La muerte de una joven trans reaviva el reclamo contra la impunidad

A Gabi Cabrera la encontraron muerta a orillas del arroyo San Lorenzo. El promedio de vida de una persona trans es de 35 años. Gabi tenía 23.

A Gabi Cabrera le gustaba bailar. Era carismática, hacía bromas todo el tiempo. Este año cumplió uno de sus sueños: integrar una obra audiovisual sobre las vivencias de las personas trans.

«Vos estabas mal y ella no sé cómo hacía para sacarte una sonrisa. Cuando mi mamá murió, no me dejaba estar triste. Era una loca que yo amaba muchísimo», cuenta Yren Rotela, defensora de derechos humanos y fundadora de la casa trans, Casa Diversa. 

«Madre, me voy el viernes y me quedo hasta el domingo porque ese día regresa con todo Paola Cacho», le dijo Gabi a Yren, refiriéndose a su alter-ego artístico. Fue la última vez que Yren la vio con vida.

El jueves 11 de noviembre la encontraron muerta a orillas del arroyo San Lorenzo de esa ciudad. Vecinos y vecinas vieron que un hombre lloraba en el suelo al lado de su cuerpo inmóvil. 

Cuando llegó la fiscalía, encontraron a Gabi tendida en el suelo y a su lado, durmiendo, un hombre de 25 años. Era su pareja, Reinaldo Manuel Fernández González. 

En su declaración él dice que habían tenido una discusión, que la dejó por diez minutos y que, al regresar, encontró su cuerpo colgado de un árbol. Según su relato, él se asustó y la abrazó de un salto, se soltó la cuerda y cayeron juntos al suelo. 

La fiscalía ordenó la detención de Reinaldo y le tomaron declaración indagatoria pero no le dieron prisión preventiva, solo estuvo demorado seis horas. El fiscal a cargo de la investigación, Gerardo Mosqueira, dijo que no había indicios suficientes para imputarlo.

La primera hipótesis que arrojó el médico forense fue que se trató de un suicidio. Pero después de que aparecieran videos de días antes, donde se ve a varios hombres golpeando y burlándose de Gabi en la vía pública, la hipótesis despertó sospechas.

Ella ya había sido víctima de violencia y discriminación en el mismo lugar en el que apareció sin vida. En marzo, al menos seis hombres la secuestraron y golpearon. Más tarde la encontraron maniatada cerca del riachuelo ubicado sobre las calles Saturio Ríos y Fortín Arce, en la ciudad de San Lorenzo

Gabi fue víctima de lo que las personas trans sufren a menudo: abusos, agresiones, marginación. Y no cuentan con ninguna protección del Estado. Paraguay no tiene una ley de identidad de género ni ley contra toda forma de discriminación. Además, fueron excluidas de la Ley 5777 de Protección Integral a las Mujeres contra toda forma de Violencia.

El círculo de exclusión comienza en los hogares, seguido por el sistema educativo y el laboral. El contexto de marginalidad al que son arrojadas les deja como única alternativa la calle y el trabajo sexual, donde transcurren los hechos de violencia más crueles.

El Ministerio Público no investiga los crímenes de odio a las personas trans. Esto resulta en la impunidad de los transfemicidios. Hasta hoy, son 63 los asesinatos a personas trans desde 1989. Solo uno recibió condena.

Mientras aguardan los resultados de la autopsia y en los medios de comunicación difunden la versión del suicidio, activistas buscan visibilizar todo el entramado de violencia que viven las personas trans, cuyo promedio de vida es de 35 años.