Oligarquía

La democracia no cabe en urnas electrónicas

Por qué el voto electrónico no soluciona el fraude electoral… y hasta lo puede optimizar.

Reportaje Romina Cáceres · Edición Jazmín Acuña ·

La discusión del desbloqueo de listas en el Congreso reflotó la idea de introducir el voto electrónico en Paraguay. Los proyectos de ley de Patria Querida y PLRA plantean el uso de urnas electrónicas, una modalidad de voto electrónico que se implementó en cuatro elecciones desde 2001.

Mientras la oposición ve en la tecnología una aliada contra el fraude electoral, como el que denunció en las elecciones generales de 2018 cuando Mario Abdo Benítez resultó presidente,  especialistas en derechos digitales, seguridad informática y sistemas electorales no están tan seguros. Advierten sobre los riesgos de este mecanismo, que van desde la vulneración de garantías constitucionales hasta la posibilidad de optimizar el fraude que se pretende evitar.

¿Podemos encontrar un balance en este debate? La respuesta es sí.
[Spoiler alert] Una opción intermedia es la asistencia tecnológica en el escrutinio o el conteo de votos. Pero antes veamos por qué el voto electrónico no es la panacea que  puede parecer.

Primero: El voto electrónico es inconstitucional

El voto electrónico vulnera principios constitucionales que hacen al carácter secreto y directo del voto, su integridad y la igualdad. Estos principios están garantizados en el artículo 118 de la Constitución Nacional, que establece que el sufragio «se funda en el voto universal, libre, directo, igual y secreto; en el escrutinio público y fiscalizado (…)».

¿Cómo se afecta el carácter secreto del voto? El Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral, una organización especializada en cuestiones electorales, dice que una característica inherente a las TICs es la posibilidad de rastrear y monitorear las transacciones que se realizan con ellas. Esta trazabilidad permite, por ejemplo, que una persona pueda revisar el estado de su cuenta bancaria y cotejar los datos si tiene alguna duda.

La organización internacional explica que, por su carácter secreto, con el voto debe ocurrir exactamente lo opuesto: no se debe establecer ninguna conexión entre la identidad del elector y el voto emitido. El voto electrónico vulnera esta garantía porque si bien la máquina no registra la identidad del votante, puede agregar información que permita saber el orden de votación o reconstruirlo. El experto en seguridad de sistemas de información, Enrique Chaparro, de la Fundación Vía Libre de Argentina sostiene que el secreto es la garantía de la libertad del voto: «A tal punto hemos defendido el secreto del voto que ni siquiera yo puedo probar cómo voté o no debería poder probarlo».

Con las urnas electrónicas también se vulnera el carácter directo del voto. ¿Cómo? Porque se introduce un intermediario entre el elector y su voto, donde una máquina debe «traducir» la expresión del voto de la persona a un lenguaje que solo ella puede decodificar.

La trazabilidad inherente a las TICs vulnera el carácter secreto del voto. Mientras un banco debe rastrear operaciones, el sistema de votación no debe establecer ninguna conexión entre identidad del elector y voto emitido.

En cuanto a la integridad, Chaparro explica que el voto electrónico no garantiza que el resultado final de los comicios refleje la suma de las voluntades de los electores. «Además, el sistema electoral tiene que ser usable por todos los votantes, porque si no, estoy contrariando el principio de igualdad», añade. La Constitución Nacional establece que el escrutinio debe ser público y fiscalizado, algo que se anula con una máquina que por su complejidad excluye a la mayoría de la ciudadanía del control del recuento de votos. Así, el escrutinio se relega a una élite de expertos.

Es por la vulneración de estos principios que Alemania declaró inconstitucional el uso de urnas electrónicas en 2005 y decidió volver a votar con lápiz y papeletas. El tribunal constitucional argumentó que el sistema «no garantiza la votación secreta y el control democrático del cómputo». También las fallas de seguridad generan desconfianza en el proceso electoral.

Segundo: El voto electrónico no es seguro

«Hay algo realmente bueno en el viejo sistema de papeletas. No te preocupás por el hackeo». Lo dijo Donald Trump el día que le ganó la presidencia de Estados Unidos a su rival demócrata Hillary Clinton en 2016. En estas elecciones el tema de la ciberseguridad ocupó un lugar central, como con la filtración de correos del Partido Demócrata que revelaron que Clinton fue beneficiada para ser candidata presidencial en detrimento de Bernie Sanders. La fiscalía imputó a 12 agentes rusos por hackear su campaña e investigó a Trump por una supuesta conspiración con Rusia para influir en los comicios. El presidente salió limpio.

