En Paraguay se inhuman entre 2 a 3 cuerpos no identificados por semana. Pero Karen, enterrada en una fosa común, estaba plenamente identificada. Éste es un recuento de todo lo que el Estado hizo mal en su caso.
Karen Maciel tenía 29 años cuando Lucio Barrios, padre de un policía, la atropelló sobre la ruta que conecta Piribebuy con la ciudad de Paraguarí el 14 de febrero.
Karen ya había fallecido cuando la policía labró acta y acompañó el levantamiento de su cuerpo. Luego la trasladaron al hospital distrital más cercano. Como no tenía consigo una cédula de identidad, Criminalística tomó sus huellas dactilares y logró identificarla.
Blanca Lila Maciel, la madre de Karen, estaba en Argentina cuidando a sus hijos. El 9 de febrero habló con ella por última vez. Como no volvió a tener noticias, el 11 de marzo, Dahiana, la hermana de Karen, reportó su desaparición.
Recién al día siguiente, una fiscal de Mariano Roque Alonso, llamó a Dahiana y le dijo que Karen estaba muerta y que su cuerpo estaba en la morgue judicial. Esto ocurre a 25 días de su muerte.
Cuando Dahiana llegó a la morgue se enteró de que Karen ya había sido trasladada al Cementerio del Este de Asunción y que la enterraron en una fosa común como NN.
Según Pablo Lemir, médico forense, cuando una persona es identificada, la Fiscalía o la Policía debe comunicar inmediatamente a la familia. Esto no ocurrió con Karen.
De acuerdo a la dirección de Necrópolis, dependiente de la Municipalidad de Asunción, en las fosas comunes se entierran a personas no identificadas. Destinan a más de un cuerpo en un mismo espacio. Se inhuman entre 50 y 60 cuerpos NN de la morgue judicial por año.
Pero Karen no era una NN. Ella estaba plenamente identificada. La fiscala Benítez dijo que la enterraron en una fosa común porque tenía rasgos indígenas y que esos cuerpos, generalmente, no suelen reclamarse.
Además, según la abogada de la familia, Rosa Bracho, a Karen no se le hizo una autopsia para ver si sufrió abuso sexual o si presentaba algún signo de violencia.
Bracho sostiene que el circuito cerrado que se encuentra a 300 metros del lugar del hecho podría aportar información crucial de la cantidad de vehículos que pasaron en un lapso de tres horas, entre las 4 y las 7 am, cuando Karen sufrió el accidente.
Lucio Barrios dijo, en el momento del accidente, que por la alta velocidad a la que iba él no visualizó el cuerpo de Karen y la arrolló. Pero cuando declaró en la Fiscalía dijo que iba lento y que un vehículo vino de contramano con la luz alta y le hizo una ceguera por minutos.
«En las imágenes que lamentablemente ya se perdieron. No se ve ningún vehículo de Paraguarí a Piribebuy como manifiesta el señor Lucio. Hay pruebas fundamentales en este caso que se perdieron. Podríamos presumir que es el crimen perfecto», sostiene Bracho.
El entierro de personas en fosas comunes en el Cementerio del Este es una práctica frecuente. Llegan entre 2 a 3 cuerpos NN por semana y se inhuman entre 50 y 60 de la morgue judicial por año.
«Al no tener una base de datos de desaparecidos no se puede dar un cierre que merecen tanto los fallecidos como sus familias. A la fecha tenemos muchos huesos en nuestra morgue, y no tenemos con qué compararlos para darles nombres y buscar a sus familiares. No contamos con los recursos para ello. Por otro lado, no podemos retener los restos humanos por mucho tiempo ya que contamos con una sola morgue y con una capacidad de cámara frigorífica de no más de nueve cadáveres», explica Lemir.
Pero Karen no era una NN. Era hija, hermana y madre de dos hijos. Soñaba con ser contadora.