y solo 5.000 funcionarios. «Tenemos un problema de que muchos técnicos se jubilan y no se reponen. Se terceriza el servicio de distribución para no pagar derechos laborales y quienes están allí a veces no tienen el conocimiento necesario, lo que les expone a accidentes laborales», dice Pineda, del sindicato. La ingeniera Canese cuenta que aún cuando se intenta formar a funcionarios administrativos como técnicos, en varios casos encuentran dificultades para que entes como la Secretaría de la Función Pública les apruebe el traspaso. El ingeniero Encina lamenta que no se haya previsto también que jubilados puedan ayudar en la formación: «Hoy solo tenemos 270 ingenieros en una empresa que ante todo, debería ser técnica». 

La solución es más complicada que poner cables bajo tierra

«Leí en redes sociales que alguien decía que votaría a quien pusiera todo el cableado subterráneo. Ojalá fuera tan fácil», dice el ingeniero Encina. Cita que en Asunción ya existe cableado bajo tierra en varios edificios, «y eso no previene que haya cortes, porque se inunda con el raudal». Además de la inversión para implementar, el mantenimiento de la red subterránea es más costoso y puede volver más difícil identificar en qué punto suceden los cortes. Tanto él como Cáceres y Pineda concuerdan que el crecimiento sin planificación de Gran Asunción, supeditado al auto individual e intereses inmobiliarios, aumenta el gasto público y hace casi imposible una obra así. Además, debe ser coordinado con empresas de telefonía celular que hoy deben millones por alquilar las columnas de la ANDE.

Sobre una posible solución, Encina dice que hoy la ANDE anda a oscuras con su red de distribución. Explica que hay dos tipos de cortes de electricidad: uno es cuando hay vientos fuertes y tormentas. En estos casos «los cables se tocan, se activan las protecciones y mientras dure el viento se corta la energía por seguridad. Cuando caen árboles es un problema mayor, porque afectan las columnas», dice. 

Encina ve dos salidas. «Una es deforestar todo, que creo que nadie estaría de acuerdo. Y otra es un trabajo coordinado de la ANDE con las municipalidades y el MADES para ver cómo gestionar esos árboles», propone. A propósito, Raúl Rivarola, biólogo y autor de la guía de arborización urbana, sugiere que se realice un inventario de los árboles caídos para identificar causas de sus debilidades y promover el mantenimiento de la cobertura verde.

El otro caso de un corte de luz es el calor. «Ahí lo que pasa es que los transformadores fallan ante dos o tres días de mucha temperatura, por la demanda», explica Encina. El impacto de los climas extremos en nuestra infraestructura es una de las razones por las cuales Paraguay es considerado el país más vulnerable a la crisis climática en Sudamérica.

La solución que proponen Encina, Cáceres, Pineda y Canese es un sistema de control de la carga de los transformadores, es decir, si pueden seguir cubriendo la demanda. No se sabe en qué zonas específicamente la carga de transformadores es más crítica. «La ANDE se entera que hubo un corte en su red de distribución recién con la denuncia del usuario. Con este sistema se puede actuar más rápido. Y también tomar mejores decisiones de inversión», dice Encina. 

El ingeniero afirma que la empresa ya utiliza un sistema similar para controlar la facturación de los mayores usuarios, como industrias, y que el plan actual de compra de transformadores, sin información previa, «no garantiza que no haya cortes, porque no sabemos si lo que tenemos instalado en la calle va a aguantar». 

«Se trabaja a ciegas», concluye.