El gobierno federal de EEUU informó que en las mismas elecciones presidenciales, más de 20 estados fueron objeto de intentos de ciberataques desde Rusia, entre ellos los que utilizan voto electrónico. La vulnerabilidad de este sistema también fue advertida por expertos en seguridad informática, que demostraron cómo hackear una máquina de votación en sólo dos minutos.

La abogada Maricarmen Sequera, experta en derechos digitales de la ong Tedic, es categórica: «La tecnología no es 100% segura en ninguna de las instancias». Explica que el voto electrónico en cualquiera de sus modalidades es altamente vulnerable al hackeo, para lo cual ni siquiera hace falta una conexión a Internet porque se puede manipular de forma remota: basta con instalar un programa malicioso en la máquina para que se active en determinado horario y se autodestruya en otro. Los peritos que luego auditen la máquina ni siquiera encontrarán rastros del malware.

El voto electrónico es altamente vulnerable al hackeo, para lo cual ni siquiera hace falta una conexión a Internet porque se puede manipular de forma remota.

Sequera dice que otro escenario posible es que la empresa proveedora del voto electrónico beneficie con mayor información a ciertos partidos en detrimento de otros, violentando la igualdad de acceso a la información. En otros casos, hubo problemas entre la máquina y la base de datos de electores. Por ejemplo, el votante no aparecía en el registro de inscriptos o el candidato al que quería votar tampoco estaba entre las opciones.

Tras las elecciones de EEUU, en 2017 Francia canceló el voto electrónico que estaba reservado a los franceses en el extranjero por temor a un ciberataque ruso. Mientras que Holanda volvió al conteo manual de votos ese año por el mismo motivo. La posibilidad de hackeo allana el camino a la manipulación de resultados en una elección.

Tercero: El voto electrónico no impide el fraude electoral

La República Democrática del Congo no solo es uno de los principales productores del cobalto que se usa para fabricar celulares. También es uno de los países que implementó el voto electrónico, con graves irregularidades. Una investigación del Financial Times reveló un grosero fraude en las elecciones del Congo en diciembre de 2018. El tribunal electoral dio ganador a Felix Tshisekedi, pero a través de una filtración de los datos de las máquinas se accedieron a resultados muy diferentes a los anunciados: Tshisekedi obtuvo apenas el 19% de los votos, frente a su rival Martin Fayulu con un 59,4%.

Ya la embajadora de EEUU para la ONU había recomendado al país desechar el voto electrónico y utilizar el sistema tradicional de papeletas. La polémica no termina ahí: medios revelaron que las máquinas utilizadas en el Congo eran las mismas que la empresa surcoreana Miru Systems co. fabricó para las elecciones argentinas de 2017. Incluso los nombres de candidatos argentinos seguían apareciendo en el demo de las máquinas en el Congo. Argentina había descartado usar esos aparatos porque eran vulnerables al hackeo.

Sequera pide mirar estas experiencias antes de cambiar el sistema de votación. Recuerda que de 194 países sólo cinco mantienen alguna modalidad de voto electrónico: Brasil, Venezuela, India, Estonia y Filipinas. Mientras que cuatro países combinan el voto electrónico con las papeletas, como es el caso de Estados Unidos.

«Con el voto electrónico se puede optimizar el fraude de una manera más minuciosa y menos visible». Maricarmen Sequera, experta en derechos digitales.

Si bien unas elecciones con papeletas no están blindadas contra el fraude, tampoco el voto electrónico garantiza el respeto a la voluntad de los electores. Incluso puede «optimizar el fraude de una manera más minuciosa y menos visible», dice la experta. Bastará contratar a un grupo de hackers o arreglar con la proveedora del software la manipulación de resultados, sin necesidad de «comprar» miembros de mesa.

Sobre el punto, el politólogo Marcos Pérez Talia sostiene que el voto electrónico no ataca uno de los problemas de fondo de la política paraguaya, que es la integración de las mesas. «Esto es muy susceptible a la influencia política de quienes compiten y eso merma la calidad del proceso electoral paraguayo» dice. En la misma línea, el también politólogo José Tomás Sánchez cuestiona la enorme desigualdad que se origina en esos espacios, donde los partidos deben tener un «ejército de militantes» para cuidar sus votos y que no se los roben. Sánchez propone que el Estado se haga cargo de la logística en el día de las elecciones para que la participación en las mesas no dependa de quién tenga más recursos.

