Isabel Streski es brasileña y lleva más de un año viviendo en Paraguay. Antes era profesora en un colegio de Atlanta, pero desde que desapareció su hijo, Antonio Augusto Streski, se convirtió en investigadora, abogada, detective y espía. Lleva un vestido verde musgo y el pelo suelto. Su castellano casi perfecto la ayuda a llevar el nombre de su hijo a todos los rincones para que el país se entere de que su ausencia importa.
Antonio Augusto tenía 25 años cuando desapareció. Cursaba el último año de la carrera de medicina en la Universidad María Auxiliadora (UMAX) de Loma Pytã y compartía un departamento con amigos en Mariano Roque Alonso. Antonio Augusto salió de su casa una mañana a las 8:30 y nunca regresó. Un amigo hizo la denuncia en la comisaría y contactó a sus familiares. Isabel le pidió a sus hermanos que viajaran a Paraguay hasta que ella llegara. Según cuenta, toda la investigación hasta ese momento estaba mal hecha.
Desde que Antonio Augusto Streski desapareció, su mamá, Isabel Streski solo se dedica a buscarlo. Todos los días, de noche, actualiza los datos de las personas desaparecidas en Paraguay en plena democracia. Foto: Alegría González.
Isabel tomó cursos y se capacitó en la búsqueda de personas, recorrió la Chacarita, Pipoca, Zeballos Cué. Viajó desde Bella Vista hasta Pedro Juan Caballero, conoció todas las cárceles del país y lleva meses conduciendo una investigación paralela. Pero al embarcarse en esta búsqueda, descubrió que la desaparición de su hijo no era un caso aislado, sino que había miles de personas que continúan desaparecidas y que sus familias no tienen respuestas de las autoridades.
También se dio cuenta de que sola no podía. Por eso decidió comenzar a reunirse con familias de personas desaparecidas. Al principio, sentía lo mismo que todos: querían encontrar una manera de morir más rápido. «Atenté contra mi vida tres veces y como no me fui, dije, “bueno, Dios ve un propósito en todo esto”», cuenta. Su fe y el acompañamiento de otras madres fueron la fuerza que necesitó para trabajar en la búsqueda. Pero ya no solo de su hijo, sino del de todas las madres paraguayas que hoy tienen a sus hijos desaparecidos.
Investigando la desaparición de su hijo, Isabel Streski descubrió que no es un caso aislado, sino parte de una triste estadística que afecta a miles de familias paraguayas. Foto: Alegría González.
La asociación de Familias de Desaparecidos en Paraguay nace de la ausencia. Si bien hubo otra organización que la antecedió, en febrero de 2023 formalizaron su creación con una nueva identidad. Al momento de la entrevista para esta investigación, la asociación reunía 38 familias de desaparecidos. A través de sus páginas de Facebook e Instagram canalizan los reportes de las familias y publican la edad, fecha, el lugar de desaparición y los números de contacto. Pero además realizan una labor muy importante: divulgan las localizaciones. «Cuando aumenta el número de localizados para nosotros es motivo de celebración», dice Streski.
Los datos de desaparecidos, otra ausencia
Al ver que los números se agrandaban día a día, los miembros de la asociación de Familias de Desaparecidos en Paraguay decidieron llevar su propio registro. De enero a octubre de 2023 recogieron 1.861 personas, de las cuales 935 fueron localizadas y 926 continúan desaparecidas.
El Surti pudo acceder a datos del Departamento de Búsqueda y Localización de Personas Desaparecidas de la Policía Nacional en la que reportan que desde 2021 hasta el 30 de septiembre de 2023, la cantidad de personas desaparecidas asciende a 2.181. Solo este año hubo 1.658 denuncias. De ellas, 1.023 personas fueron localizadas con vida y 32 sin vida. De enero a septiembre de 2023 son 603 personas desaparecidas.
Existe un problema con el registro de datos que lleva la Policía Nacional. Hay datos que se contradicen. Por ejemplo, en una respuesta a un pedido de información pública de abril de 2023, según el Departamento de Búsqueda y Localización de Personas Desaparecidas, en 2022 hubo 2.479 denuncias de personas desaparecidas. Sin embargo, en respuesta a un segundo pedido de información pública de agosto de 2023, según el Departamento de Estadística, en el 2022 hubo 1.377 denuncias.
