Futuros

Las cicatrices de una familia que se enfrenta a los agroquímicos

En el sur de Paraguay, una familia le hace frente a los agroquímicos y defiende un modo sustentable que se resiste a morir.

Reportaje Diana Viveros Fernando Ferreira ·

Petrona Villasboa visita la tumba de su hijo Silvino Talavera. El niño tuvo contacto con agroquímicos cuando volvía a su casa luego de ir a la despensa en enero de 2003. Fallecería cinco días después en el Hospital Regional de Encarnación.

A partir de la muerte de su hijo, Petrona Villasboa luchó para que el caso no quedará impune. Una batalla que marcaría un precedente en la batalla contra el uso de agroquímicos en Paraguay.

La tumba de Silvino Talavera se encuentra en el cementerio de Pirapey. Algunas personas llegan hasta el cementerio de Pirapey para rendir tributos y otras para reconocerle milagros.

A los once años, Silvino Talavera ya trabajaba la tierra junto a sus hermanos mayores y su padre, Juan Talavera en la compañía Pirapey, del distrito de Edelira, en el departamento de Itapúa, al sur del país.

Petrona Villasboa sostiene un afiche de Silvino Talavera junto a otros de sus hijos, Antonio. En la familia Talavera-Villasboa todos padecieron problemas a causa de agroquímicos en algún momento de sus vidas.

La casa de los Talavera Villasboa es de arquitectura típica campesina, un «culata jovái»: dos habitaciones con paredes de tablas, unidas por un techo común, y separadas por un espacio mixto.

Como educadora popular, Petrona enseñó en su comunidad sobre preparados naturales –para no usra químicos industriales– para cuidar los cultivos.

Edelira es una de los tantos distritos rurales de Paraguay que basa su economía en la agricultura familiar, sin embargo este modelo se ve amenazado a desaparecer con el avance la agricultura mecanizada y los campos de monocultivo.

Antonio Talavera es el hermano mayor de Silvino y uno de los nueve hijos de Petrona Villasboa. Junto a toda su familia presentó problemas de salud luego de entrar en contacto con agroquímicos que eran utilizados en cultivo de soja cerca de su casa.

La escuela agroecológica de Edelira es un refugio para la agricultura familiar y un espacio que lucha contra el uso de los agroquímicos. Allí se enseñan métodos naturales para el cuidado de los cultivos.

En Edelira, a kilómetros de la casa de Petrona Villasboa, también se produce Yerba Mate Ecológica de manera comunitaria por familias campesinas.

Las semillas modificadas genéticamente son diseñadas para resistir fumigaciones que atacan todo lo que no sean sus brotes. La producción de maíz campesina, sin embargo, preserva la base genética de las diez razas de maíz que hay en el Paraguay.

Fermina Lima es una pobladora de Edelira y miembro de Conamuri. La organización emprendió junto a Petrona Villasboa y otras organizaciones la campaña «Justicia para Silvino» que logró llevar el caso a un juicio oral.

Según un calculo de SENAVE de 2007 a 2015, Paraguay triplicó la importación de plaguicidas, y en ese último año se importaron nueve litros por habitante. La enfermera del puesto de salud de Edelira está acostumbrada a recibir pérsonas con afecciones en la piel, pero no tienen personal ni recursos para atenderlos.

El ingeniero Andres Wehler es el director del Centro de Educación, Capacitación y Tecnología Campesina en Pirapey. La zona se encuentra rodeada de cultivos de sojas y las familias de la comunidad se encuentran amenazadas constantemente por la expansión del agronegocio.

Los pobladores de la zona de Edelira denuncian que las fumigaciones a los cultivos de soja se realizan durante el día y sin ningún tipo de cuidado. Esto afecta cotidianamente a miles de familias que se exponen a problemas de salud.

En Paraguay, los cultivos de trigo y soja se iniciaron a comienzos de los años setentas. Con la dictadura de Stroessner la frontera agrícola comenzó a expandirse, y la legislación y las políticas de Estado no tardaron en acomodarse a esa nueva realidad.

Como pasó con el DDT, con los fosforados, con los compuestos clorados, la industria química del agronegocio está cerrando el ciclo del glifosato para reemplazarlo con algo nuevo. El glifosato es conocido por los campesinos como mata-todo, pero Monsanto lo promocionó como inocuo para humanos.

La doctora Stella Benítez Leite cita al menos diez estudios que indican que la exposición a plaguicidas causa daño genotóxico –registrado a nivel del material genético– y daño citotóxico, o destrucción de células.

En Itapúa muchas familias están expuestas a las fumigaciones en los cultivos de soja. Muchos de los problemas de salud que se presentan en esa zona, tiene una relación directa con el uso de los agroquímicos.

La mayoría de los habitantes de Pirapey se dedican a la agricultura familiar. Pero el avance de los cultivos de soja y sus fumigaciones obligan a muchos a migrar a la ciudad, como los hijos de Petrona Villasboa.

La lucha de Petrona Villasboa logró que el caso de su hijo Silvino Talavera, sea el primero en producir una condena por una muerte a causa de agroquímicos en Paraguay.

En el cementerio de Pirapey hay una zona sembrada de angelitos. Ahí yace el cuerpo de Silvino Talavera, un niño cuya muerte sigue dando batalla a las fumigaciones.

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