Los que buscan recuperar el azul del Ypacaraí

Cómo diques, drones acuáticos y obras de teatro están logrando salvar de la muerte ecológica al lago más icónico de Paraguay. Y la tarea que queda por delante.

Recuerdos de Ypacaraí es tal vez la canción paraguaya más conocida del mundo. Compuesta por Demetrio Ortiz en 1952 y popularizada, entre otros, por Luis Alberto del Paraná.

La canción, que relata un encuentro romántico fugaz, es también una carta de amor al  Lago, el balneario más icónico de un país mediterráneo.

Pero la canción envejeció mal en los últimos años. Y no es debido a su memorable melodía o las palabras nostálgicas del amor. 

Es que el prístino azul descrito por Ortiz fue reemplazado por el verde de las cianobacterias.

“Al punto de que se hablaba prácticamente de una muerte ecológica del lago”  dice Renato Máas, especialista en gestión de agua y saneamiento.

Pero para entender el Ypacarai, dice Máas, “es necesario mirar más allá del espejo de agua del lago”.

El desordenado crecimiento de ciudades, industrias agroganaderas, loteamiento de humedales y la falta de alcantarillado sanitario  en 21 municipios de Central y Cordillera llenaron la cuenca que alimenta al lago del fósforo y nitrógeno.

La dieta favorita de las cianobacterias.

“Lo que hacen es competir de manera desigual, se reproducen tan rápido que dejan al agua del lago sin oxígeno para los peces, por ejemplo” explica.

El verde del Ypacaraí se volvió imposible de ignorar entre 2012 y 2013.

Lo primero fue una intervención de urgencia, creando un dique con bolsas para evitar que la descarga de desechos en los ríos de la cuenca siguiera ingresando al lago.

«Muchos creyeron que con eso ya estaba solucionado el problema”, recuerda Maas.

Pero una solución definitiva significaba que por primera vez municipios, congresistas, ministerios y empresas ubicadas en la cuenca tuvieran que ponerse de acuerdo en cómo gestionar el agua del cual dependen para el uso humano, económico y turístico.

El resultado de ese largo proceso es un ente con un nombre larguísimo y una función necesaria: la Comisión Nacional de Gestión y Manejo del Lago Ypacaraí y su Cuenca (Conalaypa), de la cual Renato Máas es director.

Con la Conalaypa “por primera vez tenemos un lugar unificado para tener información pública sobre el estado del lago. Un sitio web donde la gente puede denunciar posible contaminación. Parece poca cosa, pero nada de eso existía”.

Para dar información, primero hay que saber cómo conseguirla.

Es por eso que tres drones están a la caza del verde que le quitó al Lago Ypacaraí sus recuerdos.

Los drones fueron creados por científicos y científicas de la Universidad Nacional de Asunción, la organización Altervida y las universidades de Sevilla y Loyola de España, primero con financiamiento de Conacyt y luego con la Agencia de Cooperación Española.

Regina León, una química especializada en recursos naturales y parte del proyecto, explica que los drones fueron “diseñados especialmente” para surcar el Ypacaraí.

Dieron su primer viaje después de casi 2 años de investigación que involucró a 17 ingenieros e ingenieras especializadas en electrónica, comunicaciones y química ambiental en ambos lados del Atlántico.

Los drones tienen tres tipos de sensores específicos para identificar los iones de nitrato – que indican la presencia de contaminación por curtiembres – los niveles de oxígeno en el agua, o el nitrógeno y el fósforo de los desechos domésticos de la cuenca.

Los alimentos de las cianobacterias.

A diferencia de las viejas estaciones de control, los tres drones permiten hacer viajes específicos donde se encuentran los puntos calientes de contaminación.

Envían esos datos a un servidor en la Facultad de Ingeniería de la UNA.

León espera que “pronto puedan estar públicos para el monitoreo de toda la ciudadanía” y que sirva a instituciones como la Conalaypa  para identificar el origen de la contaminación registrada.

Pero la información sin gente que entienda su importancia es estéril.

“Algo que nos solía pasar con otros proyectos – reflexiona León – es que nos quedábamos en un nivel técnico y nos acostumbramos a enfocar solo en publicaciones científicas”.

“No hablábamos con la gente. Y al final estamos conversando de algo tan importante como el derecho al agua, ¿no?” piensa en voz alta.

Es por eso que para este proyecto, se aliaron con la organización ambiental Altervida, cientistas sociales, educadoras populares y artistas de teatro.

“Creamos una obra de teatro infantil con artistas de Areguá. Hicimos una serie de charlas con funcionarios de las municipalidades”.

Incluso en medio de la pandemia, el curso de gestión de los recursos hídricos que crearon terminó con 120 personas egresadas.

“El proyecto nos acercó a la gente. Y ahí aprendimos nosotros” dice León.

Ese acercamiento es también, para Renato Máas, la clave para pasar de resolver urgencias a un plan de ordenamiento territorial que cuide la cuenca.

“No es que haya muchos intereses encontrados. Al comercio le sirve que el lago esté bien. Al turismo. A los municipios. A la gente que vive en la zona. Hay mucho consenso” dice el director de Conalaypa..

Pero al mismo tiempo, las obras más importantes para parar el flujo de contaminantes de la cuenca del lago es el trabajo que menos paga en lo político.

“Construir un alcantarillado es hasta antipático. Molesta a la gente cuando se tiene que hacer el trabajo frente a su casa. No sirve para la foto porque no se ve, está bajo tierra”.  

Solo el 30% de la población del país tiene desagüe cloacal. “E incluso cuando hay alcantarillado, la gente prefiere seguir con su pozo ciego, por los costos”.

Las denuncias de relleno ilegal de los humedales del Ypacaraí para emprendimientos inmobiliarios también persisten.

En 2022, un nuevo caso enfrentó a la Conalaypa con el mismísimo Ministerio del Ambiente y la Municipalidad de San Bernardino sobre los criterios para definir si era realmente un humedal o no.

La Conalaypa llevó esa denuncia – como otras 30 en curso – a la Fiscalía.

Una de las últimas denuncias fue por la pesca ilegal en el lago. Se decomisaron 1200 metros de redes.

Pero incluso allí se esconde una buena noticia. En un lago donde hace 10 años morían, “hoy hay tantos peces que volvió a ser un atractivo pescarlos”.

Este reportaje es producto de la entrevista colectiva a Renato Máas y Regina León en el evento de la Comunidad Futuros del 17/05/22

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