En 2017, a través de la Resolución 666 se creó el Protocolo de Intervención Policial que establece el procedimiento a seguir ante casos de búsqueda y localización de personas desaparecidas. Ese protocolo está desactualizado porque no contempla los roles y funciones específicas del Departamento de Búsquedas y Localizaciones ni establece un flujo de trabajo con el Ministerio Público.
Lo cierto es que el Departamento de Búsqueda de Personas trabaja con pocos recursos. En su oficina central, ubicada en el barrio Santísima Trinidad de Asunción, trabajan 7 personas: 2 oficiales jefes, 2 oficiales subalternos y 3 suboficiales. El departamento no cuenta con personal, ni patrulleras, ni computadoras suficientes. «Tratamos de estar siempre con la persona que solicita. No importa la hora ni los medios, usamos nuestros propios recursos para estar con ellos», dice el comisario Felipe Figueredo.
Figueredo explica que hay 18 direcciones departamentales y en cada una funciona una división de búsqueda y localización. Esas divisiones coordinan las búsquedas con todas las comisarías. Una vez que se hace la denuncia en una comisaría, el oficial de turno debe cargar la denuncia en un sistema informático al que tienen acceso todas las dependencias policiales. La Policía deriva el caso a la Fiscalía, que decide si la investigación corresponde a su unidad antisecuestros o antitrata, por ejemplo. Luego, un fiscal emite una orden de investigación y trabaja en coordinación con los policías.
Pero según los testimonios de familiares de personas desaparecidas recogidas por este reportaje, eso no ocurre en la práctica.
Ni la Policía ni la Fiscalía son exhaustivos en sus búsquedas
María Eisenhut es limpiadora en una empresa de semillería agropecuaria. El viernes 16 de noviembre de 2007 estaba agotada. Como todos los días, se despertó temprano en su casa de Limpio y entró a trabajar a las 5 de la mañana en Asunción. Por la noche, fue al cine con su marido y sus hijos y volvieron para descansar. A las 4 de la mañana se levantó de golpe con una sensación extraña y fue a la habitación de sus hijas. Deisy Patricia Azcona no estaba. La buscó en la casa de su mamá, tampoco estaba ahí.
A las siete de la mañana del sábado 17 de noviembre hizo la denuncia en la comisaría 20 de Limpio. La Policía fue a la casa y encontraron una carta en el buzón que decía: «Mamá, no te preocupes. Voy a estar bien y no se olviden de mí. Voy a volver pronto. Nunca se olviden que les quiero mucho. Con cariño y amor. Patty».
María Eisenhut no pierde la esperanza de encontrar a su hija, Deisy Patricia, que lleva desaparecida 16 años. Cuando se enteró que la Fiscalía cerró el caso con el argumento de que había encontrado a su hija, llamó a una abogada y lo volvieron a abrir. Foto: Alegría González.
Deisy Patricia tenía 17 años cuando desapareció. María cuenta que era novia del sobrino del entonces (y el actual) intendente de Limpio, Optaciano Gómez Verlangieri. Dice que dos testigos, entre ellos, su hijo Ricardo y un sobrino que vivía cerca, coinciden en que vieron a la pareja el día anterior por la tarde en la quinta del intendente. «Mi hijo le pidió que vuelva a casa y mi hija le dijo que espere, seguían hablando. Entonces, (Ricardo) le esperó en la ruta», cuenta María. Ella y su novio salieron juntos de la quinta y se la vio llorando.
En el relato de las madres, la fórmula «no la están buscando» aparece una y otra vez, como una frase hecha que lleva la carga de la desidia estatal, el dolor histórico y la indignación de las familias. «¿Cómo la van a encontrar si nunca hicieron ese papeleo? Nunca hicieron nada», reclama. Cuando fue a increpar al comisario sobre esto, recuerda que el policía le dijo: «Señora, nosotros hicimos todo de nuestra parte y eso le corresponde a la Fiscalía hacer. Pero si ellos no hicieron es por algo».
Cada vez que Zully Esquivel vuelve a la Fiscalía de Tobati, le dicen que aún no tienen novedades de Santiago Esquivel Páez, su hijo. Para ella no tiene caso seguir yendo. Ella lo busca sola, con las pocas personas de su entorno familiar que la ayudan. Foto: Alegría González.
