Los goles de vida y libertad de Paleta Quintana

Mediocampista, goleador de la Liga Curuguateña de Fútbol. El 15 de junio de 2012 tenía 18 años y sobrevivió a la masacre de Curuguaty. Arnaldo Paleta Quintana Paredes metió más goles desde entonces: el de la vida y el de la libertad.

Corrió como Ronaldinho. Rodó por el suelo como una pelota.“Ajapajerei, ajapajerei, ajapajerei. Rodé, rodé y rodé. Yo veía a unas 40 personas a la orilla de la ruta, que era un barranco y rodé por mi vida.” Una multitud estaba en lo alto, pero no eran hinchas. “Eran vecinos y familiares que ya habían sido avisados y trataban de ayudar. La policía seguía disparando. El helicóptero sobrevolaba. Hacia atrás, estaban con los tiroteos, hacia adelante, donde estaba la gente, también había policías.”

Nery Urbina, un político de la zona, levantó la mano y bajó junto a Arnaldo al verlo muy herido; cuando llegó junto a él comenzaron los tiros. “Nery me abrazó y levantamos las manos. Pasó una patrulla de policías que venían de Asunción y bajaron para pegarnos. Nos torturaron ahí mismo frente a la gente, nos pegaron y amagaban con dispararnos. Entre gritos, comenzó un tiroteo entre los propios policías, los que estaban detrás mío y los que llegaban de Asunción. Se armó una confusión. Nery explicó que sólo intentaba ayudar, pero le rompieron tres costillas. Nos tiraron con gases lacrimógenos a la cara. Nos jugaron a matar.”

Eran las 11 de la mañana. La masacre había ocurrido a las 7:40 aproximadamente. Hasta ese momento, los medios de comunicación sólo hablaban de los policías supuestamente emboscados y asesinados. 17 paraguayos, 11 campesinos y  6 policías perdieron la vida ese 15 de junio del 2012.

El día anterior, el jueves, Arnaldo Paleta Quintana había estado en la práctica en el Club Deportivo Central, de la Liga Curuguateña, a 250 kilómetros al este de Asunción, donde en 2011 fue el goleador. Quería jugar como Ronaldo de Assis Moreira, el conocido “Ronaldinho”. Con sus 18 años, Arnaldo ya tenía 17 goles a junio del 2012. Ronaldinho venía de abajo, como él.

“Yo soñaba con ser como Ronaldinho y toda mi vida, todos mis sueños pasaron varias veces por la cabeza. Intenté levantar la mano y me seguían disparando. Fui herido como a las siete de la mañana. Corrí muchos kilómetros hacia el monte y en algunos momentos me senté y sentí que moriría. Tenía una bala en el estómago y me estaba desangrando cuando Nery Urbina me salvó la vida y, de paso, perdió seis meses de su libertad. Porque a él también lo detuvieron.”

Mientras huía, se hundía en terribles pensamientos, pero su fe lo salvaba. Llevaba una pulsera con una cruz que tocaba cada vez que la tristeza le invadía. Se preguntó varias veces por qué no había aceptado ir a Argentina con el técnico que ya le había prometido ir a un club grande. 

“Hubiera estado jugando en un club de Argentina y estoy en la cárcel, me decía. Nosotros veníamos de pasar mal, cuando yo tenía 15 años mi papá se accidentó y todos tuvimos que meterle duro a la chacra e incluso dejar los estudios. Y Marina Kue era una promesa de tierra casi segura, porque existían los documentos.”

Arnaldo quería ir a la Argentina y tal vez correr la suerte de Ronaldinho: venir de abajo y triunfar. Pero le tocó el Ronaldinho tardío, el que ya no jugaba al fútbol y terminó en una cárcel en Paraguay. Ahora, diez años después, mira la vida como un gol.

El gol de la libertad

De niño, Paleta convertía  las naranjas, los pomelos y cualquier fruto redondo directamente en un balón y soñaba con un estadio lleno de gente gritando “¡Gooooooool!”. Y que la voz de un locutor dijera en todas las radios “¡Goool de Paleeeeeeeeeetaaaaaaa Quintana!” “Nadie podía tener una media en nuestra casa porque la usábamos de pelota. Siempre andaba pateando cosas. A los ocho años fui a la escuela de fútbol, cuando eso ya me decían Paleta.” 

Paleta llevaba un dolor del tamaño de una pelota en el abdomen. Del 15 al 22 de junio del 2012 pasaron muchas cosas. Arnaldo Quintana tenía 18 años y una herida de 36 puntos. Cada encuentro con un policía, cada interrogatorio, cada acta fue acompañado de golpes, escupitajos, patadas, malos tratos. Ya ni levantaba la mano ni trataba de explicar nada. Sólo pensaba que nunca más jugaría al fútbol. El país estaba agitado y el presidente electo, Fernado Lugo, fue desalojado mediante un juicio político. A Paleta le operaron en la ciudad de San Estanislao, en el departamento de San Pedro, pero por las patadas que recibió de los policías, necesitaba mayores cuidados médicos. Lo trasladaron a Emergencias Médicas de Asunción. Apenas podía moverse. El 22 de junio lo dejaron en la cárcel de Coronel Oviedo.

“Todavía recuerdo ese día. En los 36 puntos me salía sangre. Las heridas, el dolor, los malos tratos, pero cuando llegué a la cárcel de Coronel Oviedo fue un alivio. Ahí estaban mis otros vecinos que también estaban por la misma causa.” Para ese momento, eran doce personas encarceladas en prisiones de Coronel Oviedo y Asunción; 57 personas imputadas; niños huérfanos, padres y madres que lloraban a sus hijos.  

En noviembre del 2012, Arnaldo caminaba nuevamente y pudo presenciar la huelga de hambre que hicieron sus compañeros: Lucía Agüero, Alcides Ramírez, Luis Olmedo, Nery Urbina y Juan Carlos Tillería. Ellos y ellas lograron la prisión domiciliaria y abandonaron la cárcel. Organizaciones de la sociedad civil salieron a las calles a pedir: justicia para los 17 personas muertas; liberación para los 57 imputados; tierra para los campesinos.

En 2014, Arnaldo Quintana logró volver a casa, con arresto domiciliario, después de más de 50 días de huelga de hambre junto a Felipe Benítez Balmori, Adalberto Castro, Néstor Castro y Rubén Villalba. Su madre, Carmen Paredes, había ido a Asunción para encadenarse frente al Poder Judicial y pedir por su hijo junto a Raquel Villalba, Mirta Benítez y Elida Benítez.

Con un tajo en la panza, volvió a tocar la pelota.

El 26 de julio del 2018, tras seis años de lucha, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia anuló el juicio de Curuguaty y absolvió a las once personas condenadas.

Ahora, Arnaldo ya no quiere ser como Ronaldinho. Ahora quiere ser director técnico como José Saturnino Cardozo, pero de niños en Marina Kue, como le llaman los habitantes a la propiedad donde ocurrió la masacre de 2012. “En la cárcel aprendí el oficio de la carpintería y vivo de hacer mesas, puertas, ventanas, y todo mueble que se me pida. Sigo corriendo detrás de la pelota, juego en el Club Sportivo San Luis, de la Liga Yvypytãense”. 

Luego de diez años de la tragedia que tuvo que vivir, Arnaldo elige los partidos a jugar. “Tengo la ilusión de hacer una pasantía en el club de mis amores, Cerro Porteño, para aprender del equipo técnico. Esperemos que pronto se resuelvan algunos problemas y podamos hacer la escuela de fútbol para los niños de Marina Kue”.