― Hola, perdón por la hora, ¿hay alguien despierta?
― Holi, Lau, acá hace una hora tratando de hacer dormir al gordo.
― Me estoy muriendo de sueño, ¿alguien sabe cómo hacer para que vuelvan a dormirse?
― Uf, ni idea, Tomi es mega impredecible, pero hoy le puse ruido blanco con el celular y parece que funcionó. Ahora la que no puede dormir soy yo.
El celular ilumina el rostro de Belén Cantero a las 3 de la mañana. Es el grupo de WhatsApp que se activa a esa hora. Belén es investigadora, profesora de Historia en un colegio y hace 15 meses, también es mamá de Manu. «Hay una vida secreta de las mamás que sucede en la madrugada. Ahí es la soledad máxima porque nadie más está despierto», dice.
Uno de esos días, estaba leyendo publicaciones de una cuenta de maternidad que sigue en Instagram y descubrió una app que le llamó la atención. Se llama Peanut. Es como un «Tinder para mamás» que conecta a mujeres a través de perfiles geolocalizados, similar a una app de citas, y permite conocer a otras que están en la misma etapa de su vida, ya sea el embarazo, la maternidad o la menopausia. Los perfiles lucen más o menos así:
«Mamá primeriza de un bebé de nueve meses llamado Bruno. Tengo 22 años, soy casada pero separada. Me he sentido sola últimamente y es por esa razón que acudí a esta app. Todas las familias son diferentes y cada una es perfecta a su modo».
Aunque la función de la app parezca nueva, los vínculos entre mujeres existen hace siglos. Antes, las comadres constituían un soporte social para las comunidades y ocupaban un rol central en la crianza de niñas y niños. Belén cree que las mamás, de alguna manera, siguen buscando ese soporte. Pero hoy, la vida en la ciudad y la desaparición paulatina de redes comunitarias hacen que la crianza sea cada vez más solitaria.
La soledad de las madres en una sociedad hostil a la maternidad
«La soledad es algo muy presente cuando sos mamá», reconoce Belén. Y es que una sociedad como la paraguaya, mientras defiende la maternidad como único destino posible para las mujeres, no está preparada para las madres. Los entornos laborales, a menudo, son hostiles hacia la maternidad, con prácticas que dificultan la convivencia entre el trabajo y la familia: falta de horarios flexibles, imposibilidad del trabajo remoto, despidos a embarazadas e incumplimiento de licencias, guarderías y salas de lactancia. De hecho, las mujeres paraguayas enfrentan mayores tasas de desempleo y brechas salariales que los hombres.
Las configuraciones familiares también son muy diversas. Pese a que los hogares extendidos, que incluyen a parientes como abuelos, tíos y primos, representan el 28% de los hogares en el país, el Estado paraguayo reconoce un único modelo de familia, que reproduce roles tradicionales de género.
Es el caso de Leticia, quien prefirió resguardar su identidad para contar su historia. Es cocinera, bisexual y vive con su papá y su hijade dos años. Trabajaba a la noche en un local de comida y cuando llegaba a casa, cerca de la 1 de la madrugada, su hija la esperaba despierta y ya no podía dormir. Tuvo que renunciar. Volver a trabajar fue todo un reto. Para Leticia, no sería posible sin su tía, que cumple un rol central en la crianza de su hija porque la cuida cuando ella no está.
Las dinámicas sociales también juegan un papel en la exclusión de las madres. Belén explica que el puerperio es un momento especialmente complejo para hacer encajar el encuentro con las amistades en el cotidiano, por los horarios, el cansancio y el nivel de atención que requiere un bebé en sus primeros meses de vida.
«Hay amigos que te dicen: “Vos desde que sos mamá cambiaste”. Obvio, no pueden esperar que tu vida no cambie. Y después tiene que ver con que los horarios cambian, el tiempo del que una dispone cambia. Ya no podés hacer lo mismo que hacías antes. No podés madrugar, no podés tomar si estás dando de mamar. A la noche tenés que estar y a la mañana tenés que estar», refuerza.
La crianza compete a toda la sociedad
Históricamente, la maternidad se asoció no solo al proceso biológico, sino también al cuidado y la educación de los niños, la salud, la alimentación y el cariño o la ternura. Estas prácticas están ligadas a representaciones que se valoran en muchas sociedades.
Pero la crianza no es solo un asunto de mamás.
