Soberanas

Las paraguayas ganan menos

Las mujeres ganan, en promedio, sólo el 75% de lo que ganan los hombres.

Reportaje Maximiliano Manzoni ·

Tania trabajó como recepcionista en una empresa de electrodomésticos y atendía llamadas. Su compañero que hacía lo mismo cobraba 500 mil guaraníes más. Liz se encargaba de producir cerveza artesanal. Era la única mujer en la empresa. También la única que cobraba menos que el sueldo mínimo legal. Jazmín fue periodista en dos conocidos diarios. La hacían firmar un contrato como auxiliar administrativa para no cobrar el salario de profesional. Sus compañeros hombres en la sala de redacción sí tenían contratos como periodistas. Alejandra, que es diseñadora, se enteró la semana pasada que en la agencia de publicidad donde trabajaba, su colega varón, con el mismo título, las mismas responsabilidades y el mismo horario, ganaba un millón y medio más de guaraníes. El año anterior ella pidió un aumento de sueldo. Se lo negaron.

En promedio, las paraguayas ganan solo el 75% de lo que ganan los paraguayos. Los números varían según la ocupación, de acuerdo a la Encuesta Permanente de Hogares 2016 (EPH). Una científica gana 28% menos, mientras que una empleada pública 14,5% menos. Una trabajadora de comercio o call center, hasta un 40% menos. Esa diferencia entre sueldos es lo que se conoce como brecha de ingresos de género, o brecha salarial de género. Ésta asimetría hace que una mujer gane en un año lo que un varón gana en 9 meses por igual trabajo, calcula ONU Mujeres. Las mujeres paraguayas trabajan, en relación a sus ingresos, 3 meses gratis al año.

La brecha de ingresos de género en Paraguay, explica Verónica Serafini, doctora en Economía e investigadora, tiene tres causas principales: la carga horaria de trabajo no remunerado, la discriminación legal hacia trabajos predominantemente femeninos y los prejuicios machistas.

Las mujeres pasan menos horas en su empleo (porque tienen más trabajo en la casa)

Las paraguayas dedican 28 horas semanales, más de la mitad de su tiempo laboral, al trabajo no remunerado, según la Encuesta de Uso de Tiempo 2017 (EUT). Trabajo no pago son actividades como las labores domésticas, cuidar de los hijos o personas mayores. Es el doble de horas de lo que le dedican los varones. Esta diferencia de tiempo dedicado al cuidado es superior a la diferencia que tienen países como Argentina y Uruguay.

“El hecho de que las mujeres tengan las responsabilidades familiares y sociales hace que tengan menos oportunidades laborales porque tienen que elegir empleos que le permitan conciliar esas responsabilidades con la familia con la necesidad de proveer económicamente”, dice Serafini. A esto se le conoce como doble carga laboral.

Las labores de cuidado en el hogar también hacen que las mujeres se vean más afectadas por la inactividad económica, el subempleo y el desempleo.“(Las mujeres) terminan eligiendo empleos flexibles, sin seguridad social. Y el mercado penaliza eso con ingresos menores” dice Serafini. Seis de cada diez mujeres inactivas –mujeres que están en edad de trabajar pero que no lo hacen– declararon que se debe a responsabilidades en el hogar o motivos familiares. En comparación, las principales causas de inactividad de varones son enfermedad, ancianidad o discapacidad.

Patricia Luchin, de la Dirección de Promoción a la Mujer Trabajadora del Ministerio de Trabajo, explica que actualmente el Ministerio participa de la elaboración de la política nacional de cuidados. La política nacional de cuidados, inspirada en la experiencia de Uruguay, aliviaría las necesidades que mantienen más horas a las mujeres en sus casas ocupadas. Por ejemplo, con asistentes profesionales para personas en dependencia o un sistema público de guarderías. Luchín admite que los avances en la mesa de trabajo son todavía muy incipientes. “Es algo que incluye no sólo al Ministerio de Trabajo sino a todos los ministerios, y todavía está muy verde”, dice.

Cuando la discriminación es legal

Otra causa de la brecha salarial es que “las mujeres terminan incorporándose a trabajos desvalorizados socialmente” dice Serafini, como en el caso del trabajo doméstico, la tercera actividad que más ocupa a mujeres en Paraguay.

