Futuros

Las guardianas de las semillas

Campesinas y campesinos guardan semillas en frascos, y así, el futuro de la alimentación de la humanidad.

Reportaje Fernando Ferreira Pedro Lezcano ·

En Repatriación, un pueblo en el centro de Paraguay, una casa de adobe exhibe en sus paredes externas arte contestatario y en su interior guarda el germen de cultivos. Es uno de los más de mil bancos repartidos en el mundo que no otorgan créditos a plazos fijos y no blindan la riqueza generada con la evasión de impuestos. Son depósitos de semillas, donde inicia la cadena alimentaria humana.

El trabajo de las mujeres y hombres de esta casa, a la que llaman Semilla Róga, se contrapone a un poderoso sistema de patentes en el que las semillas tienen dueños, y para acceder a ellas, hay que pagar. Hoy en día, un oligopolio de empresas – Syngenta, Bayer, Basf, Dow, Monsanto y DuPont – controlan el 60% del mercado de las que se comercializan en el mundo. Quien controla las semillas, controla los alimentos.

Este régimen es igual a pérdida de diversidad agrícola y de libertad. Trabajadores del campo se ven obligados a contraer deudas para comprar las semillas que necesitan para producir. A la marcha campesina de 2017, se sumaron productores atrapados en este agobiante ciclo de dependencia. En casos extremos como India, el endeudamiento empuja al suicidio a miles de agricultores.

Pero en lugares como Repatriación, hombres y mujeres colocan sobre estantes de madera, en botellas de plástico, semillas de maní, poroto, lechuga, repollo. Conservan también variedades de maíz: tupi, moroti, mbya, pororó, pichica. Al hacerlo, garantizan que estas semillas autóctonas perduren, y con ello, la cultura gastronómica, las medicinas, los ritos y un futuro posible para comunidades enteras.

A 200 km de la ciudad de Asunción está el municipio de Repatriación, en el departamento de Caaguazú. Allí se encuentra Semilla Róga, o casa de las semillas, un proyecto colectivo que tiene como objetivo promover la diversidad de la agricultura familiar campesina a través de la conservación de semillas autóctonas. El proyecto es impulsado por la Organización de Mujeres Campesinas e Indígenas (Conamuri). Foto: Cecilia Rojas.

Entre parcelas de hortalizas, legumbres, frutos y plantas medicinales se levanta el banco de semillas de Repatriación. Trinchera de un proyecto productivo y social de la Conamuri que apunta a la conservacion de especies nativas y criollas de semillas. Foto: Cecilia Rojas.

Marina Diaz Melgarejo es una de las guardianas del banco de semillas de Repatriación. Junto a su familia, ella se encarga de administrar y preservar las decenas de semillas nativas y criollas que se encuentran en Semilla Róga. Foto: Cecilia Rojas.

Marina además prepara con raíces compuestos terapéuticos totalmente caseros. Asegura que tanto la tos, como los dolores de pecho o garganta se pueden combatir con sus panaceas de conocimientos ancestrales. Foto: Cecilia Rojas.

Marina forma parte de Conamuri, una de las organizaciones campesinas más importantes de Paraguay y que agrupa a mujeres campesinas e indígenas. Organizaciones como éstas brindan apoyo jurídico, político y social a decenas de familias campesinas en Paraguay. Foto: Cecilia Rojas.

Repatrición es una comunidad que basa gran parte de su economía en la agricultura familiar campesina. El Semilla Róga les permite el cultivo de muchas variedades de hortalizas y frutas. Productos y alimentos que forman parte de su cotidianeidad. Foto: Cecilia Rojas.

María Benjamina Leiva tiene 87 años y es una de las pobladoras más antigua de Repatriación. Con una historia de despojo sobre sus hombros, aún resiste junto a su familia por el derecho a la tierra y a la vida. Foto: Cecilia Rojas.

Eloísa González es una pobladora de Repatriación. Sus habitantes provienen de familias que retornaron de Argentina, Brasil y otros países en busca de tierra propia durante los años 60s. Gran parte de la economía local se sustenta en la agricultura familiar. Foto: Cecilia Rojas.

En Repatriación aún quedan parcelas dedicadas a la agricultura familiar. Allí se cultivan legumbres, hortalizas y frutas. Sin embargo, muchas de ellas fueron despojadas durante la dictadura Stronista y hoy son vestigios de un modo de vida que se niega a desaparecer. Foto: Cecilia Rojas.

Alicia Amarilla Leiva es una pobladora de Repatriación, comunicadora y forma parte de Conamuri. Comenzó a militar en movimientos campesinos desde muy joven, luego de que su familia sufriera persecuciones y desalojos por parte del Estado. Alicia es una de las promotoras más importantes de Semilla Róga. Foto: Cecilia Rojas.