«Si hablamos de crianza, deberíamos incluir a los padres. Eso también es algo que se le exige al feminismo, pero son los padres los que tienen que crear contenido, buscar grupos de padres, interesarse sobre la crianza, leer, exigir en sus trabajos permisos. Si ellos no se gestionan no va a suceder», dice Belén.
Montserrat Vera, psicóloga social comunitaria del colectivo Psicofem, considera que vivimos en una sociedad muy de espaldas a la maternidad. «La crianza―sostiene― debe implicar, como madre, un ejercicio de rodearse de amigas y amigos, familia, comunidad, y preguntarse: ¿Cuál es el lugar de la comunidad que me rodea? ¿Se sienten responsables conmigo? Y como parte de la comunidad que acompaña también preguntarse: ¿Qué tan parte quiero ser de este proceso? Y si me nombro tía o quiero serlo, ¿qué implica?»
Para muchas, una solución es «criar en tribu». Vania Valdés, doula y asesora de porteo, explica que formar parte de una tribu implica una red de apoyo auténtica, donde las madres se acompañan mutuamente en su viaje de crianza. En este entorno, se comparten no solo las responsabilidades, sino también las alegrías y los retos del día a día. Al estar rodeadas de otras familias, se construye un ambiente que permite el crecimiento conjunto.
«Yo soy el Tinder para mamás», bromea. Hace años administra redes sociales para acompañar a las mujeres en sus maternidades. Cuando comenzó apenas había surgido WhatsApp, hoy son decenas de grupos de amigas consolidados en los que se apoyan con la crianza.
«A las mamás que crían sin un sistema de apoyo cercano, les diría que su lucha es válida y que no están solas. Es crucial buscar conexiones en grupos y redes de apoyo donde puedan compartir experiencias y sentirse comprendidas», reflexiona.
La psicóloga Lucía Acosta considera que conectar con otras madres es prevención y es salud mental. «Esa mujer necesita conectarse con otras madres porque necesita ver otras formas de maternar y, también, para ver que ese sufrimiento tiene nombre. Hay otras mamás a las que les puede estar pasando lo mismo», dice. Como reconocer que hay días en que las madres no quieren ser madres.
La maternidad real
La maternidad real es la experiencia auténtica y sin filtros de ser madre, alejada de las idealizaciones y las representaciones románticas que a menudo vemos en influencers en redes sociales, películas, publicidades y medios de comunicación. Muchas mujeres hoy se animan a contar sus experiencias en el puerperio, las horas sin dormir, los mandatos de la maternidad y la sensación constante de «no llegar».
«Hay días que ser mamá es horrible. Hay veces que, realmente, es muy cruel y no puedo con todo. No puedo con mi hija, conmigo que estoy menstruando, con dolor de pies y espalda, porque trabajo todo el día parada, y después ella viene y quiere upa, quiere jugar», reflexiona Leticia.
En redes sociales, la maternidad real se convirtió en un tema de conversación frecuente entre las madres, que comparten sus experiencias cotidianas. Esto permitió que se hable abiertamente de los desafíos y las transformaciones que conlleva la maternidad, desmitificando la imagen de la «supermujer».
Una de las facetas de la maternidad real es, por ejemplo, el reconocimiento de que hay días en los que las madres no quieren ser madres. Esta honestidad les permite normalizar la sensación de agotamiento que muchas experimentan. El duelo sobre la mujer que una vez fueron antes de tener hijos o esa identidad que se ve afectada con la maternidad.
«Las madres somos un todo, no solo madres», dice Lucía Acosta, psicóloga clínica y perinatal. «Se llega a la maternidad pensando que ya voy a saber ser mamá pero esa no es la realidad. Eso es lo que nos vende la sociedad machista y patriarcal. La maternidad real es donde se ve a una mamá físicamente desfigurada después del parto, no a una mamá toda maquillada. Es una mamá que llora de madrugada y extraña a sus amigas», refiere.
La psicóloga Montserrat Vera agrega que ese proceso de la maternidad no escapa a la expectativa de perfección que persigue a las mujeres en cada etapa de su vida. «Las mujeres se sienten mal, hay un daño importante a la autoestima en ese proceso que se solapa», dice.
Vera también describe la dificultad de varias pacientes que son madres para verbalizar lo que sienten en la consulta. En su opinión, muchas mujeres terminan habitando un lugar de silencio debido a lo difícil que es explicar la carga de las tareas de cuidado. Esto ―refuerza― puede generar distancia con la pareja, en caso de que tenga, y ahondar el sentimiento de soledad.