#Transgresoras

La lista de las olvidadas

Sesenta mujeres trans han sido asesinadas desde 1989, pero nadie ha sido condenado por ello. Hasta ahora.

Dieciocho años después, sentada en una silla de cable, Yren Rotela recordaría la noche fría en la que empezó a escribir nombres en un papel.

Era a principios de los 2000, mientras esperaba clientes en la parada detrás del shopping Multiplaza de Asunción

Yren se puso a recordar los nombres de las mujeres trans, sus compañeras, que ya no estaban porque fueron asesinadas. Y empezó a hacer una lista.

Anotó 36 nombres.

Sin saberlo, Yren había creado la primera base de datos de asesinatos a mujeres trans en Paraguay.

En los siguientes diez años, recordar nombres llegó a convertirse en una tarea de toda la comunidad trans organizada del país.

La lista se hizo libro en 2013. Contenía todos los casos que la comunidad trans e investigadoras pudieron confirmar con entrevistas y notas en medios desde 1989.

La mayoría compartían rasgos similares:

Eran mujeres trans asesinadas en la calle, sin mediar palabras.

Eran migrantes del interior de Paraguay que habían llegado a la ciudad buscando sobrevivir.

Estaban en el trabajo sexual, el destino obligado del 98% de las mujeres trans del país.

Y eran menores de 30 años.

Todos los casos tenían en común dos frases:

«Ninguna investigación oficial sobre su muerte»

«Ninguna persona fue sancionada por el hecho»

Por eso el libro se tituló Olvidadas hasta en la muerte.

Después del libro, la lista se convirtió en un archivo digital que se sigue actualizando. Hoy tiene registrados 60 nombres.

El último anotado es Romina.

El 16 de octubre de 2017, Romina Vargas iba con su compañera Maida Bordón a comprar su almuerzo dominguero en la despensa del barrio donde vivían, en la ciudad de San Lorenzo.

Antes de llegar a la despensa, Romina paró un momento para leer algo en su celular. Maida se adelantó unos pasos. Volteó cuando oyó el grito de Romina y vio a un hombre puñal en mano avanzando hacia ella.

Era Blas Enrique Amarilla, un hombre de 21 años, el mismo que el 26 de septiembre había herido con un puñal a Maida en el hombro y en el pecho, buscando el corazón.

El mismo que el 29 de septiembre atacó a Sheila Aguayo, compañera de Maida y Romina, con un machetillo, cortándole en el cuello, la cara y los brazos.

El que en la noche del 16 de septiembre intentó apuñalar a Yren antes que ella se escondiera en su auto.

Blas Amarilla todavía tenía el puñal en la mano cuando llegó la policía. Según los informes psicológicos, era consciente de lo que hacía cuando atacó a Romina. Amarilla dijo que su objetivo era «eliminar a todos los maricones».

Maida, Sheila e Yren se salvaron de ser nombres anotados en la lista. Romina no.

El caso de Romina Aguayo se convirtió en el primer asesinato a una mujer trans que llega a juicio en la historia de Paraguay. La Fiscalía hasta entonces no llevaba ni la cuenta de los casos.

La lista que creó Yren 18 años atrás tampoco servía para la Justicia porque anotaba los nombres sociales de las trans, que no son reconocidos por el Estado. En su lugar, la Fiscalía recogía los nombres civiles –los que aparecen en las cédulas de identidad, pero no en la memoria de sus compañeras.

Aunque en 2016 se aprobó la Ley de Protección Integral a las Mujeres, los congresistas del ala fundamentalista religiosa excluyeron a las mujeres trans.

Matarlas no cuenta como feminicidio en Paraguay.

La Fiscalía acusa a Blas Amarilla de matar a Romina Vargas «por placer». Pide la pena máxima, pero en el caso no se incluyen los intentos de asesinar a Maida, Sheila e Yren.

Pero Blas Amarilla confiesa que el motivo no es el placer. Es el odio.

El odio que hace que demasiadas mujeres terminen en una lista.

texto de maxi manzoni · ilustración de robert báez · edición de juan heilborn · edición adicional de la beca cosecha roja