Cuarto: El voto electrónico es costoso

La democracia no tendrá precio, pero las elecciones sí. Según el TSJE, las elecciones generales de 2018 costaron 20 millones de dólares. Implementar el voto electrónico podría costar hasta diez veces más: entre 150 a 200 millones de dólares, de acuerdo a cálculos extraoficiales. El director de Recursos Electorales de la Justicia Electoral, Luis Salas, dice que no quiere hablar de montos, pero que la cifra mencionada se acerca. Agrega que no se trata sólo de comprar las máquinas, también se debe prever logística, almacenamiento, personal y socializar la nueva tecnología con la ciudadanía.

«Acá lo que tenemos que asegurar como institución es la custodia de la voluntad popular y que los resultados sean seguros, que reflejen la decisión ciudadana. Si vamos a aventurarnos a usar cualquier cosa es mejor mantener el sistema que uno conoce», sostiene.

El precio de cada máquina oscila entre 1.300 y 1.500 dólares, detalla por su parte la directora de Tedic. Desde la organización advierten que una empresa está en pleno lobby para proveer las urnas electrónicas a Paraguay. Se trata de Smartmatic, una multinacional especializada en voto electrónico. La misma proveyó el servicio a Venezuela en 14 elecciones desde 2004 y se retiró tras denunciar que el Consejo Nacional Electoral de ese país (CNE) manipuló las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente de 2017.

Quinto: Puede haber desbloqueo de listas sin voto electrónico

El politólogo Marcos Pérez Talia afirma que es posible implementar el desbloqueo de listas sin el voto electrónico. Sostiene que se puede seguir votando en papeletas y valerse de una asistencia tecnológica recién en el escrutinio. Para el investigador es fundamental diagnosticar el problema antes de cambiar el sistema: ¿tenemos falencias en la emisión del voto o en el conteo?

Sequera coincide en que las fallas no están en la emisión del voto sino en el cómputo. Por ejemplo, en las elecciones generales de 2018 una jueza electoral señaló que hubo errores en el cómputo de votos porque miembros de mesa no sabían sumar. Señala que es aquí donde se puede incorporar la asistencia tecnológica, como un escáner óptico, que permitirá un conteo rápido teniendo en cuenta que será difícil un escrutinio «a mano» por la cantidad de cargos en unos comicios generales con listas desbloqueadas.   

El director de Recursos Electorales Luis Salas explica que se pueden usar papeletas con listas desbloqueadas en las elecciones municipales porque se elige un solo cargo plurinominal, que son las juntas municipales. Asunción es el único municipio con mayor número de bancas, 24, mientras que el resto oscila entre 12 y 9 escaños. Sin embargo, en las elecciones generales se eligen 80 diputados, 45 senadores y 17 juntas departamentales (cargos plurinominales) para cuyo conteo si se necesita un apoyo técnico, que no es lo mismo que el voto electrónico.

Para Salas no existe consenso sobre las urnas electrónicas. Estas máquinas se utilizaron en cuatro elecciones: de forma parcial en las municipales de 2001 y generales de 2003;  en el 100% de las mesas en las internas partidarias de 2005 y 2006; y por última vez de forma mixta en las municipales de 2006. El funcionario recuerda que la experiencia de la Justicia Electoral fue positiva en lo técnico, pero negativa en lo político.

«El desbloqueo de listas se puede aplicar sin voto electrónico. Se puede seguir votando en papeletas y valerse de una asistencia tecnológica recién en el escrutinio». Marcos Pérez Talia, politólogo.

«La ciudadanía misma empezó a dudar de los votos y la clase política cuestionó el escrutinio: que supuestamente “ya estaba todo cargado”. La urna no garantizaba el escrutinio público y fiscalizado previsto en la Constitución», dice. Al igual que Talia y Sequera, Salas opina que esta dificultad se puede resolver con un escrutinio electrónico.

Bonus point: El escrutinio electrónico, una alternativa intermedia

Una alternativa al voto electrónico es el escrutinio electrónico. Sequera explica que implementar una asistencia tecnológica en la etapa del conteo no vulnera garantías constitucionales como el secreto del voto.

Una modalidad utilizada es el escáner óptico, que se encarga de «leer» las papeletas. El elector sigue votando con boleta física, solo que ésta puede ser más ancha o más larga para abarcar todos los cargos de las listas desbloqueadas. También puede participar del escrutinio público: «Podés fiscalizar cuando la máquina está sumando e incluso verificar si está contando bien».

Por otro lado, la especialista advierte que el escáner óptico tampoco es inmune a un hackeo como cualquier otro sistema de automatización. Pero al menos existe coincidencia en que se necesita un apoyo tecnológico en una instancia como el escrutinio.

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