Santiago Esquivel Páez tenía 18 años cuando desapareció. Vivía con su mamá y su hermana en Tobati, una ciudad del departamento de Cordillera, ubicado a 63 km de Asunción. Trabajaba transportando materiales de construcción y le gustaba jugar piki volley con los amigos. El 2 de septiembre del año pasado llegó en una moto con otro joven, cargó su ropa en una mochila y le dijo a su hermano menor que iba a un cumpleaños. Nunca volvió.
A su mamá, Zully Esquivel, le llamó la atención que no estuviera ese fin de semana. Eran los únicos días que se veían porque el resto de la semana ella trabajaba en la casa de una familia de Asunción. Hizo su denuncia el 10 de septiembre de 2022, pero, según cuenta, nunca lo buscaron. Durante la entrevista, Zully repitió tres veces: «Ustedes son las primeras personas que vienen por el caso de mi hijo». Santiago lleva más de un año desaparecido, pero su mamá no se resigna a dejar de hablar de él en tiempo presente.
Un 13 de abril de 2021, Isaura Bogado no volvió a su casa. A Ángeles Ortega, su mamá, no le quisieron tomar la denuncia en la comisaría porque aún no habían pasado 48 horas desde que desapareció. «Me fui a trabajar y cuando volví ya estaba como loca. Me fui otra vez a la comisaría y les dije que si no me hacían en ese momento (la denuncia) iba a hacer un escándalo. Por lo visto me vieron mal, y labraron el acta», relata Ángeles.
Dos o tres días después la llamaron para ir a declarar. Según cuenta, durante la entrevista, la fiscala le dijo: «Señora, tu hija ya está harta de las peleas. Yo ya estoy al tanto también de que ustedes estaban siguiendo un tratamiento psiquiátrico». Ángeles iba día de por medio a la fiscalía para hacerle seguimiento al caso, pero la fiscala no la atendía. Entonces pidió que se cambie de fiscal por Sandra Ledesma. De nuevo, las entrevistas. «La Policía no investigó, no hubo búsqueda. No hubo búsqueda», enfatizó.
Ángeles no descansó. Investigó, siguió pistas, habló a la prensa, organizó movilizaciones, acercó a la Policía cada prueba que encontró. Ella siente que el departamento Antisecuestros de la Policía fue el único que la ayudó. Un 2 de junio de 2021, una vecina de la ciudad de Ñemby encontró el cuerpo de Isaura en un patio baldío. El informe de la autopsia indicó que falleció por asfixia, «por las características de la escena», y cerraron la causa.
Dos años después de la desaparición de Isaura Bogado, su mamá, Ángeles Ortega trabaja para que ninguna otra madre sienta que está sola o que viva lo que ella vivió. «Somos un grupo pequeño pero muy grande en fuerzas», dice. Foto: Alegría González.
Hacia una ley para el registro y búsqueda de personas desaparecidas
A julio de 2023 hubo 474 niños, niñas y adolescentes desaparecidos. Según los reportes del Departamento de Estadísticas de la Policía Nacional, las niñas de entre 13 y 17 años son las que más desaparecen. La tendencia es similar a la de 2022. «Nuestra tarea como Estado paraguayo es también prestar mucha atención a estas estadísticas: ¿Por qué son menores? ¿Por qué en su mayoría son mujeres o adolescentes?», reflexionó el diputado liberal Rodrigo Blanco el 14 de septiembre pasado en la Sala Bicameral del Congreso.
Ese día se realizó una primera audiencia pública sobre el proyecto de ley «que establece el marco legal para el procedimiento de búsqueda de personas desaparecidas y su registro». Este proyecto hace hincapié en la “presunción de vida”. Propone fomentar la prevención de las desapariciones, establecer mecanismos de atención temprana, protocolos de actuación y coordinación entre instituciones para actuar de manera inmediata.
Además de los diputados, estuvieron presentes miembros de la asociación de Familias de Personas Desaparecidas, representantes del Ministerio de Niñez y Adolescencia, Secretaría Nacional de Inteligencia y la Policía Nacional. No asistió ningún representante del Ministerio Público.
El 30 de agosto, en el marco del Día del Desaparecido, la asociación Familias de Desaparecidos en Paraguay organizó una misa en la Catedral. «Cuando crecen los números de localizados para nosotros es motivo de celebración», dice Streski. Foto: Alegría González.