Paulina Leiva es tía de Alicia, militante histórica de Conamuri y dejó Repatriación en busca de una mejor condición económica. Ella vive en Sao Paulo, Brasil. Allí se dedica a la confección de ropas con una familia brasileña, junto a sus dos hijos y su nuera. Paulina es una de las tantas mujeres de Repatriación que migraron en busca de nuevas oportunidades. Foto: Cecilia Rojas.

Emilio Arce Leiva es un promotor de la salud y obrero de la tierra. En 2008 cedió parte de su terreno para la construcción del banco de semillas. Junto a su familia, tiene la responsabilidad de cuidar y preservar las semillas de decenas de especies que son aprovechas por la comunidad y las familias campesinas de Repatriación. Foto: Cecilia Rojas.

Don Emilio se levanta cada mañana para administrar, cuidar y preservar las simientes de Semilla Rogá. El espacio no pretende monopolizar el cultivo a partir de sus productos, sino convertirse en una alternativa importante en una zona en donde el monocultivo amenaza con la desaparición de un modelo de vida sustentable. Foto: Cecilia Rojas.

Semilla Rogá no otorga créditos a plazos establecidos ni exiges intereses sobrefacturados. El banco es un centro para el intercambio cultural que promueve la devolución conforme a lo cosechado para el provecho de especies propias de este suelo. Foto: Cecilia Rojas.

Maíz tupi, moroti, mbya, pororó, pichica; maní, poroto, lechuga, repollo, manteca, tanto para consumo como para abono verde (leguminosas), colman las botellas recicladas que moran los estantes de madera. Foto: Cecilia Rojas.

Entre agosto y septiembre de 2017 miles de productores campesinos dejaron sus cultivos para llegar hasta Asunción a reclamar por las malas políticas agrarias del gobierno y durante más de un mes exigieron una solución a sus reclamos. Foto: Marcelo Encina.

Durante el tiempo que se quedaron en la ciudad, los productores campesinos se instalaron en la Plaza de Armas, lugar histórico de las manifestaciones sociales y políticas del país. Allí se organizaron, resistiendo al frío y a la espera, mientras sus reclamos marcaban la agenda política del país. Foto: Marcelo Encina.

Los productores campesinos exigían la condonación de deudas contraídas con el Estado, asistencia técnica y la aplicación de una ley de emergencia campesina con el objetivo de ayudar miles de familias que pasaban hambre y la pérdida de sus cultivos en las zonas más vulnerables del país. Foto: Nathalia Aguilar.

Desde que llegaron a la capital, los productores campesinos se organizaban y realizaban diferentes acciones políticas en diversos puntos de la ciudad. Muchos de ellos volvían a sus comunidades luego de varios días, solo para regresar nuevamente y sumarse a sus compañeros en lucha. Foto: Juanjo Ivaldi.

El palo, símbolo de lucha y resistencia de la comunidad campesina fue prohibido por la Policía Nacional durante las marchas en la ciudad. Además, fue aplicada la Ley del Marchodromo, que en Paraguay solo permite movilizaciones sociales a partir de las 19:00hs y en áreas específicas de la ciudad. Foto: Natalia Aguilar.

La Marcha Campesina marcó la agenda social del país en el mes de agosto y a través de los medios de comunicación se generó una división con gran parte de la sociedad. En Asunción, muchos ciudadanos protestaron ante los cierres de calles por parte de los labriegos, generándose un ambiente de mucha tensión en la ciudad. Foto: Marcelo Encina.

Durante las fiestas patrias en el mes de Agosto los productores campesinos decidieron realizar un desfile paralelo al organizado por el gobierno. Este evento congregó a miles de labriegos que de esta manera simbólica esperaban protestar contra la indiferencia el Estado y una ciudad que les daba la espalda. Foto: Juanjo Ivaldi.

La Policía Nacional prohibió el desfile simbólico de los campesinos que comenzaba en la explanada de la Catedral de Asunción. Ante la negativa, los labriegos decidieron bailar al compás de una orquesta frente a la Iglesia, mientras allí, autoridades, religiosos y parte de la sociedad civil ofrecían una misa. Foto: Juanjo Ivaldi.

Luego de un mes resistiendo en Asunción, los productores campesinos volvieron a sus comunidades. Sin embargo, la lucha aún continúa en cada una de ellas, en defensa de un modo de vida que se niega a desaparecer y del cual dependen miles de familias. Foto: Natalia Aguilar.

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