En octubre del 2015 fue promulgada la Ley de Trabajo Doméstico. Por primera vez, a las trabajadoras domésticas se le reconocían derechos como las 8 horas laborales, vacaciones, seguro social y pago de horas extras. La Ley prohibió que menores de 18 años se dediquen al trabajo doméstico, un intento por proscribir el criadazgo, un régimen de explotación laboral que somete a 40 mil niñas y adolescentes que desean estudiar y tienen que trabajar para hacerlo. Pero también legalizó una discriminación: El artículo 10 de la Ley dispone que los empleadores puedan pagar solo el 60% del sueldo mínimo.

Las mujeres paraguayas trabajan, en relación a sus ingresos, 3 meses gratis al año.

Tres años después, los sindicatos de trabajadoras domésticas, bajo el lema “Igual valor, iguales derechos”, siguen intentando que se cumplan los derechos adquiridos y se modifique el artículo 10. Rosa Bernal, una sindicalista, calcula que al menos 220 mil paraguayas se dedican al trabajo doméstico, la mayoría de ellas del interior del país. Muchas buscan terminar sus estudios y son el sustento económico de sus familias. “Son las empleadas domésticas las que permiten que otras mujeres sean fuerza laboral dentro de la sociedad”, dice Bernal. Florense Raes, representante de ONU Mujeres en Paraguay, afirma que el trabajo “no remunerado e invisible” de las amas de casa y trabajadoras domésticas fue “fundamental para no caer en la extrema pobreza y limitar el impacto de las crisis” en Latinoamérica desde los 80s. “Las amas de casa se organizaron en varios países para proveer los servicios que el Estado no ofrecía”, dice Raes.

El proyecto para modificar el artículo 10 está en el Congreso desde marzo del 2016. “Les estamos llamando a los parlamentarios, les estamos diciendo que nos reciban, más aún porque estamos en época electoral y también llegan a nuestras casas a pedirnos nuestros votos”, dice Bernal.

Por ser mujer

“Hay una parte importante de la desigualdad de ingresos que no está explicada por ninguna de estas dos variables”, asevera Serafini. Controlando la cantidad de horas trabajadas y con niveles similares de educación y experiencia, ellas siguen ganando menos.

Recepcionistas, productoras de cerveza, periodistas, diseñadoras, entre tantas otras profesionales que son discriminadas en sus trabajos por el solo hecho de ser mujeres.

“La discriminación se da porque hay empleadores que piensan que porque ellas tienen esas responsabilidades (sociales y familiares) se ausentan más, o van a tener hijos. Son básicamente prejuicios que tiene el mercado laboral. Automáticamente pagan menos” explica Serafini. “Aún cuando las investigaciones dicen que las mujeres no faltan más que los hombres, por ejemplo. A lo largo de tres años las mujeres dejan de asistir al trabajo los tres meses de maternidad. Los hombres tienen el mismo ausentismo repartido a lo largo de los tres años”, agrega.

De hecho, la brecha de ingresos entre hombres y mujeres en Paraguay se va acrecentando a medida que aumenta el nivel educativo, según un inédito estudio de María Isabel Egas del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS) de la Universidad del Plata. Esta situación complica sobre todo a las mujeres jóvenes, donde los salarios suelen ser de por sí menores. En otras palabras, mientras más preparada esté una mujer, ganará menos con respecto a su par varón.

“Las brechas de ingreso se pueden reducir de diferentes maneras”, dice Serafini. ”Primero garantizando un marco legal que impida la discriminación en términos formales: el caso del trabajo doméstico, y por ejemplo ahora hay leyes en Islandia al respecto que prohíben la brecha”, una iniciativa que según la Organización Internacional del Trabajo, Latinoamérica terminará siguiendo “a mediano o largo plazo”. En su última semana como presidenta de Chile, Michelle Bachelet anunció que propondrá una nueva constitución que garantice, entre otras cosas, la igualdad de salarios entre varones y mujeres.

Patricia Luchin del Ministerio de Trabajo dice que la brecha salarial “es algo que excede las facultades del ministerio. Tiene mucho que ver con lo cultural”. El Ministerio no cuenta con denuncias sobre brecha salarial “no porque no existan casos”, explica Luchin, sino porque las mujeres que se acercan a denunciar lo hacen sobre otros temas. “Nuestro centro de atención trabaja sobre la ley de lactancia, la ley de trabajo doméstico y la ley de protección a las mujeres. No hay marco legal específico sobre la brecha salarial”, dice, aún cuando el Código Laboral prohíbe la discriminación por motivos de sexo. Para Verónica Serafini, para reducir la brecha hay que concientizar. “A los empleadores, y por sobre todo, hay que concientizar a las mujeres para que peleen por sus derechos. Igual salario por igual trabajo”.

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