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El uso de mascarilla no solo tiene como objetivo la seguridad personal, sino también la de los demás. Pero existen mascarillas más efectivas que otras y métodos de desinfección que pueden funcionar para ciertos tipos de mascarillas pero para otros no.
La reinfección del SARS-CoV-2 parece raro, a pesar de más de 8 meses de circulación en todo el mundo. Hacerle frente a la pandemia implica conducir hacia abajo tanto las tasas de transmisión como la gravedad de la enfermedad. La evidencia creciente sugiere que en toda la población el enmascaramiento facial podría beneficiar ambos componentes de la respuesta.
¿Qué mascarilla usamos? ¿La quirúrgica o la de tela?
Las mascarillas son un medio complementario de protección y es fundamental seguir cumpliendo con el resto de medidas preventivas recomendadas por el ministerio de Salud y la Organización Mundial de la Salud. Las mascarillas que conocemos son las quirúrgicas, las de tela, y las N95 (que al principio de la pandemia eran de uso exclusivo del personal médico).
El objetivo de las mascarillas quirúrgicas es evitar que el personal sanitario o los pacientes infectados transmitan agentes infecciosos al resto de población. Se deben desechar después de su uso y no son lavables. De acuerdo a algunos científicos, son más eficaces que las de tela para evitar que una persona infectada propague la enfermedad pero son de corta duración y no son reutilizables.
Según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades, CDC, las mascarillas de tela deben tener dos o tres filtros de tela lavable. Debe ajustarse correctamente al rostro y lavarse con frecuencia. Para el lavado se recomienda detergente de ropa habitual y una temperatura del agua al máximo permitido.
Las mascarillas FFP2 o las FFP3 (similares a las N95) son un medio eficaz para evitar la aspiración de los aerosoles que pudiesen existir en el ambiente pero no se pueden limpiar. El lavado perjudica la eficacia filtrante del material con el que está fabricada la mascarilla o la integridad de sus sistemas de ajuste.
Mucha gente está planteándose la posibilidad de prolongar el uso de las mascarillas. Lo primero que hay que tener claro es que se desaconseja reutilizar las que están pensadas para un solo uso.
Ahora, sobre la reutilización de mascarillas de tela
Si la aislamos durante algunos días luego del uso, podría ser una alternativa accesible y de fácil desinfección. Aún así, según investigó Maldita Ciencia, nuestro medio aliado en la red Latam Chequea, lo mejor es utilizarla una sola vez. Lo cierto es que el virus no sobrevive eternamente en las superficies. La carga viral va disminuyendo hasta desaparecer. Los expertos, sin embargo, no recomiendan los métodos de desinfección para mascarillas porque pueden estropear hasta el punto de dejarlas inservibles
Los métodos de limpieza que se descartan son: empapar las mascarillas en agua y jabón, utilizar líquidos con alcohol, las inmersiones en lejía (cloro o lavandina) y dejar airear la mascarilla solo durante la noche.
Para usar las mascarillas con seguridad vale la pena recordar que el tapabocas no es sombrero, bufanda ni barba postiza. Si se utiliza solo cubriendo la boca, no sirve. Si se utiliza varias horas de seguido, no sirve. No se debe reutilizar las mascarillas pensadas para un solo uso.
Otro punto clave es que al llevar mal la mascarilla asumimos algunos ‘peligros’ extra y, además, ni protegemos a los demás ni a nosotros mismos. Probablemente lo más peligroso de la mala utilización de la mascarilla es la falsa sensación de seguridad que genera, que hace que olvidemos las demás precauciones como lavarnos frecuentemente las manos y mantener distancia física.
Sigue siendo importante no tocarnos la cara, y cubrirnos la nariz y la boca con el interior del codo al estornudar o toser. Ni las mascarillas ni los papeles desechables con los que nos limpiamos la nariz deben volver a los bolsillos, carteras o superficies (nunca). Debe ir directamente a la papelera o una bolsa de papel, de manera que no se vuelva a tocar.
Forma correcta de uso
Antes de remover la mascarilla, se recomienda lavarse las manos, tomarla de las tiras de sujeción y retirarla con cuidado. Si no se la descarta, se la puede ubicar en una bolsa sin volver a tocarlas y luego lavarse bien las manos al terminar.
De acuerdo a un artículo publicado el 8 de septiembre en The New England Journal of Medicine, la evidencia relacionada con otros virus respiratorios indica que el enmascaramiento facial también puede proteger al usuario de la infección, al bloquear la entrada de partículas virales en la nariz y la boca.
Las investigaciones epidemiológicas realizadas en todo el mundo, especialmente en países asiáticos que se acostumbraron al enmascaramiento durante la pandemia del SARS de 2003 sugirieron que existe una fuerte relación entre el enmascaramiento público y el control de la pandemia.
Los CDC estimaron que la tasa típica de infección asintomática con SARS-CoV-2 era del 40% a mediados de julio, pero informaron que las tasas de infección asintomática son superiores al 80% en entornos con enmascaramiento facial universal, lo que proporciona evidencia observacional de esta hipótesis.
A los países que adoptaron el enmascaramiento de toda la población les fue mejor en términos de tasas de enfermedades graves relacionadas con Covid y muerte, lo que, en entornos con pruebas limitadas, sugieren un cambio de infecciones sintomáticas a asintomáticas.
Pero son todos estos argumentos válidos y mientras esperamos los resultados de ensayos de vacunas, esta medida de salud pública podría aumentar la proporción de asintomáticos por SARS-CoV-2 y, a su vez, hacer que la infección sea menos mortal. En estos momentos se vuelve más necesaria esta medida para evitar la difusión de las gotas a través de las que se puede contagiar el virus, en especial, en lugares públicos.