Yren Rotela: el derecho a verse reflejada

Le negaron educación, vivienda y trabajo, pero siente que el cambio de nombre llegará como reparación. Al verse profundamente en el espejo sabe quién es y que desde su activismo está haciendo historia.

Yren se levanta temprano, arranca a las cinco de la mañana y disfruta del canto de los pájaros con los primeros rayos del sol. El agua se calienta en la pava, mientras prepara su termo para el mate, en un ritual cotidiano de disfrute.

Durante mucho tiempo no podía tener esta rutina que hoy le es tan natural, porque dormía de día y salía a trabajar de noche. Pero le gusta el amanecer y hoy tiene la oportunidad de mirarlo como un derecho.

“Amanezco regia. Me voy con todo a causar furor y escándalos”.

Protección, cariño, acompañamiento, amor, solidaridad y compromiso es el concepto de familia que abraza Yren. Eso es lo que encuentra en sus perros y gatos, sus plantas y las personas con quienes convive todos los días.

“La verdad que yo tengo una buena relación con mi familia sanguínea y también con mi familia que la vida me dio”.

Casa Diversa representa para Yren la oportunidad de tener un hogar, que es algo que le cuesta a la comunidad trans. Sabe que bajo ese techo son una familia, y que se pueden levantar con seguridad y sin miedo. 

“Hoy puedo sentarme en una mesa, decorar, preparar el almuerzo, la cena y eso es para mí lo esencial”.

El espejo está siempre presente en la vida de las personas trans.  En la calle lo usan para ponerse el labial, el polvo, el lápiz, para prepararse para la mirada de la gente y de la sociedad. Pero cuando empiezan a mirarse profundamente en el espejo es cuando realmente se descubren y ven quiénes son y cuánto valen. 

“Amo mirarme en el espejo y verme ahí lo linda que soy. Me miro profundamente y me digo: Adelante, Yren. Buenos días. Siga. Fuerza”.

En 2009, le invitaron a un encuentro feminista en San Bernardino, allí vio a Lohana Berkins, una de las activistas más grandes de América Latina. Se sentaron a hablar y ella le dijo que había nacido para hacer historia. 

“No tengas vergüenza, vos podés ser quien vos sos. Vos vas a ser quien vos sos. Vos sos Yren Rotela”. 

Luego la vida le cruzó a Marcela Romero, de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgénero de Argentina (ATTTA). Ella le invitó a que no guardara odio en su corazón. Le compartió que, si lograba amar hasta a las personas que le odiaban, nadie iba a poder contra ella. Así el feminismo le salvó la vida.

“Conocí a mujeres trans feministas y a mujeres feministas que hasta hoy me acompañan en mi lucha. Me dicen “vos podés y vos tenés que seguir”.

Como no se reconocía en la manera en que figuraba en sus papeles, pero tampoco podía despegarse del nombre que le dieron sus padres, su mamá, su papá y ella se pusieron frente a una hoja en la que empezaron a dar la vuelta y a transformar la palabra y salió Yren.

“Esa que fue Soraya, esa que fue los nombres que me gritaron, esa que sufrió desde chica. Esa es Yren. Esa es la que está acá firme. Esa soy yo en toda su dimensión”.

Yren sigue en la lucha porque la democracia y la sociedad paraguaya tienen una deuda con toda la comunidad travesti. Busca que la reparación a través del derecho de cambiar de nombre sea para todes. Por eso, ella y el colectivo interpusieron una denuncia contra el Estado paraguayo ante el Comité de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

“Por decidir ser Yren me negaron la educación, me negaron la vivienda, me negaron un trabajo, me negaron miles de cosas. Para mí que me den mi nombre es una reparación”.

Sin políticas públicas o leyes que garanticen el acceso y la protección de sus derechos, la comunidad trans está siempre luchando contra el odio. La memoria y la resistencia son las armas ante los prejuicios, los  estigmas y la discriminación que reciben del Estado. Ese caso omiso a sus necesidades expone sus vidas al más alto costo: la muerte.

Yren se mira profundamente  en el espejo y puede decir que logró vencer todo el odio y toda la violencia que le tocó vivir. Hoy esos ruidos no tapan su voz. Solo tiene tiempo para amar, para amarse a sí misma, a la humanidad, a la vida, a la naturaleza.

“El mensaje para mí es que como sociedad tenemos que escucharnos y como sociedad tenemos que aprender a amar”.