«Buscamos establecer por ley ese procedimiento y que eso posibilite al Ministerio Público y a la Policía Nacional la instauración de unidades especializadas porque los números lastimosamente empiezan a ser preocupantes», expresa Blanco. En su opinión, pueden ser varios los motivos por los que se da la desaparición de personas. Menciona secuestros, delitos, problemas familiares e incluso, sostiene: «Se empieza a ver la consecuencia ya inclusive de la penetración del crimen organizado, del narcotráfico, del microtráfico».
La diputada patriaqueridista Rocío Vallejo cree que el problema se encuentra, fundamentalmente, al interior del hogar. «Mucha gente, los adolescentes, sobre todo, se van de su casa porque se pelean con la mamá o por cuestiones de abuso dentro de la propia familia. Entonces se van, como si la solución estuviese afuera», opina.
El proyecto de ley también propone la creación de una Comisión Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas (Conade) que dependerá del Ministerio del Interior, como órgano responsable de la aplicación de la ley. De momento, el proyecto se encuentra en estudio en las comisiones de Diputados.
Entre la incertidumbre y la resistencia
Te busqué en mi corazón, te busqué en distintas direcciones, te busqué en mis pensamientos, en mi profundo dolor, te busqué en distintas preguntas. Yo te busqué en tu nombre. Yo te busqué en mi silencio recordando tu abrazo y el sonido de tu voz. Yo te busqué en cada foto, en cada fiscalía, cada morgue, cada plaza. Te busqué en cada mensaje. Yo te busco y voy a buscarte en cada desaparecido, en cada pedido de justicia, verdad y paz. Te busco todos los días y te seguiré buscando hasta encontrarte.
La voz de Isabel Streski resuena con eco en la misa de la Catedral Metropolitana de Asunción. Después de un año de buscar a su hijo, Isabel se siente una paraguaya más como tantas que luchan por encontrar a sus hijos que continúan desaparecidos. Es 30 de agosto de 2023, el Día Internacional del Desaparecido y las personas que integran la asociación Familias de Desaparecidos de Paraguay pasan una a una a contar sus historias.
Antonio Augusto Streski, Isaura Bogado, Deisy Patricia Azcona Eisenhut y Santiago Ariel Esquivel están en las fotos, los carteles y las oraciones de todas las madres de hijos desaparecidos. Están también presentes la diputada Rocío Vallejo, el comisario Felipe Figueredo y otros agentes policiales. Hoy ellos forman parte de esta comunidad que trabaja de cerca con las familias de desaparecidos.
Evarista González tiene a la hermana desaparecida hace 17 años. «Lo único que quiero es encontrarla con vida», dice. Foto: Alegría González.
Cuando un ser querido desaparece no existe el descanso. Hace 17 años que Evarista González no sabe nada de su hermana Alejandrina. Cuando se comenzó a involucrar en la asociación comprendió la gravedad del caso y se puso a investigar. Su mamá recién hizo la denuncia en septiembre de este año. Para una mujer oriunda de San Pedro que descree de las instituciones, eso fue todo un logro.
Pero no fue sencillo, tuvo que recurrir a un pariente lejano para que le tomen la denuncia en la comisaría de Capiatá. A la Policía le parecía un chiste que una madre denuncie una desaparición 17 años después. Según el protocolo policial, el personal deberá recibir la denuncia en todos los casos, sin considerar el tiempo transcurrido entre la desaparición y la denuncia. Y es que la búsqueda se hace cuesta arriba para las familias pobres. Se encuentran con dificultades para faltar al trabajo, para movilizarse largas distancias y para exigir una búsqueda y acompañamiento dignos de parte de las autoridades policiales y fiscales.
Zully cree que a las autoridades no les interesa buscar a su hijo. «Yo solamente espero que un día me llame y me diga: «yo ko estoy bien, mami. No te preocupes». Eso nomás yo quiero», dice. Foto: Alegría González.
Zully Esquivel, mamá de Santiago, cuenta: «Nadie nos dijo nada. Nosotros aparte le buscamos muchísimo. A todo el mundo le preguntamos, porque la policía y la fiscalía nunca te dan la respuesta. Yo por eso no me voy más a la fiscalía. No me voy luego a ir más. Porque trabajo, pierdo tiempo, gasto pasaje, paso hambre, sed por ahí y siempre me dicen ‘estamos viendo’, ‘tenemos muchos casos, no es el único caso’».
Zully sigue con la esperanza puesta en Dios. Ella dice que su hijo va a volver en cualquier momento.
Pero hace más de un año, en la cama de Santiago ya nadie se acuesta